Habló la academia – Ignacio Ávalos

Por: Ignacio Ávalos

I.

La Universidad Central de Venezuela, la Universidad Católicadescarga (4) Andrés Bello, la Universidad Simón Bolívar y el Laboratorio de Ciencias Sociales, acaban de finalizar un estudio orientado a examinar las condiciones de vida del venezolano con referencia a distintos planos: seguridad personal, situación social, trabajo, nutrición y alimentación, salud; educación, pensiones, vivienda y servicios, vulnerabilidad físico-ambiental, economía, desarrollo local, la institucionalidad y circunstancias electorales.

Se trata de un estudio muy completo, como hace rato no se hacía, que viene a llenar los vacíos de información que sufrimos los venezolanos, pues, como es sabido, la transparencia no es precisamente una de las características del actual Gobierno. Este dosifica cuidadosamente la entrega de los datos, pero nos ataranta con la propaganda, siempre en clave de relato épico, siempre pintándonos un país que está muy bien, y que, si no se encuentra mejor es porque la derecha se la tiene jurada.

II.

Habló, pues, la Academia. Pero por desgracia, nonos trae buenas noticias porque argumenta que, luego de 16 años y después de largos discursos y enormes recursos (cuatro veces más que en los cuarenta años anteriores), las condiciones de vida del venezolano no se diferencian mucho de las que justificaron la victoria electoral del Presidente Chávez, en 1999. Porque muestra que los indicadores sociales guardan un gran parecido con los de antes y que las estadísticas económicas cuelgan penosamente, como nunca antes en la historia, de los temblores y traqueteos del mercado petrolero, mientras que la cacareada Soberanía Productiva es categóricamente desmentida en los puertos en donde atracan los barcos extranjeros con buena parte de cuanto consumimos. Porque deja ver que la gestión educativa, en todos sus niveles, le da la espalda a las exigencias que derivan de la sociedad del conocimiento.

No nos trae buenas noticias porque asoma un país muy frágil desde el punto de vista institucional, con el gobierno como principal generador de anomia. Porque dibuja las perversiones que dominan la administración de  justicia, fácilmente entendibles si el Tribunal Supremo opera como un bufete oficial. Porque describe una sociedad insegura y asustada que se ha vuelto campo fértil para la violencia, Porque pone en evidencia que la corrupción alcanza niveles inimaginables, a pesar de la promesa de transmutar al venezolano en el Hombre Nuevo, según la fantasía del Che Guevara.

No nos trae buenas noticias, en fin, porque habla de que la democracia se hace más cada vez más angosta, aunque se disfrace de “protagónica y participativa” y presuma de convocar a decenas de elecciones. Porque nos da cuenta de un gobierno militar, con apenas ciertos disimulos civiles. Porque señala como aumenta progresivamente el autoritarismo, a través de un tinglado de medidas dirigido a meter en cintura a la disidencia, incluyendo esa aberración que representa la figura de los “patriotas cooperantes”. Porque advierte, en fin, sobre la predica de una ideología que tiene visos religiosos y termina fabricando no pocos fanáticos que adoran a Hugo Chávez.

 III.

Es triste, pero el tiempo ha pasado en vano. Cierto, sacadas las cuentas, este país no es mejor que el que se quiso cambiar. Las razones que fecundaron el chavismo aún siguen vigentes. Encima, hoy en día prevalece una sensación de desmadre y de falta de brújula. La prosopopeya del socialismo del siglo XXI no da para más y al gobierno sólo pareciera quedarle una única idea, la de conservar el poder.

La Academia habló, pues, para poner el dedo en la llaga. Para dejar al aire, con explicaciones convincentes y cifras claras, las costuras del proyecto bolivariano, víctima de su propia narrativa, casi siempre paralela a la terca realidad. Uno siente que allí, en los documentos que elaboró, se encuentra la fotografía del país que, a su manera, cada quien percibe y siente en su vida de todos los días.

En pocas palabras, la Academia habló para demostrar que el país no va bien por donde viene viniendo.

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