Hambre desigual – Luis Carlos Díaz

Por: Luis Carlos Diaz

Es oficial: Se importa algo de comida a tasa libre, no la necesaria, noLuis Carlos para todos, pero llega a precios liberados. No es tanta, pero sí suficiente para alimentar algunos locales exclusivos, bodegones y satisfacer la demanda de gente que aún, pese a todo, conserva algunos privilegios.

¿10% de la población? 3 millones de habitantes.
Claro que las cuentas dan.

Que vengan diez veces más Chino y Nacho. Que hagamos más festivales cerveceros porque queda aún mucho octubre. Está bien. El mercado debe moverse de alguna forma y si es gente que decidió quedarse, pues no es pecado conseguir maneras de pasarla bien. Si el dinero no da para comprar una casa, un carro y ni siquiera un celular, pues échatelo encima antes de que se devalúe con la inflación más alta del planeta. Si lo tienes.

Pero es oficial: el Gobierno, sus amigos y sus beneficiados están trayendo productos muy por encima del control de precios fijado de forma unilateral y suicida. Eso no significa que hayan matado el control. Para nada. Ni de cambios ni de precio, ni importación, distribución ni consumo. De hecho se mantienen para forzar el control. Ya saben: el control social de la población más vulnerable y el control económico de las empresas privadas.

No es que han liberado, ni están “dejando hacer” ni están ajustando. Sólo están haciendo otro negocio nuevo que también es lucrativo, sobre todo para líderes locales y militares recién llegados. Este a su vez genera ingresos y también anestesia a un sector de la población pequeño pero ruidoso si está intranquilo.

Son precios altos, sí. Pero en detalle ves que Polar debe seguir produciendo la harina de maíz a Bs 190 el kilo a pérdida. Los arroceros siguen produciendo a pérdida mientras en el mercado negro su producto vale 12 veces más. Pero importado se lo pagan a las empresas brasileras o colombianas a precio internacional sin chistar y con carácter de urgencia.

Visto en frío, no son errores: En una misma jugada el chavismo saca provecho económico del hambre, aumenta la dependencia estatal y sigue quebrando a la industria. Es de guión.

Al otro lado del espectro, lo que temíamos hace meses ha llegado. Ya los expertos en materia de alimentación y nutrición empiezan a hablar de hambruna. No generalizada, pero sí en focos absolutamente desasistidos, abandonados y crecientes.

Con mucha valentía algunos medios regionales y portales digitales les han ido dando cobertura. Porque cuando los niños y los ancianos llegan a los centros de salud ya suele ser tarde, si es que llegan.

Son muertes silenciosas, son la vergüenza de esta era. Son las muertes de la impotencia, del “no sabía cómo” y el “no tenía con qué”. Las que suelen ser juzgadas sin tener todos los elementos. Porque no es que la comida estuviese mal repartida sino que no hay suficiente, como fue planificado por el poder central. “Sólo nosotros somos gente”, parece que dijeran en los Clap.

¿Es subversivo enviar comida a Venezuela desde el exterior o solicitar ayuda humanitaria? Por supuesto que sí, tan subersivo como necesario. Claro que será visto como injerencia extranjera y un irrespeto a las políticas soberanas del país: porque el plan es controlar gente y dejarlos morir si no se someten.

¿Porque saben qué?
No se sometieron.
Insisten en ir a elecciones.

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