Por: Soledad Morillo Belloso
De
los muchos reyes que ha tenido España a lo largo de su nutrida historia,
algunos resaltan como mujeriegos y dados a los excesos, todo ello mientras se
santiguaban y rezaban rosarios. A varios los votos matrimoniales les sabían a
carato de parcha. Algunas reinas, por cierto, no se quedaban atrás. Los
devaneos de esos reyes y reinas fueron tan indiscretos que generaron cotilleo
en las cortes y, habida cuenta que en épocas pretéritas no había pastillas
anticonceptivas, pues esos devaneos tuvieron consecuencias.
Enrique
El Impotente, Juana La Liviana y La Beltraneja
Hijo
de Juan II y de María de Aragón, Enrique IV nació en Valladolid el 5 de enero
de 1425. A la muerte de su padre el 20 de julio de 1454, Juan II, Enrique
fue proclamado rey de Castilla.
En
1440 Enrique tenía 15 años. Entonces casó con la infanta Blanca de Navarra,
quien era hija de Blanca I de Navarra y de Juan II de Navarra. Este matrimonio
había hecho parte de los acuerdos de paz suscritos entre Castilla y Navarra. En
mayo de 1453 el obispo de Segovia declaró nulo ese matrimonio, aduciéndose que
Enrique era impotente por desgracia de un maleficio. En el libelo, Enrique
argumentó que había sido incapaz de consumar el matrimonio, a pesar de haberlo
intentado denodadamente por más de tres años, que era el lapso mínimo exigido
por la Iglesia. Algunas prostitutas de Segovia llamadas como testigos y
declararon haber tenido relaciones sexuales con él, por lo que la falta de
consumación del matrimonio se atribuía a un sortilegio. Se alegó “impotencia
perpetua específica” de Enrique, lo cual suponía que sólo era impotente
cuando de Blanca se trataba. En diciembre de ese mismo año, el papa Nicolás V
corroboró la anulación con la bula Romanus Pontifex y dio la dispensa
pontificia para un nuevo matrimonio de Enrique con Juana, la hermana del rey de
Portugal.
El
28 de febrero de 1462, Juana tuvo una hija, también de nombre Juana, cuya
paternidad fue puesta en tela de juicio. Se decía que la niña era hija de
Beltrán de la Cueva. De allí que pasara a la historia como Juana La Beltraneja.
Sin
embargo, Enrique convocó Cortes en Madrid, para que la juraran como princesa de
Asturias. El lío estalló cuando Juan Pacheco, marqués de Villena, y su hermano
Pedro Girón, maestre de Calatrava, fueron desplazados del poder por Beltrán de
la Cueva, que generó que los Mendoza pasaran a apoyar al rey. Pacheco enfureció
y conspiró para eliminar la influencia de Beltrán, apartar a Juana de la
sucesión y custodiar a los hermanos del rey para usarlos políticamente. Para esto,
Pacheco inició una campaña de deslegitimación del rey, poniendo en duda la
paternidad de su hija. En mayo de 1464 se constituyó la Liga en Alcalá de
Henares pidiendo el control de los hermanos del rey, a los que se referían como
legítimos sucesores del reino.
A
la Liga se le fueron incorporando otros nobles importantes, incluso el rey Juan
II de Aragón. En septiembre se escribió un manifiesto en Burgos, en el que se
hacía culpable a Beltrán de las calamidades y se exigía que Alfonso, el hermano
del rey, fuera reconocido como heredero, y fuese educado por Juan Pacheco. Así
Juana quedaba ilegitimada como sucesora. El rey cedió a las exigencias de la
Liga y se avino a negociar. El 25 de octubre, en las vistas de Cigales fue
alcanzado un acuerdo, y Enrique claudicó ante las exigencias de la nobleza:
Alfonso fue entregado a Juan Pacheco y fue jurado como heredero el 30 de
noviembre, con la condición de que se casase con Juana. Juan Pacheco recuperó
su poder, Beltrán de la Cueva fue alejado de la corte y Alfonso recuperó el
maestrazgo de Santiago.
