Aquí estamos – Fernando Rodríguez

Por: Fernando Rodríguez

A esta hora, media mañana del segundo día de paro cívico, escribimos sin saber lo esencial que ha de suceder en los próximos días. Acontecimientos que podrían ser muy grandes para el destino de todos, para bien o para mal. Me refiero a si va a haber o no elecciones para la constituyente que pretende asesinar la república. La verdad sea dicha es que, consultadas fuentes ordinariamente informadas, me temo que nadie tiene en este momento esas ansiadas certezas. De manera que usted lee hoy domingoun momento del pasado y quizás el único interés que tenga sea saber cómo se mueven muchas cosas en política, aun en las más vitales coyunturas.

El dilema mío es más o menos así: en mi artículo del domingo pasado osé pronosticar que el crimen sería perpetrado, que elecciones habría para la más canalla, alevosa y falaz de las tretas que gobierno alguno haya hecho por estos lados, para perpetrarse en el poder y así proteger un grupo de delincuentes cívico-militares que no tendrían vida en un régimen decente y democrático. Dejaba una mínima posibilidad de una solución pacífica a la luz de los amables encuentros de Zapatero y Leopoldo López que algo debían significar, y significan sin duda así yo no tenga claro sino algunas apariencias, más allá de la amabilidad y los desayunos seguramente bien servidos. En estas oscuranas, que también habría que aclarar un día (la verdad es luz decían los Ilustrados) supuse que era bastante saber. Y bastante trágico porque suponía que mucho le iba a costar a esta malherida república la consumación de la monstruosidad.

Pero de improviso surgieron dos hipotéticas salidas al desbarrancadero. De fuentes muy serias como se dice, no de tuiteros ociosos o esquizoides, que afirmaban que había una solución transada en puertas, o mejor ventanas. Una aludía al TSJ, la Sala Electoral, que iba a postergar la elección el tiempo suficiente para que se abriera el diálogo que el país y el mundo clamaban a gritos. Lo del TSJ, que cuestionaría al CNE, era un ardid para preservar el orgullo, comillas claro, de Maduro. La otra venía de las conversas gobierno-oposición, que si bien andaban atascadas quedaba una posibilidad, bastante pequeña, para hoy (jueves) o mañana de que se llegara a alguna tregua. También siempre alguien habla de golpes de cuartel, pero sin mayor sustentación. Aceptar o negar esas posibilidades, repito lo de la seriedad presunta, era demasiado riesgo. Total que no hago otra cosa que un circense miniviaje en el tiempo, a lo Wells, del presente al futuro. Hoy domingo ni yo, ni ustedes, ni el país seremos los mismos.

Con las debidas excusas por el pecado de periodismo “oportuno”, me permito decir algunas cosas que creo son válidas para sapos y ranas. Primero, para cerrar el círculo, que a pesar de conocer de la diplomacia y sus necesarios secretos, un pueblo debe estar medianamente informado de lo que atañe a su destino, crucial e inmediato. Y no lo está desde lo que se conversa y sus resultados a la furia de Ledezma pasando por viajes a Miami y otros enigmas, demasiados para la ansiedad diseminada.

Pero por otra parte creo, y es lo fundamental, que hoy domingo no termina nada, comienza una batalla. Sea cual fuese el escenario, a lo mejor son varios. Y que hay un pueblo que ha aprendido que son muchas las maneras de luchar, entre otras cosas, que negociar es una de ellas, posiblemente casi siempre la mejor. Pero también que el enfrentamiento no puede ceder nunca ante la villanía y la crueldad humana. Que estamos aquí dispuestos a continuar enfrentando los desafíos de los más sórdidos súcubos de la historia.

Y sobre todo tengo una verdadera convicción que consiste en que esta revuelta por la libertad tiene bases muy materiales que la satrapía no va a modificar y que el miedo y el amor por la dignidad cívica le han ganado a la pasividad y el individualismo. Que somos una causa colectiva que va a saber triunfar.

 

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