Falcón y la unidad – Ismael Pérez Vigil

Publicado en Noticiero Digital

Por: Ismael Pérez Vigil

Como afirmé en mi artículo de hace una semana –El Callejón Ciego – los argumentos de los que plantean la “no participación” electoral y los que apoyan la candidatura de Falcón son igualmente contundentes y sólidos, no los voy a repetir, los doy por conocidos.

Aclaro que, aunque no tengo ningún interés en atacar o defender a Henri Falcón de nada de lo que se le pueda acusar, tampoco me gustan ni participo de los “linchamientos morales” y eso es lo que algunos hacen con Falcón sin siquiera pestañear y al mejor estilo “oficialista”, sobre todo esos que llaman “la canalla anónima o seudónima” de las redes sociales.

Pero hay un planteamiento que algunos han elaborado recientemente y es sobre el que deseo contraargumentar, pues se va por las ramas del problema y la arista emotiva o sentimental; me refiero a eso de que no se puede obligar a nadie a seguir una línea política que se considera errada: participar en el proceso electoral de 2018.

Ciertamente, Falcón no dividió a la MUD, si no estoy equivocado, aparte de su propio partido, ningún partido representativo que estuviera en la MUD, está apoyando la candidatura de Falcón. Lo grave es que Falcón dividió a la oposición, se apartó de la decisión de consenso, no participó en las discusiones para la toma de esa decisión y desoyó todos los llamados que se le hicieron –y se continúan haciendo– a reconsiderar su posición. Esta división debilita la mayoría que representa la oposición y Falcón se ha convertido así en una amenaza.

Mas allá de lo acertada o no de la política de “no participación electoral”, o de las críticas que se pudieran hacer a la forma en que se tomó la decisión y se ha venido implementando, lo cierto es que es una decisión política unitaria, con un objetivo concreto, y en momentos de “reflujo” como el que vivimos, preservar la fortaleza y el valor de la “unidad” tiene enorme importancia, estratégica y comunicacional y es eso lo que Falcón no ha sabido preservar y sobre lo que se sustentan algunas de las críticas que se le formulan. Al menos, la mía.

La búsqueda y concreción de la unidad y su peso y fuerza es uno de los temas de discusión abiertos, invocada por los ciudadanos como el objetivo al cual deben sacrificarse todos los intereses personales y particulares. Es más, ya ni siquiera es un tema de discusión, es una precondición política. Quien lo olvide, pagará un alto precio.

En su fuero interno Henri Falcón sabrá la motivación última de su candidatura. En lo aparente, no es muy difícil suponer que busca posicionarse como opción política opositora. Pero tampoco es difícil concluir que su retiro en este momento, denunciando el ventajismo oficial y el no haberse logrado mejores condiciones para que la contienda sea democrática, le daría muchos más beneficios políticos que mantener una candidatura llamada a ser derrotada, y cuidado si no llevada a un tercer lugar, con lo cual los dividendos políticos serían muy magros: haber dividido a la oposición y ser aplastantemente derrotado.

Hay poco que ganar, políticamente hablando. Todo apunta a que la abstención favorecerá nuevamente a la dictadura y aunque el resultado final sea “estrecho”, el ambiente político está servido para decir que hubo algún “arreglo”. Como ya lo comenté, quien se olvide de la unidad, pagará un alto precio.

La unidad y la recuperación del espacio político perdido en 2016 y 2017 –tema para desarrollar en otro momento–, son los dos objetivos estratégicos fundamentales de la oposición democrática para desplazar esta ignominiosa y oprobiosa dictadura. La unidad es entonces un imperativo para evitar que se repita lo que fueron meses de error tras error, tras las elecciones parlamentarias de 2015, donde la dirigencia política opositora no presentó una propuesta y ruta clara de acción, ni demostró garra ni cohesión –casi que ni “voceros” tuvieron y con deficiencias comunicacionales de mensaje y estrategia muy importantes– con lo que se pudiera llevar adelante un programa y una política, que debo suponer que existe. Con este contexto, una candidatura, cuando la posición mayoritaria es no participar, no ayuda en el proceso de recuperación.

Así, la dictadura, con escasos 6 millones de votos de un universo de casi 20 millones, se alzó con casi todas las gobernaciones y alcaldías en 2017 y volvió sal y agua el triunfo opositor de diciembre de 2015 y la inmensa movilización popular, nacional e internacional del 16 de julio de 2017.

Ese escenario descrito en el párrafo anterior, se repetirá el 20 de mayo, quizás con una votación menor –y aunque sea más alta no será creíble–, pero la realidad es que, pasado el tiempo, lamentablemente las cifras volverán a decir que la dictadura gana, cuando la oposición se abstiene.

Politólogo

@Ismael_Perez

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