El
16 de enero de 1465 se dictó la Sentencia arbitral de Medina del Campo, con el
rey debilitado por la ausencia de Miguel Lucas de Iranzo y de Beltrán de la
Cueva. Sus capítulos incluyen una serie exhaustiva de medidas de gobierno, como
la organización de las cortes, la justicia a aplicar a los nobles, el control
de las ferias, los nombramientos de cargos eclesiásticos, medidas contra
musulmanes y judíos, etc. Enrique no acepta las medidas y el 27 de abril del
mismo año sus adversarios proclaman rey a Alfonso. El 5 de junio siguiente se
ratificó la proclamación con una ceremonia llamada Farsa de Ávila. Alfonso
tenía entonces la edad de 11 años. Se levantan así dos ejércitos pero las
acciones militares se intercalan con las negociaciones: Enrique hace concesiones
a sus partidarios e intenta ganarse a sus adversarios. Como parte de estas
negociaciones se ofrece el matrimonio de la infanta Isabel con Pedro Girón,
aunque éste moriría antes de que pudiese celebrarse la boda. Los nobles se
enfrentaban además entre ellos y las ciudades y villas revivieron a las
Hermandades con el fin de intentar imponer un cierto orden.41 Dentro del
desorden general, hubo abusos por parte de las hermandades, y ataques a
conversos. En 1467, tenía lugar la segunda batalla de Olmedo entre partidarios
y adversarios del rey, de la que salió favorecido. Sin embargo, perdió Segovia,
sede del tesoro real y una nueva tentativa de acuerdo lo llevó a entregar a su
esposa Juana como rehén, lo que más tarde lo perjudicaría pues la reina había quedó
nuevamente embarazada durante su cautiverio.
El
5 de julio de 1468 murió Alfonso, que había reinado unos 3 años. Para los que
no aceptaban a Juana como heredera, la sucesión pasaba entonces a Isabel. Como
eran mujeres, se insistió en ilegitimidad de Juana. Isabel rechazó tomar el
título real, sino el de princesa y Enrique, ante la conducta de la reina,
prefirió negociar. Así, en 1468, Enrique e Isabel firmaron un acuerdo que se
conoce como el Tratado de los Toros de Guisando, por medio del cual Enrique
declaraba heredera a Isabel, reservándose el derecho de acordar su matrimonio,
y todos los nobles, de uno y otro bando, renovaban sus juramentos de lealtad al
rey. La razón esgrimida para dejar a la infanta Juana de lado no era tan sólo
la posibilidad que fuera hija de Beltrán. Se puso en duda la legalidad del
matrimonio de Enrique con Juana y infidelidad durante su cautiverio. Enrique
debía divorciarse de su esposa, según el tratado, pero no llega a iniciar los
trámites. Enrique intentó casar a Isabel con Alfonso V, rey de Portugal, y a la
infanta Juana con algún hijo de Alfonso. Pero Isabel se casó en 1469 en secreto
en Valladolid con Fernando de Aragón, hijo del rey de Aragón. Enrique consideró
que con esto se violaba el tratado y proclamó a su hija Juana como heredera al
trono, jurando públicamente que era hija legítima. Le repuso el título de
princesa.
El
reino cayó en la anarquía. Isabel y Fernando aprovecharon las circunstancias de
la debilidad del reye y en noviembre de 1473, Andrés Cabrera, mayordomo del rey
y alcaide del alcázar de Segovia, negoció la reconciliación entre el rey y su
hermana, para evitar que Juan Pacheco se hiciera con el control del tesoro del
alcázar de Segovia. Entre finales de diciembre y comienzos de enero de 1474, el
rey se reunió con Isabel y Fernando. Hubo amabilidad pero no se concordó que
Isabel fuera su sucesora. Al poco tiempo, el rey enfermó. Se decía que había
sido envenenado. Murió en diciembre. Se produjo el enfrentamiento entre quienes
apoyaban a Isabel y quienes eran partidarios de Juana la Beltraneja. La
cuestión de si Enrique era realmente impotente y de la paternidad de Juana no
está clara aún. Sus partidarios insistían en que sí era capaz de mantener
relaciones sexuales, pero su impotencia fue pregonada a los cuatro vientos por
sus detractores.
Isabel
fue coronada reina. Juana La Beltraneja pasó el resto de su vida reclamando la
corona.
Por
cierto, abundan las historias sobre las relaciones amatorias del rey Enrique,
con varias señoras, entre las cuales destacan Catalina de Sandoval, Guiomar de
Castro y Beatriz de Vergara.
