La nueva hora de la oposición unida – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

¿Quién rige los hechos de la política? ¿Habrá un demiurgo especializado, un duende travieso experto en torcer sus cauces? ¿Un hechicero con poder para adivinar su rumbo leyendo unos caracoles? ¿Un portentoso programador de Silicon Valley, capaz de contener en una aplicación, la infinita mezcla de error y de acierto que es la sustancia de toda decisión?

 

La politología se ha convertido en una  disciplina indispensable para intentar darle una explicación racional –estableciendo metodologías y sistemas de interpretación– a uno de los quehaceres humanos más azarosos del que se tenga noticia. El primer acto político en el albor de la humanidad: descubrir que un hueso animal podía constituir un arma letal, un instrumento de violenta dominación, probablemente fue un hecho fortuito y distraído como lo retrata magistralmente Kubrick en su película 2001: Una odisea del espacio.

 

La oposición venezolana culminó un año, el 2016 –que lucía políticamente prometedor como ninguno–, desorientada y sin aparente aliento, luego de someterse a un sube y baja emocional jaloneada por la comprensible prisa de ponerle fin inmediato al terrible estado de cosas que vive el país. El Gobierno llegó ajado, pero triunfante, luego de alejar los embriones de tormentas que se anunciaban por todos lados.

 

Peeero, el régimen, llevado por su pavor a que los venezolanos voten, se expresen democráticamente, le ordenó a las rectoras del Consejo Nacional Electoral (CNE), que dilataran las elecciones regionales mediante la fullería de obligar a los partidos a validar su militancia. Y así inició el año 2017 recibiendo una tremenda paliza, una demostración más de la fortaleza del opositor de a pie para no dejarse vencer por la alevosía de quienes mandan. Sí se puede, volvió a repicar por las calles del país.

 

Luego, una llamada de Miraflores al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) bastó para que se emitieran las sentencias 155 y 156 para intentar birlarles las atribuciones a la Asamblea Nacional (AN) y dar fuego a la mecha del artilugio que luego le detonó en las manos dejándolo con el rostro chamuscado y oliendo a pólvora como al coyote. “Aquí huele a autogolpe”, se oyó en todo el vecindario.

 

Y llegó la Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA y el Gobierno terminó de naufragar internacionalmente gracias a la gestión de la canciller (a quien por cierto la oposición debería ofrecerle un reconocimiento por todo lo que ha hecho para hundir al régimen en los organismos regionales. Noblesse oblige). Aislado y voceando improperios, el Gobierno está más solitario que nunca y la espada de la Carta Democrática, sigue allí, pendiendo afilada, en Washington, D.C.

 

La oposición ha retomado la ofensiva y le corresponde administrarla con sabiduría y sin premuras automedicadas.  La salvaje oleada represiva en contra de diputados y ciudadanos inermes es una prueba más ante el mundo –como si faltaran– del talante autoritario y la falta de escrúpulos del régimen. A estas alturas del artículo los parlamentarios debaten la destitución de los magistrados del TSJ y nadie está, en este momento, en capacidad de prever el curso de los acontecimientos. De nuevo, es la hora de la oposición unida. Ojalá no la malgaste persiguiendo quimeras.

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