Del «como sea» al «como debe ser» – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Harán bien los analistas en evaluar con ojo clínico la escena. Lamk9HMijk_400x400 circunstancia no es ni por asomo comparable a la de años anteriores. Yerran quienes así lo piensen y tomen decisiones con base en experiencias de procesos de consulta popular realizados en años que ya no son sino historia, agua que corrió bajo el puente.

Esto no es ya un problema de un mal gobierno. Es una crisis sistémica. El Estado le falló a la Nación. Y el Pueblo, harto de tanta penuria, de tanto engaño y desprecio, reacciona. La avalancha de firmas habla de un Pueblo que exige y demanda respeto a sus derechos. Esto va mucho más allá de una protesta. Es mucho más que acatar lo que diga la letra de una constitución. Esto es la única forma en la que la sociedad se rebela contra la farsa. El Estado, repito, le falló al Pueblo. Le falló en todo. Le incumplió. En mínimos estándares de salud, en abrirle espacio a la educación de calidad que le permitiese la efectiva movilidad social en un mundo global cada vez más competitivo en el que no cabe la mediocridad y el pobrecitismo, en brindarle la elemental seguridad para existir, en proveerle energía para trabajar, techo para cobijarse, penalización a los delincuentes y protección a los Inocentes, leyes auténticamente democráticas para progresar. El Estado le falló al Pueblo. Le mintió, le estafó, le robó. Falló el Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Electoral y el Ciudadano. Le falló al Pueblo toda la estructura que permitió y acolitó la creación de un militarismo degradante y caudillesco. Falló PDVSA, empresa a la que el Pueblo le entregó las joyas de la corona y hoy es un rastrojo. Falló el Banco Central, convertido en vulgar manejador de dinero devaluado que ni tan siquiera supo ser custodio de lo que se le entregó en indiscutible monopolio; falló estrepitosamente el TSJ, que no sólo no ofrece garantías de mínima justicia a los ciudadanos sino que fabrica interpretaciones jurídicas claramente  obsecuentes, rendidas al deseo de poderosos. Y qué decir de cómo y cuánto falló la Contraloría, al lavarse las manos en un acto contemplativo de corruptelas nauseabundas. Falló un organismo electoral dirigido por gente que ni siquiera disimula su pleitesía. Y la más joven de las instituciones, la Defensoría del Pueblo, títere de los otros poderes públicos. Es, en resumen, un Estado fallido. Que se mira ahora cara a cara con un Pueblo que no se la cala más y que con la firma de planillas dice ¡basta!

Así las cosas, esto de ahora no es una punta de fiebre. No es un gobierno incompetente al que hay que despedir. El sistema entero se tambalea. Los poderosos harán bien en entender que caminan sobre una cuerda floja bajo la cual no hay red de seguridad. Dar de gritos destemplados en medio de un colapso sistémico sólo agrava la enfermedad. Que el gobierno se defienda del Pueblo es un disparate de proporciones estratosféricas. Poner barreras a su salida es hundirse más en el espeso  fango en el que ya patalea.

El sistema, como cualquier organismo, se defenderá. Pero los estragos pueden ser mayores de los que ya hemos palpado. Se defenderá porque el Sistema priva sobre el Estado. Y si para sobrevivir  el Sistema tiene que pulverizar al Estado, lo hará sin miramientos. Está en su instinto de supervivencia.

La idiotez de algunos no puede pisotear la sensatez de millones. Un Presidente que enarbola como estandarte de lucha política un patético «como sea» se arriesga a que el Pueblo lo saque con un «como debe ser».

Escribo sintiendo por igual angustia y esperanza. Quiero creer que el Sistema va a entender la sensatez del Pueblo. Pero igualmente temo que el Sistema esté ya tan y tan enfermo que no pueda activar sus cuadros inmunológicos.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes