No es la familia, es el país

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En el mismo escenario, en el mismo hemiciclo donde alguna vez estuvo el poeta Andrés Eloy Blanco, entre tantos otros grandes y brillantes oradores, en la tarde del martes 22 de noviembre se escuchó esto:

“Nosotros podríamos decir antes esta vileza, ante esta bajeza que lo que hay contra estos muchachos es una coño’emadrada y ustedes son cabrones de eso”.

El que habló y soltó esas flores en defensa de los sobrinos Flores fue el diputado Pedro Carreño. Eso ocurrió en la sesión de la Asamblea Nacional cuando ésta decidió investigar el tema de los sobrinos declarados culpables de narcotráfico por un tribunal de los Estados Unidos. Tocar ese asunto descolocó por completo al oficialismo. Tan es así que decidieron salir, darle una patada a la mesa de diálogo. La noticia la dimos en el programa pasadas las 8 de la mañana. Era un hecho en ese momento que la mesa se había roto, que el gobierno se levantaba y que no quería negociar absolutamente más nada. El caso de los sobrinos había estremecido como un terremoto al régimen.

“Muéstrame el pasaporte, muéstrame el avión, muéstrame la droga, muéstrame algo que evidencie que esos muchachos efectivamente estaban traficando drogas. Yo creo que es un montaje y están secuestrados. Hasta que se demuestre lo contrario, no he visto ninguna prueba”. Esto lo dice el diputado Héctor Rodríguez, jefe de la bancada chavista, hablando como si fuese el juez al que tuvieran que evidenciarle algo. En todo caso, la argumentación de que “están secuestrados” no tiene ningún sentido. ¿Por qué iban a secuestrar a esos pobres angelitos, según el criterio de Pedro Carreño? Sencillamente, les agarraron en el delito.

Pero el asunto va más allá. Diosdado Cabello, quien fuera mencionado en algún momento en el juicio, se ha manifestado de la siguiente manera: “Toda mi solidaridad absoluta hacia Cilia Flores y Nicolás Maduro por el ataque que tiene esta gente contra ellos”. Acusó Cabello a la oposición de no respetar códigos de ética política porque la familia no se toca. Dice: ”Es muy peligroso meterse con familiares de chavistas”. ¿Qué tipo de amenaza puede es esa, Cabello? Y ratifica el mismo argumento de Rodríguez: “Están secuestrados los muchachos”.

Pero los muchachos son mayores de edad y delinquieron, y un juzgado en los Estados Unidos, donde la justicia es realmente autónoma, los encontró culpables. Ya vendrá la sentencia que puede ser desde 10 años de prisión hasta cadena perpetua, dada la gravedad del delito.

No se trata de meterse con la familia de nadie. El problema es que en el juicio quedo evidenciado que estos jóvenes, vinculados de manera cercana y directa con la pareja presidencial, utilizaron la Rampa 4 del aeropuerto de Maiquetía, por donde despega el presidente. Alegaron tener garantías de impunidad ante cualquier circunstancia, inclusive ante las Fuerzas Armadas. Usaron un avión del estado, en fin. Hay demasiado alrededor del delito que tiene que ser investigado, no solo por la Asamblea Nacional sino también por la Fiscalía General venezolana, porque esto indica que algo está funcionando muy mal dentro del país, dentro del Estado. De manera que no es meterse con la familia de nadie, es meterse con el país de todos. No es un problema privado, es un problema nacional. En definitiva, si fueran muchachos de bien, entonces no tendrían cómo secuestrarlos en el vil imperio.

Ahora, ¿qué pasó con la mesa? Por el arrebato no se duda que, en efecto, se levantaron. Pero levantarse de la mesa era evidenciar que internamente la cosa estaba muy mal, y perdían credibilidad y respeto ante la comunidad internacional y, sobre todo, ante el Vaticano. El mismo que había dicho con vehemencia que de la mesa no se para nadie, en menos de 48 horas después terminó parándose de primero. Tuvo que apurar sus gestiones Rodríguez Zapatero (¡Esto es una locura, hay que quedarse sentados a como de lugar!) y correr hacia Miraflores para que luego, como si no se hubiese roto ni un plato, tratando de recoger el agua derramada, lograse la declaración de Maduro: vamos a seguir con el dialogo, aquí nunca nadie se ha parado. Pero la palabra del presidente cada día vale menos, su credibilidad está cada día más frágil y resquebrajada.

Ojalá, por la decencia y dignidad del país, no se repitan escenas tan lamentables como la de Pedro Carreño en la Asamblea Nacional. Ojalá, por la decencia y dignidad del país, no tengamos más venezolanos culpables de narcotráfico en los Estados Unidos.

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