Faldas, ligueros y conciencias

Por: Alberto Barrera Tyszka

Esto de que un gobierno   que lleva 14 años en el   poder anuncie, de pronto, que necesita «poderes especiales» para combatir la corrupción, suena a peyotazo, a   tripa, a juma, a tremenda trona, camarada. Un gobierno no   puede declararse en emergencia en contra del gobierno. Es   demasiado ridículo, escandalosamente incoherente. Un   delirio, un disparate para el   récord Guinnes. Es como si de   pronto, en la televisión, apareciera el Presidente denunciando que la oposición ha hecho   un desastre en el Ministerio de   Finanzas, no da pie con bola en   el Ministerio de Agricultura, no   está administrando bien la crisis de la salud pública, no termina de construir las viviendas   prometidas y ha implementado un plan de seguridad en el   que han muerto demasiados   ciudadanos inocentes. Nada   tiene sentido. El absurdo se ha   convertido en una ideología.

Por eso esta cruzada persecutoria que repentinamente han   desatado parece, por momentos, una pésima película de   ciencia ficción. Ningún efecto   especial queda a salvo. Las costuras son obvias. Todo resulta   desproporcionado, artificial.

Yo no sé si Primero Justicia ha   cometido o no delitos de peculado. Hubiera esperado, eso sí,   que en el acto de inscripción de   la candidatura de Carlos Ocariz   no estuviera Juan Carlos Caldera, así, como si nada, como si la   historia no tuviera consecuencias. Pero de ahí a sentenciar   que ese partido es una organización criminal y montar un   espectáculo estridente hay una   distancia abismal, un agujero   donde caben completos los 14   años de este proceso.

Esa jerga grandilocuente que   insiste en hablar de la «mafia   amarilla», del «capo» o del «zar»   del «cartel de la derecha», se   desinfla con tan solo recordar   la prudencia, el silencio cómplice o la opacidad, que mantuvo este gobierno ante las   confesiones de Walid Makled   en Colombia. Cuando el narcotraficante comprometió a   varios altos funcionarios, a   quienes aseguró haberles dado   fuertes sumas de dinero, ¿qué   hizo el chavismo? ¿Qué exigió y   gritó airadamente, entonces, el   diputado Pedro Carreño? Nada.

Impidieron el debate. Decidieron que era mejor mirar para   otro lado.

La dirigencia chavista no tiene ninguna autoridad para   cuestionar o acusar a alguien   de corrupto. Mucho menos   para montar un show de cacería. Han hecho un monumento   colosal al fariseísmo, a la hipocresía. Son los paladines de la   doble moral. Los venezolanos   hubiéramos preferido que todos los diputados oficialistas   se pintaran las uñas en vez de   negarse, en su momento, a discutir abiertamente en la Asamblea Nacional sobre el caso de   Pdval. Estamos hablando de   un hecho de corrupción que   dejó más de 130.000 toneladas   de comida dañada ¿Qué dijo el   poder en ese entonces? Cilia   Flores afirmó que se trataba de   un sabotaje mediático ¿Qué ha   pasado luego? Hasta ahora, solo hay 3 detenidos ¿Y cuántos   años lleva demorada la investigación parlamentaria? ¿Por   qué todavía no hay un informe? ¿Cómo pueden invocar la   pobreza y el hambre para luego quedarse callados ante algo   así? Ellos son responsable de   ese silencio podrido.

A los venezolanos nos hubiera   gustado más que todos los diputados chavistas se pusieran   faldas y ligueros en vez de negarnos un debate transparente   y serio sobre el caso Antonini, o   sobre Aponte Aponte o sobre el   audio de Mario Silva. Hubiera   sido más ético, más corajudo,   más masculino. Hubiera sido,   también, mucho más decente.

Pero no lo hicieron. Nunca lo   han hecho. Después de 14 años   de silencio, ahora se rasgan las   camisas rojas, cacarean, pretenden convertir la justicia en   un espectáculo electoral.

Esta semana, desde Petare,   Maduro llamó a una «reacción   nacional de conciencia» en   contra de la corrupción. Pero   lo hizo en cadena nacional, en   un acto oficial, acompañado   por dos candidatos chavistas a   las próximas elecciones. Es decir que usó tiempo y bienes públicos para favorecer a su partido. En un acto de corrupción   llamó a luchar en contra de la   corrupción. Las conciencias   también se prostituyen.

 

 

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