¿Qué estoy haciendo yo? – Soledad Morillo Belloso

Por. Soledad Morillo Belloso

Ya lo sé. Estamos hartos. Desesperados. Vemos cómo cada día se destruye algo. Vemos el país caerse a pedazos. No solo es el gravísimo asalto a la institucionalidad democrática y la violación sistemática de la constitución.  Todo va mucho más allá de las formas. Es en el fondo, en la estructura, en todo lo que tiene que ver con la vida grande y la vida chiquita. El viernes se cortó la electricidad en una amplia zona del noreste de Margarita. Corpoelec tardó 14 horas en reconectarla. ¡14 horas! Y esta es la zona turística playera de la isla. En esta zona hay pueblos y villorrios con casitas y posadas de gente que no puede darse el lujo de una planta eléctrica alternativa. Cada vez que hay un apagón me pregunto: ¿qué es de la vida de los bolichicos? Supongo que serán objeto de investigación de la rimbombante Comisión de la Verdad, la Paz, etc. ¿O no? Porque lo que hicieron esos corruptos niñatos con la aprobación y concurso del gobierno es un crimen con efecto directo sobre la paz  social. ¿O no? Supongo también que el pequeño detalle de los negocios de Odebrecht también van a ser investigado «hasta sus últimas consecuencias», porque semejante daño patrimonial es un delito que afecta también la paz social. ¿O no?
Estamos hasta el remoño de este estado de cosas. La inflación -que técnicamente todavía no es hiperinflación pero huele, sabe y camina como tal- nos está masacrando. Los precios aumentan de la mañana para la tarde. Los cajeros en los mercados ya saben que tendremos que devolver cosas. «No se preocupe, doñita, yo entiendo», me dice la muchacha cuando me escucha que no tengo para pagar lo que puse en el carrito y que hay que quitar por lo menos dos tercios. La cifra de tres millones de ciudadanos registrando la basura para encontrar algo que comer no es un numerito puesto en un informe o la foto o vídeo que se pasa por Twitter. Por donde uno va en Venezuela ve la misma dantesca escena. La corrupción se deglute el operativo Clap. Los «distribuidores» cobran coima por cada caja y cada bolsa. Varía. Entre 15 y 20%. O más. Eso ya es comentario abierto en plazas. Billeticos por debajo de la mesa. La llaman la operación china: «si no hay leal no hay lopa».
Vemos más. La Constituyente es una pollera, bajo la control estricto de los que mandan y deciden. El resto, por cientos, son pollitos de adorno. No puedo evitar sentir lástima por tantos de los constituyentes que de veras creyeron en esta estafa. Los engañaron vilmente. Los sientan atrás, lejos de micrófonos. La cámara se pasea por ellos sin destacarlos, apenas segundos para que sonrían y manden besitos a casa. Hay constituyentes realmente oportunistas. Los llamados empresarios son todos expresión del nuevo riquismo. Enchufadismo en acción.  No existe neoliberalismo más salvaje que ese. Escarrá en primera fila. No sé si porque es el gran redactor de todo o porque no cabe en las sillas que ponen atrás. Y en la junta directiva Isaías (con indisimulable mano temblorosa reveladora de una enfermedad necrológica que recuerda al Hitler de finales de la guerra), Delsy Eloína, Aristóbulo y Diosdado parten, reparten  y se quedan con la mejor parte.  La Constituyente es por ahora nada más que una Destituyente. Nada ha hecho en términos de micro y macroeconomía. Y es ahí donde va a fracasar estrepitosamente.
La razzia está en apogeo. El verdugo es el TSJ. Parece que vemos capítulos de «Velas negras». Una piratería abierta. Este señor que preside el máximo tribunal es impresionante. No tiene prurito alguno en recitar incoherencias jurídicas. No me puedo acostumbrar. No me quiero acostumbrar. Acostumbrarse es aceptar como normal la barbarie. Dar por sentado que la involución triunfa y se enseñorea.
Adelantan las elecciones. Sacaron cuentas. Ni haciendo magia podrían ganar más de 5 o 6 gobernaciones. Entonces, simple. La estrategia del régimen es la de vamos a cortarles  las patas. Que se calen hacer gestión con Consejos Legislativos en contra. Y de una vez, a armar las «corpos». Eso ya lo sabemos. Depende de nosotros, los electores, entender que en realidad no estamos eligiendo gobernadores. Vamos a validar con votos los liderazgos regionales que urge tener para más y mejor conducción política en el país que poco se muestra en las transmisiones de TV. Con todo respeto, el excesivo caraqueñismo le resta poder a la provincia, aunque es ella la que más votos aporta (favor ver resultados de la selecciones parlamentarias). Al día siguiente de la elección, a los diputados y alcaldes que tenemos se sumarán 18 o 20 gobernadores electos. Ciertamente más voces que serán ignoradas por el régimen pero a quienes sus pares en el mundo prestarán mucha atención.
La bobada de la «opción militar» se diluye. Toma fuerza lo que sí tiene mucho peso: la conjunción de países que abiertamente reclaman al régimen la sarta de barrabasadas que ha hecho y hace. Ya no se usa lenguaje ambiguo. La declaración de Lima no puede ser más directa y clara. En septiembre (que es ya) se reúnen de nuevo. Sume por favor el lector los PIB de los países firmantes. Es un asunto de números duros. Y, para sumar, Cristina K y su grupo pierden las pasos en Argentina. Cada vez le queda menos a la señora. Si acaso la provincia de Buenos Aires y eso está por verse.
Entonces, digamos, que cada vez que uno ve algo que se derrumba en Venezuela, cada vez que observa una cara nueva del colapso,  lo que tiene que pensar es en qué estoy haciendo yo para que más gente despierte de la pesadilla y se sume a nuestro lado, el lado de quienes creemos en una Venezuela decente claramente planteada en el acuerdo de gobernabilidad suscrito por la MUD.
@solmorillob

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