Tonadas De Ordeño – Soledad Bravo

Esta semana, hemos navegado con aproximaciones al blues muy peculiares, desde el tango y el bolero. Pues ahora los voy a llevar a una variante distinta e insólita: la tonada. Sí, la tonada del llano venezolano.

Bettsimar Díaz, la hija de Simón Díaz que mucho estudió la tonada, decía que la tonada es como el blues: es un canto que no tiene público, que no tiene auditorio. El que ordeña la vaca, le canta a la vaca, y la vaca nunca le respondió. El blues es un canto de trabajo en solitario originalmente, es alguien que canta para acompañar su lamento mientras en soledad va trabajando.

En diciembre de 1984, me tocó el honor de ser productor de un disco de Soledad Bravo. Lo hicimos en Nueva York y con la complicidad Jorge Dalto, quien era el arreglista, logramos montar todo un trabuco para grabar el disco. El bajista era nada menos que el gran Eddie Gómez.

Soledad quería incluir en el repertorio varias tonadas, tonadas de Simón, tonadas del Indio Figueredo. Así que las reunió bajo el título de “Tonadas de Ordeño”. Ella, por alguna razón, no puede cantar la tonada originalmente si no es acompañándose con la guitarra. Entró al estudio y cantó las tonadas ella solita con su guitarra. Cuando sale, nos dice que quiere que trabajen con eso, y el arreglista – Jorge Dalto – nos miró a todos y dijo: “yo creo que eso está perfecto, a eso no hay que agregarle nada”. Airto Moreira, que era el baterista,  también dijo que estaba perfecto no había que agregarle nada. João Leitão, el guitarrista brasileño, también se muestra de acuerdo, y en ello coincidió también Eddie Gómez.

Soledad se le acercó entonces a Eddie y le dijo: “mira Eddie, yo quiero que tú entres en esa música. Te voy a contar: esa tonada es como el blues nuestro”. Esto lo decía Soledad en el año 84, lo mismo que mucho después, no hace mucho tiempo atrás, reveló Bettsimar. Soledad continuó: “para mí eso es un blues, ese es el blues. Piensa no en la tonada, sino piensa en un blues. Y entonces, haz tú con tu contrabajo lo que quieras”. Tentado por estas palabras, Eddie Gómez entró al estudio, se puso los audífonos para escuchar lo que había hecho Soledad, verificó el tono y un par de armonías, y en una toma única soltó esa joya que ustedes van a escuchar ahora, porque aunque no lo crean, la tonada de ordeño también es un blues.

Soledad Bravo, Eddie Gómez, ¡ah! Y después de eso, Jorge Dalto puso unos colores con los teclados, Airto Moreira puso pajaritos con la percusión. En fin, la maravilla.

Escuche también:Danza Ñañiga”, de Omara Portuondo

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