Golpe permanente

Por: Alberto Barrera Tyszka

     Cuando se molesta pierde la gracia. No lo puede evitar. Se le nota enseguida. Por más intentos que hace, no le sale. La sonrisa está torcida. La mueca risueña no convence. El humor se le resiste. Le cuesta actuarlo. Quizás es lo único que no puede fingir.

     Volvió a pasarle en la rueda de prensa de esta semana. No le gustaron las preguntas que le hizo el primer periodista. Trató de disimularlo pero no lo logró. La intolerancia es un impulso voraz. No pudo dominarse: le preguntó por su apellido. Luego por su lugar de nacimiento. Después le preguntó si conocía su programa de gobierno, si tenía hijos, si había leído alguna vez a Carlos Marx…Ante nuestros ojos, se transformó en un interrogador, en un acosador. Parecía desesperado. No pudo controlarlo. Aun detrás de las bromas fallidas, sele veía un ansia, una empecinada necesidad de agredir.

     Recordé en ese momento unas frases que  suele decir con frecuencia y que, también en esa oportunidad, mencionó. Repitió que en 1998 “la revolución se hizo gobierno” pero que, en rigor, la revolución había comenzado mucho antes, el 4 de febrero de 1992.  Sentí de pronto que ése ha sido uno de sus esfuerzos más grandes durante todos sus gobiernos: convencer a todo el mundo de que él no es un golpista sino un revolucionario. De que lo que vivimos no es un proceso de concentración de poder sino un gran acto de amor. Lleva14 años manoseando el diccionario de la historia, intentando cambiar la semántica del país.

     Pero no puede evitarlo. A él también se le ve el bojote. Cuando las cosas no salen como quiere, cuando no dicen lo que desea, entonces amedrenta, castiga, obliga. La Habilitante que acaba de terminar es, a partir de varias de las leyes aprobadas,  una versión de un golpe a un acuerdo democrático, una forma supuestamente “legal” de imponerle al pueblo lo que el pueblo rechazó en el referendo democrático del año 2007.  Así se comporta. Ahora desde el marco de la Constitución. También, en la misma rueda de prensa de esta semana, afirmó que nadie podía impedirle que hiciera cadenas. Fue una burla prepotente.  Todo el país sabe cómo usa las cadenas como espacio de propaganda. Es otro acto de fuerza en contra de la legitimidad. Ya no le importa. El primer síntoma de la enfermedad del poder es la ceguera.
Tal vez el golpismo sea una vocación, una forma de vida. Todo el trabajo que desde el Estado, aprovechando sus recursos y posibilidades, se ha hecho con los militares es otro sabotaje a la institucionalidad. Ponerle tu apellido a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es una intentona. Todo el discurso con el que se construye esta nueva relación es insólito. La pretensión de apropiarse de este sector de la sociedad, satanizando a la pluralidad, es además inadmisible. Imaginemos por un momento lo contrario: el otro candidato está en un estadio lleno de ciudadanos y dice: “Los militares nos odian. Nos desprecian. Yo los he oído. Para insultarse entre ellos usan la palabra civil. Siempre han querido humillarnos”.  Ese discurso sería una gran irresponsabilidad. No solo porque lo que dice es falso sino porque, además, instala el clima afectivo para la solución violenta de las diferencias. Decreta que los golpes son una forma potable de negociación.

     Hacia dónde uno mire, de una forma o de otra, siempre termina delatándose el mismo ánimo, la misma actitud invasiva, belicosa. Esa es la naturaleza del chavismo. Basta cruzar rápidamente sobre las imágenes exteriores más simples: ¿cómo se llama el site más importante de la cultura oficial? “Aporrea”. ¿Quiénes son los modelos que tienen éxito en el universo de las representaciones del poder? Los animadores televisivos que insultan y agreden, aquellos que ejercen el cinismo, que miran a cámara y se burlan en forma directa de la oposición, como si esa en verdad fuera su audiencia, su verdadero público ¿Qué hacen aquellos que quieren desesperadamente imitar al líder? Subir de inmediato la temperatura verbal, apelar a desdén descalificador, hacer de la ofensa al otro un argumento  ¿Cuál sigue siendo el símbolo colectivo más importante y distintivo del movimiento?  El puño que golpea la mano abierta. Con los brazos en alto y en actitud aguerrida. No es un abrazo. No hay en esa imagen ninguna promesa de amor, ninguna mayor suma de felicidad posible.

      Hay algo, sin embargo, que quizás él olvida pero que nosotros no podemos olvidar.  Él no es Comandante en Jefe por un mérito militar.  No tiene un rango sino un cargo. Llegó ahí gracias a la decisión civil y ciudadana, gracias a la alternancia democrática. Ahí respira toda la verdad del 7 de octubre. Los venezolanos, todavía, podemos detener este golpe permanente.

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3 comentarios

  1. Buenas tardes Sr. Rondón, suelo escuchar su programa matutino mientras voy camino al trabajo. En la mañana de hoy me algo me indujo a que le hiciera unas preguntas: usted entrevistaba a un personaje cuando hablaban sobre un tal artículo 68 ….algo que tiene que ver contra la corrupción..acá las preguntas ¿a quien le corresponde ponerle el cascabel al gato?…¿porque alborotan el avispero esperando que sea la opinión pública, aparte de enfermarse oyendo tantas denuncias, sea quien enfrente tales y cuales descalabros? ¿no son acaso ustedes quienes tienen un micrófono en la mano, los que manejan y hacen leyes y luego permiten que se irrespeten?. Considero que en su programa sea menos agitador y perturbador de masa y procurar que se utilicen los medios adecuados para combatir delitos y atentos contra la población. Saludos…Pier Pier Cinefra

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