La cne-tización de la campaña – Àngel Oropeza

Por: Àngel Oropeza

En el argot beisbolístico, cuando se dice que a un pitcher “se le venangeloropeza las costuras” se hace referencia a su incapacidad para sorprender a nadie con sus lanzamientos. Se aplica cuando ya los pitchers están cansados, faltos de efectividad, y se convierten en altamente predecibles. Todos saben lo que va a hacer.

El Consejo Nacional Electoral nunca ha sido realmente un árbitro sino un actor político, que juega según las instrucciones emanadas de Miraflores. Pero eso ya no es una sorpresa para la mayoría de la población. Según el último estudio sobre  “Percepciones ciudadanas del Sistema Electoral Venezolano” (UCAB, mayo 2015), 64% de los venezolanos no confía en el CNE. Y esa desconfianza es compartida, incluso, por 41% de los que se califican como chavistas no-maduristas. 62% cree que el voto no es secreto, 61% considera que cuando la gente no va a votar queda un hueco en los cuadernos y esos votos se los roban, y 3 de cada 4 venezolanos percibe que el CNE permite irregularidades como cédulas duplicadas, muertos que votan, y extranjeros con cédulas falsas.

A pesar de eso –y después dicen algunos que el pueblo no es inteligente– 7 de cada 10 encuestados afirma que vale la pena ir a votar en elecciones organizadas por ese mismo CNE. En otras palabras, a pesar que aumenta en el tiempo la desconfianza en el supuesto árbitro, aumenta también el valor del voto. De hecho, 85% afirma: “Llegamos hasta aquí con el voto y saldremos de aquí con el voto”.

Por eso no sorprende el –por ahora– último invento de los funcionarios oficialistas del CNE de anunciar un “reglamento especial” que exige a los partidos políticos que las postulaciones para las elecciones parlamentarias tenga una composición paritaria de 50% para cada sexo, justo después de que la oposición anunciara la totalidad de sus candidatos. Por supuesto que la jugarreta “sobrevenida” no tiene como objetivo privilegiar los derechos de la mujer, sino simplemente torpedear de manera fraudulenta el esquema que ya había adoptado la unidad democrática, con conocimiento del propio CNE. Hay que recordar que el mismo CNE fue el organizador técnico de las primarias de la alternativa democrática, y no mencionó nunca ninguna condición de supuesta “paridad”. La oposición deberá ahora reiniciar un trabajo que ya estaba concluido, y abrir un nuevo período de discusiones entre sus fuerzas políticas, que debe culminar antes de la primera semana de agosto, cuando vence el período de postulaciones.

Ya se había advertido que la campaña que se inicia será testigo de la actuación más corrupta y descarada que se haya visto por parte de la dupla CNE-gobierno, justamente porque la ventaja opositora es cada vez más grande. De nuevo, esto es solo el inicio de una lista que incluirá posteriormente nuevas reglas, inhabilitación a algunos candidatos, prohibiciones de actividades, y exigencias tan locas e inconstitucionales como complicadas de cumplir.

¿Cuál es el propósito? Pues al lado del tradicional y conocido esfuerzo por disuadir y desmotivar al elector, está el intento de “amarrar” a la oposición y tratar de impedir –o al menos retrasar– que salga a las calles a hacer campaña. El sueño del gobierno es encerrar la alternativa democrática en los pasillos del CNE, confinarla a los vericuetos burocráticos del árbitro tramposo, y esperar que la campaña se le vaya en reclamos, alegatos, defensa de sus derechos y cumplimiento de corruptelas sobrevenidas. En una palabra, “cne-tizar” la campaña, alejarla de las calles y encerrarla en discusiones de oficina.

Volviendo al argot del beisbol, y frente a un lanzador cansado, predecible y que no llega a home, lo inteligente es “no hacerlo pitcher”  haciéndole swing a lo poco que le queda en la bola. No caigamos en la trampa. El CNE no es el centro de la campaña, es la gente. La pelea es en las calles, donde un pueblo sufriente e incontenible espera hacer suya una propuesta de esperanza y cambio que permita darle cauce electoral a su ya larga indignación.

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Un comentario

  1. Sin embargo, vale decir que la paridad de sexos no se cumple en el CNE, en donde el 75% son mujeres y el 25% hombres. Tampoco se cumple en el tren ministerial del gobierno, ni en la mayoría de las instituciones del estado. Porque simplemente, ese requisito del fifty-fifty de participación de sexos no es posible tenerlo en la mayoría de las instituciones, sean estas publicas o privadas. Esta es una táctica retardataria mas de uno de los poderes publico que debiera estar al servicio de Venezuela y que por el contrario esta al servicio de la parcialidad política a la que pertenece la mayoría de la directiva (Una muestra mas de nuestra verguenza institucional).

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