El lado feo de la sociedad civil

Por: Sergio Dahbar

Bajo el influjo de Boris Muñoz, oí hace algunos años una clase ejemplar del historiador, escritor y profesor británico Niall Ferguson, autor de Civilización, El triunfo del dinero y La guerra del Mundo. Ocurrió en Cambridge. Fue inolvidable, por la elocuencia de Ferguson y la devoción de los alumnos de Harvard ante sus puntos de vista.

Ahora Debate publica La gran degeneración, Cómo decaen las instituciones y mueren las economías (2013), volumen breve (204 páginas) para el tamaño regular de sus libros, que reúne parte de las conferencias que dictó Ferguson el año pasado en la BBC.

Son cuatro textos polémicos, como muchas de sus ideas, que parecieran escorar en las orillas de la derecha más conservadora y sin duda convertirse en una línea de sombra contra la administración del presidente Obama. Hay que leerlo para discutirlo.

Ferguson plantea que el gobierno representativo, el libre mercado, el imperio de la ley y la sociedad civil, fueron los pilares de la evolución de Occidente desde 1500. Hoy esos cimientos están en crisis. A Ferguson pareciera enervarlo la pasividad de las sociedades contemporáneas. Quizás tenga razón.

Al mismo tiempo que leía La gran degeneración, visité el Parque Cultural Hacienda La Trinidad, conocido como Los secaderos, uno de los espacios verdes de recreación más bellos que ofrece Caracas, con galerías de arte, cafés, librerías…

Como creo en el poder de las sincronicidades, me llamó la atención una pancarta que colocaron los vecinos de La Trinidad en la entrada del Parque Cultural. No están de acuerdo con las actividades que se producen en ese espacio. Ya en el pasado protagonizaron una descomunal tranca para mostrar su desacuerdo.

Entonces recordé unas líneas que cita Ferguson de Alexis de Tocqueville, el sociólogo francés que visitó Estados Unidos en su juventud y escribió Democracia en América, recientemente reeditada por el sello Trotta en España, en una edición crítica ejemplar.

La idea de Tocqueville cuenta con estas palabras: “Retirado cada uno aparte, vive como extraño el destino de todos los demás, y sus hijos y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana: se halla al lado de sus conciudadanos, pero no los ve; los toca y no los siente; no existe sino en sí mismo y para él sólo…’’.

Tocqueville publicó por primera vez su Democracia en América en 1835 y 1840. Y predijo acontecimientos que finalmente tuvieron lugar: la abolición de la esclavitud, o que habría un enfrentamiento en forma de guerra civil.

Advirtió la aparición de dos potencias, Rusia y Estados Unidos, así como la tensión existente entre ambas: lo que hoy se conoce como guerra fría.

Y llamó la atención sobre la dictadura de las mayorías, el despotismo popular, la violencia partidista y la subordinación de los más capaces bajo los prejuicios de los ignorantes, entre otras cosas lamentables. Advirtió todos estos desatinos sociales en el siglo diecinueve, como sauces que tienden su sombra sobre la actualidad.

Alexis de Tocqueville era muy joven cuando visitó Estados Unidos, lo acosaron los mosquitos y más de una noche la luna cautivó su atención mientras oía cantos indios. Algo de poeta tenía.

A mí lo que me impresiona es su agudeza para mirar al ser humano y advertir su incapacidad para ponerse en el lugar del otro: “no existe sino en sí mismo y para él sólo’’, alertó.

¿Qué les ocurre a los vecinos de La Trinidad, que no pueden percibir y disfrutar Los secaderos de la Hacienda La Trinidad como espacio para la recreación y el esparcimiento, en una ciudad que mete miedo?

Reaparecen en esta ciudad rabietas cuasi adolescentes porque un colegio, por ejemplo, no deja en paz a una urbanización o a un escritor célebre que se encuentra inspirado.

Toda ciudad contemporánea ofrece espacios para el disfrute social, con ritos comunitarios que se repiten, para gusto y regusto de sus habitantes.

En Caracas los vecinos no desean ser molestados en su furiosa individualidad. Que la gente no camine por jardines con sus hijos. Que tampoco se proyecte cine al aire libre.

Mal síntoma, sobre todo después de catorce años de un autoritarismo que se ha reproducido como la hierba mala. ¿Será que ya todos nos enfermamos de la misma intolerancia que cobra víctimas todos los días?

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Un comentario

  1. Tambien me llamo la atencion la pancarta y actitud d los vecinos, pues vivo en el interior dl pais y espacios como ese y los Galpones, son un mas q lujo extravagancia. A veces tener mucho ciega.

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