Guataca Nights NY: La conquista vocal de Ximena Borges

Publicado en viceversa

Por: Juan Luis Landaeta

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Ya el verano permite que las puertas del Subrosa Bar estén abiertas. Con una luz nítida y la amenaza fugaz de una tormenta en el cielo, la “noche” del instituido martes de Guataca estaba por dar paso no a un vendaval, ni una llovizna, sino a un territorio. Un espacio proclive a la vibración y la experiencia sonora. Una sílaba es una unidad de sonido, pero una nota es a su vez una cápsula. La cantante y compositora Ximena Borges estaba por invadir el espacio interior de cada uno de los presentes con su voz. Ese hilo que se enciende de manera abrupta y virtuosa. El corsé típico del bel canto cede ante su escena libre y vanguardista. Con varios micrófonos esperándola en el escenario empezó la sexta Guataca Nights New York.

El eje central de la propuesta de XI.ME.NA es su voz. Por ello, la zona del escenario está especialmente amplificada. Un conjunto de micrófonos y equipos componen buena parte del decorado. Es por ello que apenas presentada, lo primero que se alcanza a oír es el movimiento de los pliegues de una enorme falda de plástico de pintor. Segundos después, un inicio de onomatopeyas se convierten en el loop de un ritmo.

El fondo del telón rojo parece contener su ansia. Otra voz más grave y también suya, da paso a la especialísima percusión de Mike Ramsey. Escuchamos Summer Time. Las dos manos de la cantante acompañan cada nota y hacen que al unísono, cada palabra se mueva con su propio cuerpo. De forma mínima, el metal de un platillo en la percusión brilla entre sus voces. Varias. La propuesta suma tonos como seres. No se sabe si frente a nosotros está una mujer o el coro entero de un bosque. There´s nothing.

Decía Atahualpa Yupanqui que la guitarra conocía el sonido de los pájaros desde que está en el campo. Pensé en eso cuando vi a Jessica Meyer, violista invitada, empezar la segunda pieza de la noche con unos golpecitos a la viola. High Moments sería la primera de varias piezas que las dos artistas compartirían durante el concierto. Para este recorrido, la voz de Ximena, más suelta, emprendió decididamente un cambio hacia la altura. Sus manos parecían atisbar algo que no veíamos. Luego de que la viola sirviera como un pequeño tambor, se abrió entre ambas un valle de evocación lírica. Un vuelo. El solo de viola y la invitación fly me llegaron a dos tonos alados, acompasando la voz y las cuerdas. Sin turbulencias, ese ascenso llegó a la armonía.

Meyer, con la viola en sus manos, explicó brevemente que ese instrumento no es un violín y que no solo es ideal para canciones tristes y melancólicas. A ella le gusta el groovy sound. Sin más, cruzó el arco y empezó a establecer con pequeños toques repetidos, una trama. La repetición quedó en el ambiente hasta que un arrebato lo suspendió con fuerza, sacudiéndonos. El Subrosa quedó imbuido con su viola, que a diferencia del cello o el violín, no suele ser protagonista de los solos. El pasaje de Source of Joy continuó con Declaration, compuesta por Ezequiel Borges, hermano de la cantante. Con el sonido de un órgano de fondo entre ráfagas, un golpe de aire en el micrófono persiguió a otro. La reincorporación de la percusión se sintió con el uso de un golpe muy grave, como de inmensa vasija de barro. Vibró el piso. Soñar, soñar, navegar. No quiero vivir así, no quiero vivir así. Las manos de Borges, iluminadas, conformaban en lo alto, una danza propia.

Es muy difícil situar la propuesta de Ximena Borges dentro de “una” o “ciertas” características propias de alguna región. Para ella, la música es un gesto. Su innovación no radica en la sofisticación de sus equipos ni en el alineamiento con una banda. Se trata de un sentido primigenio. Usa como expresión del ser, su instrumento interno.

Con esa premisa recorrió dos piezas venezolanas típicas: el Pajarillo y la Tonada de Luna Llena. En ambas transmitió su vastedad. El aire llano. Sus tonos fueron un eco claro de aquella extensión del sur del continente. La viola acompañó el sentir extenso de ambos pasajes. Una garza mora dándole combate a un río, una patria (las muchas, todas) en unas pocas notas sostenidas. Lo esencial es invisible a los ojos. Por eso fue tan fácil encontrar a los presentes cerrándolos, dejándose atravesar por la lectura que Borges hizo de ambos temas.

El segundo set de la noche empezó con la proyección del video WannaBe, donde hombres y mujeres se mueven, contorsionan y bailan dentro de una enorme caja por las calles de Manhattan. El concepto, abordaba desde una coreografía de Jessica Taylor, los supuestos límites entre cómo debe moverse una mujer y cómo debe hacerlo un hombre. Ese espacio de “encierro” que puede implicar la identidad de géneros.

Para este momento de la noche, Ximena anunció que vendría una secuencia de temas más largos. La mayoría de las composiciones presentadas son fruto de su trabajo reciente, explorando, componiendo. Estos pasajes de mayor duración la ayudar a asentar su propuesta estética, ese ámbito exploratorio entre el registro vocal y el collage sonoro. Fever, fever when you kiss me que terminó con un solo de percusión, dejó seducida a la audiencia y aumentó la fiebre. La voz de Borges no conforme con impresionar, seduce.

Además de Nueva York y Caracas, la cantante tiene una fuerte relación con Berlín. Comenta que su aire un poco oscuro, a drama, la cautiva. Es esa atmósfera la que recorrió Roaring Sea y Chanting, levantando mucho unas manos que alcanzadas por el foco, dibujaban una postal precisa de sílaba a sílaba.

Jessica Meyer tomó de nuevo el micrófono para explicar que desde muy temprano en su academia, Julliard, los profesores retaban a los alumnos en medio de una práctica a que se pusieran de pie y ejecutaran su propio solo. Con ese espíritu empezó No Filter un hermoso solo con aires de blues en un principio. Una vez más, la madera del instrumento de cuerdas sirve y se convirtió en tambor. La pieza ofreció un enfado ejecutado con destreza. Justo para el final, se clavó el canto agudísimo de Ximena, como Meyer había previsto. De seguida, Corners cierra la fase del Berlin style con una rica experiencia sonora. Volvió el sonido grave como de jarrón. Al terminar, Mike Ramsey aclaró que ese “golpe” proviene de una percusión traída de Ghana: el gun gong.

Ha sido un año muy movido para la cantante y compositora. A punto de dar grandes pasos en su vida (compartió con el público varios de ellos) decidió cerrar la noche con una cumbia muy popular, adaptada a su propio estilo. Luego de traducir “burra negra” y “yegua blanca” para quienes no conocieran la canción se despidió con la versión XI.ME.NA del estribillo ¡Ay yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas…! Pudiendo ser acompañado el ritmo con las palmas y consiguiendo, para el cierre de su concierto, la simbiosis perfecta entre la vanguardia y la tradición de su canto.

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