Joseph Conrad

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  Uno de los escritores que más me ha apasionado desde la juventud, y al que vuelvo con mucha frecuencia es Joseph Conrad. Joseph Conrad tiene para mí muchos méritos. En primer lugar, el mérito sencillo de ser un emigrante.  Él viene de Ucrania, es un Polaco Ucraniano, que llega a la Gran Bretaña sin hablar una sola palabra de inglés. Le admiro a Conrad, el hecho de  sin ser el inglés su lengua materna, termina siendo, entre  finales del siglo XIX y  principios del XX, uno de los grandes escritores en lengua inglesa, desde la Gran Bretaña. Eso sin duda es un mérito ya mayor.

  Lo otro es, el carácter de su literatura. Si bien se decía con mucha insistencia, que le costaba mucho escribir, que le costaba muchísimo hacer novelas, las novelas suponían para él, quizás  una gran aventura, un gran reto. Y sus novelas son eso. Novelas de grandes aventuras y de grandes retos. Por ello, por ser grandes aventuras y grandes retos, han sido llevadas al cine.

  Recordarán ustedes, por ejemplo, “Lord Jim” que protagonizara Peter O`Toole, que fue una de las películas más importantes hechas por  O`Toole, el gran drama de “Lord Jim”  tomar o no la decisión correcta, lo cual cambiaría su vida y la de los que lo rodeaban. Esto fue llevado al cine de una manera grande, magnifica, por Richard Brooks en el año de 1965.

  Entre las primeras películas que logra filmar la talentosísima ganadora del Oscar, la actriz británica Rachel Weisz está Swept from the Sea, “Arrancado del mar”, que para muchos tiene rasgos autobiográficos de Conrad.  Ese extranjero que llega a una tierra inhóspita, inédita. Y esta película está inspirada en un texto muy corto, prácticamente en una historia de apenas 30 páginas bajo el titulo “Amy Foster” publicada originalmente en el año 1901.

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  Cuando hablamos de Conrad llevado al cine, hay una novela sensacional. La novela es “El Duelo”. Aquí Conrad parte de una anécdota mínima y absurda. Estamos en pleno periodo de las guerras napoleónicas, ocurre un incidente menor, entre dos subtenientes D´Hubert y  Feraud, y uno cita al otro a un duelo. Por cualquier cantidad de inconvenientes y vicisitudes, el duelo no se realiza. En el transcurso de las largas guerras napoleónicas, estos dos oficiales van subiendo de rango, pero el duelo siempre queda inconcluso, algo tan ridículo como el orgullo y el honor, queda aquí expuesto a su mayor grado de estupidez, porque nunca termina el duelo, siempre es interrumpido.

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Esta historia, fue llevada al cine en 1977, por el que luego sería un gran cineasta, y un cineasta importante, como lo es el británico Ridley Scott. Esta es la primera película de Ridley Scott, y en el año 1977 obtiene el premio a la opera prima en el festival de Cannes. La novela “El Duelo” es traducida aquí como “Los Duelistas”, fue protagonizada por los entonces jóvenes Keith Carradine y Harvey Keitel y es una película preciosa, bellísima, producida por David Puttnam. Una película que realmente embruja. Vale la pena sumergirse tanto en la película, como en la novela original.

  Ciertamente, cuando una novela es llevada al cine, pierde detalles importantes. Por ejemplo, en la pantalla, la película de Scott pierde mucho de la ironía, sobre todo de los oficiales que manejan a los superiores de estos duelistas, obtusos y enceguecidos, los manejan con una ironía y un doble discurso en los diálogos que es sencillamente delicioso, mucho de eso se pierde en la película. Pero la película le aporta a la historia una rigurosidad, unos cuadros tan magníficos, tan plenos, de lo que fue ese tiempo napoleónico que vale la pena ver.

  En todo caso prevalece entre ambas, y prevalece entre todo lo demás, el genio siempre inmenso de Joseph Conrad.

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