¡Mueran ciudadanos!

Por: Carlos Raúl Hernández

Uno de los principales objetivos de cualquier revolución, fascista o comunista, es destruir la condición de ciudadanía para convertir la gente en habitantes. Es la esencia del acto revolucionario, su razón de ser, porque ciudadanía implica poder limitado. El gobierno asume potestades al extremo de la aberración y hace las personas víctimas indefensas, alieni juris. Cuando los redentores llegan, dividen profundamente la sociedad. Y tan lento o tan rápido como lo permita la naturaleza de su ascenso al poder, aniquilan política, moral e incluso físicamente a una parte, contra la que lanzan la otra. Los «enemigos del pueblo» son los que obtuvieron fortunas, realizaron estudios, asumen posiciones políticas y religiosas críticas o tienen determinado color de piel, y sus derechos fundamentales pasan a ser «administrados» por «la revolución»: vida privada, propiedad y libertad.

Se convierten en subciudadanos, capitis diminutio. Expropian potencialmente a todos y sólo la nomenclatura disfruta de privilegios, aunque no de derechos, pues siempre dependerán de las pulsiones del «jefe revolucionario». El pan diario son las purgas, como las que se practican en este momento en el PSUV, y cortan cabezas a pequeños o medianos hampones administrativos como carambola para liquidar a Primero Justicia. Los opositores no son ciudadanos sino mera población, «clases» oprimidas carentes de mecanismos de defensa frente al poder como lo revela la cadena de atrocidades en lo que va del año y durante los catorce del «proceso». La abyección de la Fiscalía de construir delitos, y usar fotografías personales en un debate parlamentario, es digno de tiranías africanas.

Escarnecer por homosexual

No difieren mucho los insultos de Mugabe contra los homosexuales, de los que salieron del «cerco de los dientes» de un oscuro diputado venezolano de dudoso prestigio, incurso en una secuela de crímenes, como el agavillamiento de colegas, entre ellos una diputada. Amenazas, calumnias, montajes, trazan una ruta trágica que nadie sabe dónde conduce ¿Hasta qué punto llegará el escalamiento de violencia? Algo sabe el gobierno que el resto del país no sabe, y les hace temer. La dictadura declarada avanza todos los días en cada decisión. Los locos asaltaron el manicomio. Pero el país y los propios seguidores de la revolución se electrizan frente a la monstruosidad y la incompetencia.

A partir de la Declaración de Derechos de Virginia (1776) y de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789) ya los hombres no pertenecen por su nacimiento a estamentos diferenciados. Nadie es por derecho esclavo ni siervo, ni opositor ni hereje, ni cristiano ni judío, ni negro ni blanco. El Estado de Derecho se funda en un ente abstracto, el ciudadano, producto de que la ley declara que toda persona, en cualquier circunstancia es sujeto de los mismos derechos inviolables, sui juris. Todos somos seres diferentes, pero no ante la norma. Platón entendió que «la ley debe ser unilateral» y hacer abstracción de particularidades, ser un rasero para todos. En la sociedad moderna los grupos sociales son estancos abiertos de los que se puede salir o entrar de acuerdo con las condiciones circundantes de la economía, las garantías constitucionales y por iniciativa de cada individuo. Marx en La sagrada familia dice que «… el derecho civil se basa en una abstracción intelectual».

Cristo no era comunista

Cuando el gobierno atropella, violenta, veja, discrimina, arroja los perros rabiosos de la Fiscalía, la Defensoría, la Asamblea, el Seniat, contra las personas, ignorando cualquier norma jurídica, destruye la ciudadanía de todos y crea un derecho desigual que arrebata sus garantías, contra lo que proclama el Estado de Derecho. El marxismo proporcionó planteamientos para justificar la opresión: la necesidad de un «derecho desigual», «de clase». En sentido contrario, en estos dos siglos y medio, la lucha de mujeres, negros, trabajadores, transformaron las sociedades liberales en democráticas y lograron que los derechos fueran progresivamente extendidos, hasta llegar a las condiciones de hoy que los esfuerzos continúan con la cuestión gay. En los países exitosos casi toda la ciudadanía es de clase media, aunque esa conquista depende de la aplicación de políticas económicas acertadas, en el marco de las definiciones jurídicas.

El cristianismo es la fuerza que impulsa la igualdad jurídica que finalmente cristaliza en la democracia, con la idea de que todos lo somos ante Dios y que la sacralidad de la persona la hace inviolable frente a la coerción. Esa es la libertad. Por eso las revoluciones son un salto atrás en la historia. Cuando un régimen proclama enemiga a parte de las personas que viven pacíficamente, por no comportarse según la coacción, declara abolido el derecho moderno. El perseguidor de hoy, será perseguido mañana, como dicen las historias de Trostky y Stalin, Castro y Guevara. Dice Tocqueville. «La Revolución Francesa ha actuado en este mundo como la religión para el otro: considera al ciudadano en abstracto, fuera de condiciones determinadas, de la misma manera que las religiones consideran al hombre en general». Si todos los hombres no tienen los mismos derechos, la sociedad vive en desgracia. 

@carlosraulher

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