Elemental, mi querido Watson

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   De niño, en el Santiago de León de Caracas, estábamos obligados los días viernes a sacar un libro de la biblioteca, el que quisiéramos, debíamos leerlo durante el fin de semana, y luego comentarlo en alguna pequeña nota o en el salón de clases. Así, poco a poco, Rafael Vegas nos enseñó a los santiagueños de aquellos tiempos el hábito maravilloso, mágico, de la lectura. Costumbre que permanece sanamente hasta el día de hoy. Uno de esos libros que me llevé era una suerte de enciclopedia donde había un capitulo que me llamó mucho la atención. Un capitulo sobre Sir Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes.

Conan Doyle
Conan Doyle

Conan Doyle era médico, y él comentaba en ese artículo que quien le había inspirado para el personaje de Sherlock Holmes era su profesor de anatomía. Decía que el profesor de anatomía era un hombre muy perspicaz, y explicaba cómo el cuerpo humano dice muchísimo de la persona que lo habita sin tan siquiera ella hablar. Contaba entonces Conan Doyle que un día, en una de las clases, el profesor hizo llamar a un paciente, le invito a que entrase en el salón de clases y le dijo: “Usted es marinero, recién acaba de bajar del buque luego de una travesía y evidentemente usted trabaja en las máquinas”. El hombre quedó sorprendido: ¿cómo sabe usted tanto de mí? “Puedo saber mucho más, pero es lo que apenas he visto en estos escasos segundos”, respondió el profesor. Luego se explicó: “Usted acaba de bajar del mar porque camina con ese bamboleo típico de los marineros que, después de pasar mucho tiempo navegando, cuando bajan a tierra, la tierra firme se les mueve. De allí su bamboleo. De eso no hay ninguna duda. Y usted trabaja en máquinas por las callosidades que tiene en la manos, y además sus manos, por más que usted ha venido muy limpio y aseado a esta reunión, tienen ese tono oscuro que produce el apretar los resortes, tornillos y palancas de estas máquinas”. Recuerden que estamos hablando de finales del siglo XIX.

  Esa anécdota me impresionó mucho. Claro, antes le había impresionado muchísimo más a Conan Doyle quien, a partir de allí, decidió inventar a su Sherlock Holmes. Un personaje con una capacidad deductiva extraordinaria, que podía ver esas señas que están allí,  evidentes, a la vista de todos, pero que por falta de entrenamiento nunca logramos ver.

  Sherlock Holmes, el primer gran detective de una larga serie de maravillosos dectectives, es un personaje singular. Es, por ejemplo, el personaje de ficción que ha sido llevado más veces al cine. Impresionante la cantidad de películas que se han hecho sobre él,  inclusive ahora que tenemos un Sherlock Holmes más atlético que deductivo, interpretado por Robert Downey Jr,  o el mismo  Benedict Cumberbatch (quien recientemente estuvo nominado a Mejor Actor por Imitation Game) hizo el año pasado otro Sherlock Holmes.

Benedict Cumberbatch en su papel de Sherlock Holmes
Benedict Cumberbatch en su papel de Sherlock Holmes

Pues bien, ahora acusan que Sherlock Holmes, según leo en una historia que publica el abc.es, es un plagio. Acá lo que nos cuentan es que: “Sir Arthur Conan Doyle se habría inspirado demasiado en “Maximilien Heller”, novela del escritor francés Henry Cauvain, aparecida dieciséis años antes en Francia que “Estudio en escarlata”, primera obra del ciclo de Holmes.”

  Y para apuntalar esta idea nos dicen que el héroe Maximilen se hace acompañar por un doctor, es drogomano -como saben Holmes era aficionado al opio – y además tenía una capacidad deductiva extraodinaria.

  A estas alturas no sé si tenga mucho sentido esa discusión. Prefiero quedarme con la anécdota que leí en mi infancia sobre el profesor de anatomía del doctor Conan Doyle. Pero, para no dejar las cosas en el aire, lo que hay que preguntarse es: ¿por qué el personaje Maximillien Heller de Henry Cauvain no tuvo más éxito? ¿ Y por qué Sherlock Holmes sigue allí, intacto en los libros que se siguen imprimiendo y en las películas que, por lo visto, siguen siendo atractivas tanto para cineastas como para el gran público?

  La respuesta: elemental, mi querido Watson.

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