El hombre que cree en el voto – Sergio Dahbar

Por: Sergio Dahbar

Desde hace algún tiempo le sigo la pista a Norman Lear. Tiene 93 años. Es un judío entrañable, que ha vivido muchas vidas. De niño se enteró -tenía nueve años- que su padre era un sinvergüenza. Lo metieron preso por traficar con bonos falsos por Estados Unidos. En ese momento se produjo un quiebre.

Lear entendió que se había convertido de golpe y porrazo en el hombre de la casa. Y que enfrente tenía a una idish mame que nunca estaría conforme con lo que lograra su hijo. Lloró bastante.

Al crecer, participó en 52 misiones como piloto de combate en la Segunda Guerra Mundial. De regreso de Europa, buscó camino para ganarse la vida como muchos otros ex combatientes en Hollywood.

Y se convirtió en guionista. Debutó en una serie llamada All in the family. Por ahí ascendió su nombre. No solo porque entendió que eso era lo que quería ver en televisión el público, sino porque fue capaz de producir un cambio en la cultura americana, al darle voz a grupos que no estaban representados en la sociedad en el horario de máxima audiencia.

Norman Lear llegó a tener 7 series en el top ten al mismo tiempo. La audiencia que veía sus programas alcanzó 120 millones de personas por semana. Un número mayor que el que ve el Super Bowl una vez al año. Fue admitido en el salón de la fama de Estados Unidos desde el día de su apertura.

Alguien que ya no necesita probar nada, porque había ascendido por el árbol de la vida con una herida en su personalidad (la ausencia del padre), y aún así pudo triunfar en el mundo del espectáculo, entendió en un momento dado que debía cambiar de canal en la autopista. Un giro inesperado. Y lo hizo.

Se convirtió en activista político. Decidió proteger la Primera Enmienda, y pelear por la separación de la Iglesia del Estado. Y creó un movimiento Declare Yourself, para promover el voto entre gente joven. Consiguió 30 millones de dólares, para inspirar a jóvenes entre 18 y 29 años a registrase y votar.

Norman Lear siempre ha tenido a su padre presente. Es una ausencia que no se ha podido quitar de encima. Cuando era niño trataba de distraerse con una radio de galena. Allí sintonizó a un sacerdote irlandés que odiaba a los judíos. Entonces entendió que formaba parte de un pueblo perseguido.

Todas las carencias, las dificultades de su infancia, la tenacidad para sobrevivir en la guerra, el esfuerzo por seducir a una audiencia de 120 millones de personas, movieron algo en su interior. Entendió que hay que lograr un cambio para que las cosas avancen y mejoren.

Puede parecer sencillo pero no lo es. Hay que reconocer que a los 93 años muchos ya se han perdido; o quieren disfrutar de sus nietos; o si tienen fuerzas, desean jugar al golf con amigos millonarios que no oyen. Norman Lear, con su sombrero cómico, y su sonrisa veterana, y su gesto extraviado, prefirió seguir activo, trabajar para la sociedad, entregar el último aliento para el prójimo.

No quiero imaginar qué pensaría Norman Lear de quienes en Venezuela se han cansado de burlarse del voto. Quizás me animo a pensar que diría que hay que respetarlos, que solos, ante su conciencia, entenderán que cualquier ausencia el día que debemos votar responsablemente, aún en medio de todas las tropelías de las cuatro hermanas del apocalipsis, sería imperdonable.

Este domingo 15 de octubre la fuerza interior de Norman Lear nos acompañará. Posee una naturaleza que inspira, porque entendió, a los nueve años, sin padre en el horizonte, que estaba sólo frente al mundo. Y que nadie vendría a ayudarlo. Y decidió enfrentarse a los demonios. Así se gestan las batallas que vale la pena pelear. ¿Alguna duda?

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