[email protected]
@solmorillob
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Por: Soledad Morillo Belloso
De
los muchos reyes que ha tenido España a lo largo de su nutrida historia,
algunos resaltan como mujeriegos y dados a los excesos, todo ello mientras se
santiguaban y rezaban rosarios. A varios los votos matrimoniales les sabían a
carato de parcha. Algunas reinas, por cierto, no se quedaban atrás. Los
devaneos de esos reyes y reinas fueron tan indiscretos que generaron cotilleo
en las cortes y, habida cuenta que en épocas pretéritas no había pastillas
anticonceptivas, pues esos devaneos tuvieron consecuencias.
Enrique
El Impotente, Juana La Liviana y La Beltraneja
Hijo
de Juan II y de María de Aragón, Enrique IV nació en Valladolid el 5 de enero
de 1425. A la muerte de su padre el 20 de julio de 1454, Juan II, Enrique
fue proclamado rey de Castilla.
En
1440 Enrique tenía 15 años. Entonces casó con la infanta Blanca de Navarra,
quien era hija de Blanca I de Navarra y de Juan II de Navarra. Este matrimonio
había hecho parte de los acuerdos de paz suscritos entre Castilla y Navarra. En
mayo de 1453 el obispo de Segovia declaró nulo ese matrimonio, aduciéndose que
Enrique era impotente por desgracia de un maleficio. En el libelo, Enrique
argumentó que había sido incapaz de consumar el matrimonio, a pesar de haberlo
intentado denodadamente por más de tres años, que era el lapso mínimo exigido
por la Iglesia. Algunas prostitutas de Segovia llamadas como testigos y
declararon haber tenido relaciones sexuales con él, por lo que la falta de
consumación del matrimonio se atribuía a un sortilegio. Se alegó "impotencia
perpetua específica" de Enrique, lo cual suponía que sólo era impotente
cuando de Blanca se trataba. En diciembre de ese mismo año, el papa Nicolás V
corroboró la anulación con la bula Romanus Pontifex y dio la dispensa
pontificia para un nuevo matrimonio de Enrique con Juana, la hermana del rey de
Portugal.
El
28 de febrero de 1462, Juana tuvo una hija, también de nombre Juana, cuya
paternidad fue puesta en tela de juicio. Se decía que la niña era hija de
Beltrán de la Cueva. De allí que pasara a la historia como Juana La Beltraneja.
Sin
embargo, Enrique convocó Cortes en Madrid, para que la juraran como princesa de
Asturias. El lío estalló cuando Juan Pacheco, marqués de Villena, y su hermano
Pedro Girón, maestre de Calatrava, fueron desplazados del poder por Beltrán de
la Cueva, que generó que los Mendoza pasaran a apoyar al rey. Pacheco enfureció
y conspiró para eliminar la influencia de Beltrán, apartar a Juana de la
sucesión y custodiar a los hermanos del rey para usarlos políticamente. Para esto,
Pacheco inició una campaña de deslegitimación del rey, poniendo en duda la
paternidad de su hija. En mayo de 1464 se constituyó la Liga en Alcalá de
Henares pidiendo el control de los hermanos del rey, a los que se referían como
legítimos sucesores del reino.
A
la Liga se le fueron incorporando otros nobles importantes, incluso el rey Juan
II de Aragón. En septiembre se escribió un manifiesto en Burgos, en el que se
hacía culpable a Beltrán de las calamidades y se exigía que Alfonso, el hermano
del rey, fuera reconocido como heredero, y fuese educado por Juan Pacheco. Así
Juana quedaba ilegitimada como sucesora. El rey cedió a las exigencias de la
Liga y se avino a negociar. El 25 de octubre, en las vistas de Cigales fue
alcanzado un acuerdo, y Enrique claudicó ante las exigencias de la nobleza:
Alfonso fue entregado a Juan Pacheco y fue jurado como heredero el 30 de
noviembre, con la condición de que se casase con Juana. Juan Pacheco recuperó
su poder, Beltrán de la Cueva fue alejado de la corte y Alfonso recuperó el
maestrazgo de Santiago.
