El país de la violencia

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   Luis Eladio Pérez es el Embajador del gobierno de Juan Manuel Santos en nuestro país, y ha hecho unas revelaciones muy importantes: “El Colombia es Venezolano”. Eso, que parecería el título de alguna historia absurda, es el titular que leo en la primera página de El Impulso, en Barquisimeto.

  El  Colombia, recordarán ustedes, era -según el gobierno venezolano- el gran jefe paramilitar que, siguiendo instrucciones supuestamente de Álvaro Uribe, habría asesinado a Robert Serra y a su asistente. El gobierno venezolano dedujo que, por su apodo, el presunto asesino era del vecino país y eso cuadraba perfectamente en la trama que elaboraron a propósito de Uribe y los paramilitares. Pero el Embajador Pérez revela la verdad y aún va a más: “A Serra lo mataron sus propios escoltas”; como titula hoy Versión Final, en Maracaibo: “El Colombia”, acusado de ser el presunto autor del crimen, no es colombiano ni paramilitar, es ciudadano venezolano. Lamentamos que el gobierno venezolano haga acusaciones sin saber algo certero. Todo es para estimular la xenofobia”.

  Qué grave que el Embajador de Colombia le diga al gobierno venezolano: “es lamentable que ustedes hagan acusaciones sin saber algo”. El editorial de Tal Cual viene a propósito de esto: “Hablando de mentiras frescas”. El editorialista Xabier Coscojuela nos relata cómo fue todo el proceso de manipulación en el caso Serra. A éste lo matan sus propios escoltas, y, aunque los motivos del crímen ya son ampliamente conocidos por la opinión pública, el gobierno se empeña en mentir y en decir que esto formaba parte de un plan paramilitar contra los dirigentes de la revolución. Más o menos lo mismo que ocurrió con Eliécer Otaiza, cuyo crimen, según Nicolás Maduro, había sido planificado en Miami y llevado adelante por el imperio, pero resultó que fue también un crimen del hampa común.

  Recordarán que en ese contexto se llegó acusar que a Diosdado Cabello le habían hecho un atentado con un francotirador. Cuando al propio Cabello le consultaron, en una entrevista en El Universal, dijo de manera tajante: “yo no voy hablar de eso.¨

  ¿Por qué no van hablar de eso? ¿Por qué inventan y mienten con tanta facilidad? ¿Por qué todavía no han aceptado su error en el caso Otaiza? ¿Por qué tampoco en el caso Serra? ¿Por qué hicieron un silencio total sobre el supuesto atentado contra la vida de Diosdado Cabello?

  Pero, más allá de estas fantasías, de estas mentiras, la vida de los venezolanos se nos ha hecho marcar por la violencia.

  Hoy abundan, por ejemplo, los titulares a propósito de la llamada “Masacre de el Guárico”. O titulares como el de La Voz, en Guarenas: “EL CICPC abatió a cinco delincuentes en el Tuy”. La Región, en Los Teques: “Cae abatido tras lanzar granada a Comisión policial en Guaremal”. El Nacional, en Caracas, nos hablan de cómo a un individuo que estaba viviendo solo le lanzan una bomba molotov.

  Estamos hablando del país de la violencia, donde la verdaderas noticias son la muerte, las balas, la sangre.

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