Por: Editorial Analítica
Si bien todos debemos sentir alegría por la excarcelación de algunos de nuestros compatriotas, ilegítimamente privados de su libertad, no podemos concordar con la forma en que esa presunta libertad se les ha otorgado, ya que va unida a una “capitis diminutio” de sus condiciones de ciudadanos libres. No pueden salir del país, no pueden declarar, deben presentarse periódicamente ante los tribunales, lo que los convierte en ciudadanos de segunda clase, con una eterna espada de Damocles encima de sus cabezas, cuyo nudo gordiano puede ser deshecho cuando se le antoje el régimen.
En una democracia funcional nadie debería estar una cárcel por adversar y expresarse en contra del actual estado de cosas en nuestro país, y no podremos avanzar hacia una reconciliación nacional y a un cambio que restablezca el orden constitucional mientras haya un solo preso político.
Sin embargo, aunque por ahora estemos observando liberaciones chucutas no podemos sino estar contentos porque estas personas van a poder, al menos, vivir de nuevo en sus respectivos entornos familiares. pero no dejaremos de exigir que estas liberaciones sean amplias e incondicionales porque ese es el camino hacia la paz que tanto necesita nuestro país.