El
16 de enero de 1465 se dictó la Sentencia arbitral de Medina del Campo, con el
rey debilitado por la ausencia de Miguel Lucas de Iranzo y de Beltrán de la
Cueva. Sus capítulos incluyen una serie exhaustiva de medidas de gobierno, como
la organización de las cortes, la justicia a aplicar a los nobles, el control
de las ferias, los nombramientos de cargos eclesiásticos, medidas contra
musulmanes y judíos, etc. Enrique no acepta las medidas y el 27 de abril del
mismo año sus adversarios proclaman rey a Alfonso. El 5 de junio siguiente se
ratificó la proclamación con una ceremonia llamada Farsa de Ávila. Alfonso
tenía entonces la edad de 11 años. Se levantan así dos ejércitos pero las
acciones militares se intercalan con las negociaciones: Enrique hace concesiones
a sus partidarios e intenta ganarse a sus adversarios. Como parte de estas
negociaciones se ofrece el matrimonio de la infanta Isabel con Pedro Girón,
aunque éste moriría antes de que pudiese celebrarse la boda. Los nobles se
enfrentaban además entre ellos y las ciudades y villas revivieron a las
Hermandades con el fin de intentar imponer un cierto orden.41 Dentro del
desorden general, hubo abusos por parte de las hermandades, y ataques a
conversos. En 1467, tenía lugar la segunda batalla de Olmedo entre partidarios
y adversarios del rey, de la que salió favorecido. Sin embargo, perdió Segovia,
sede del tesoro real y una nueva tentativa de acuerdo lo llevó a entregar a su
esposa Juana como rehén, lo que más tarde lo perjudicaría pues la reina había quedó
nuevamente embarazada durante su cautiverio.
El
5 de julio de 1468 murió Alfonso, que había reinado unos 3 años. Para los que
no aceptaban a Juana como heredera, la sucesión pasaba entonces a Isabel. Como
eran mujeres, se insistió en ilegitimidad de Juana. Isabel rechazó tomar el
título real, sino el de princesa y Enrique, ante la conducta de la reina,
prefirió negociar. Así, en 1468, Enrique e Isabel firmaron un acuerdo que se
conoce como el Tratado de los Toros de Guisando, por medio del cual Enrique
declaraba heredera a Isabel, reservándose el derecho de acordar su matrimonio,
y todos los nobles, de uno y otro bando, renovaban sus juramentos de lealtad al
rey. La razón esgrimida para dejar a la infanta Juana de lado no era tan sólo
la posibilidad que fuera hija de Beltrán. Se puso en duda la legalidad del
matrimonio de Enrique con Juana y infidelidad durante su cautiverio. Enrique
debía divorciarse de su esposa, según el tratado, pero no llega a iniciar los
trámites. Enrique intentó casar a Isabel con Alfonso V, rey de Portugal, y a la
infanta Juana con algún hijo de Alfonso. Pero Isabel se casó en 1469 en secreto
en Valladolid con Fernando de Aragón, hijo del rey de Aragón. Enrique consideró
que con esto se violaba el tratado y proclamó a su hija Juana como heredera al
trono, jurando públicamente que era hija legítima. Le repuso el título de
princesa.
El
reino cayó en la anarquía. Isabel y Fernando aprovecharon las circunstancias de
la debilidad del reye y en noviembre de 1473, Andrés Cabrera, mayordomo del rey
y alcaide del alcázar de Segovia, negoció la reconciliación entre el rey y su
hermana, para evitar que Juan Pacheco se hiciera con el control del tesoro del
alcázar de Segovia. Entre finales de diciembre y comienzos de enero de 1474, el
rey se reunió con Isabel y Fernando. Hubo amabilidad pero no se concordó que
Isabel fuera su sucesora. Al poco tiempo, el rey enfermó. Se decía que había
sido envenenado. Murió en diciembre. Se produjo el enfrentamiento entre quienes
apoyaban a Isabel y quienes eran partidarios de Juana la Beltraneja. La
cuestión de si Enrique era realmente impotente y de la paternidad de Juana no
está clara aún. Sus partidarios insistían en que sí era capaz de mantener
relaciones sexuales, pero su impotencia fue pregonada a los cuatro vientos por
sus detractores.
Isabel
fue coronada reina. Juana La Beltraneja pasó el resto de su vida reclamando la
corona.
Por
cierto, abundan las historias sobre las relaciones amatorias del rey Enrique,
con varias señoras, entre las cuales destacan Catalina de Sandoval, Guiomar de
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