Historia del Quinteto Contrapunto (3)

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Imagen 3  En nuestro navegando del día de ayer, Domingo Mendoza, hace un dibujo del carácter de Morella Muñoz, le define como “tormentoso”, además dice “era una diva que venía de Europa”. Y había un problema, y es que ni ella ni Sevillano, el otro divo,  conocían a Rafael Suárez, a la sazón el arreglista, el verdadero cerebro que armaría toda esa estructura, toda esa arquitectura del Quinteto Contrapunto.

  A propósito del encuentro entre Morella y Fucho, escribe Domingo Mendoza:  Ella de un carácter de muy porque sí, exquisitamente arrogante y profesional,  y Fucho, aparte de que no era cantante nada, era un guaiquerí  tranquilo, escurridizo y descaradamente impredecible, que adolecía, de ñapa, de una humildad desmesurada y casi enfermiza. Al coincidir la indiez de éste con la presencia desbordada e imposible de ignorar de Morella, todo empezó a crujir, pero el sismo que se produjo creo más bien, al sedimentarse los caracteres, una armonía fantástica tan perfecta como inconcebible y el sueño se salvó.

  Recuerdo también, dice Domingo Mendoza, la terrible indecisión de Fucho para aceptar la proposición que le hiciera una noche con respecto a la formación del Quinteto. Cierta incomodidad o desajuste íntimo lo consumía, y no era otro motivo que su incorregible modestia, que lo llevó hasta la exageración de confesarme que se sentía incapaz de hacer arreglos para cinco voces. Increíble, sobre todo cuando el producto de esa “incapacidad” es hoy modelo de cómo debe tratarse la música popular, y será mañana himno y bandera musical de un pueblo.

  Algún tiempo después, cuando Morella empezó a conocer a Fucho y a penetrar realmente el mundo de su timidez me comentaría, “te doy las gracias Domingo por haber pensando en mí para integrar el Quinteto, ese amigo tuyo es un músico cabal, sus arreglos son creaciones de alta jerarquía musical y lo respeto profundamente. Tu tenías razón”.

  En efecto, Fucho Suárez fue un gran músico, un músico cabal.

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