Los invisibles – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Cuando esta epilepsia política termine y salgamos de lassoledad morillo belloso 2 convulsiones, entonces, solo entonces, haremos contabilidad de los daños ocurridos por causa de esta gente que hizo caída y mesa limpia. Entonces, solo entonces, caeremos en cuenta de la destrucción del país que Dios nos dio y que nosotros permitimos que cayera en manos de bandidos.

En la historia de la Humanidad, 20 años son nada. Hablamos de una generación. Tomás Polanco hablaba de ciclos de treinta años en nuestra historia. Y tenía razón. La post revolución contendrá el dolor del post operatorio. Inevitable y sin drogas que alivien la pena. Créame que me indigna saber que en lo que me queda de vida no conseguiré ver a mi país recuperado. Si al haber hipotecado este país, mucho más allá de lo que la mínima conciencia y sapiencia ordenaban, a los jóvenes les robaron el futuro, a nosotros, los muchísimos que no hicimos otra cosa que ser decentes y trabajar, nos esquilmaron el presente y el merecido derecho a una vejez sin privaciones. Se pavonea el gobierno diciendo que hay miles gozando del retiro del seguro social.

Hay varias farsas al respecto:

1) muchos fueron jubilados sin haber cumplido sus obligaciones gracias a un gesto populista y al uso de palancas rojas rojitas; 2) muchísimos llegamos a la edad de jubilación habiendo cumplido con los aportes y no hay señal alguna de recibir aquello por lo que trabajamos; 3) desde que Maduro anunció este mismo año que 300 mil entrarían en listado de beneficiarios, nadie ha conseguido entrar, a menos que esté dispuesto a bajarse de la mula por la módica suma del equivalente a un año de pensión; 4) un pensionado recibe el equivalente a unos 29 dólares mensuales.

Ya lo acepté. Mis contemporáneos o mayores que yo harán bien en entenderlo y metabolizarlo. No para calárselo como un sino inevitable, sino porque entonces, sólo entonces, comprenderemos que nuestro esfuerzo y luchas no es asunto que trate de nosotros como objeto directo de nuestra acción, sino de escribir las mejores líneas de nuestro testamento. Es decir, que tenemos que abandonar el llantén y la rabia, no porque no tengamos derecho a estar profundamente indignados y tristes, sino porque no sirve para nada, salvo para darles gusto en lugar de susto. Dejar de lloriquear por las esquinas y comprender esta maratón que nos toca. Pero las carreras largas suponen administración de las energías, no gastarlas en velocidad sino invertirlas en resistencia.
So pena de ser acusada de derrotista, advierto que el discurso triunfalista de algunos dirigentes de oposición en nada contribuye al logro de metas realistas. Veo posible y probable ganar la mayoría en la AN. Es decir, más de la mitad de los escaños. No la mayoría calificada. Baste leer encuestas y análisis de gente seria para comprender que hay espacios en los que simplemente no hay cómo ganar. Son circuitos en los que la población depende del gobierno, de sus dádivas. Es prácticamente el único empleador directo o indirecto. Y en esos espacios hay unos caciques de dientes pelados que hacen saber a los electores que si no los apoyan, su vida pasara del muy dificultoso purgatorio a la quinta paila del infierno. Ya la promesa no es el paraíso revolucionario.

La domesticación ha llegado a tal punto que ya no se ofrece el cielo sino apenas, y con penas, la mera supervivencia. La verdad dicha sin ambages es una: al gobierno y a las instituciones los ciudadanos les sabemos a carato de parcha. Y no va cambiar. Carecen de intelecto, de conocimiento y están orientados hacia la apropiación del poder sin que ello suponga el más elemental concepto de lo que es la autoridad.

¿Quiere decir eso que hay que tirar la toalla y no hacer la diligencia? Al contrario. Es una razón más para trabajar. Para el oficialismo será perder. Para la oposición democrática, ganar.

Cada minuto el oficialismo contabiliza menos excusas para el desastre y más evidencias de incompetencía e incapacidad. Exhibe con descaro la más nauseabunda corrupción. Así, para este «gobiernismo» indecente, más grave que la lluvía que no llega, es la sequía de justificaciones. A la gente que los apoyó se le acabó el «sí pero…». Porque, con la notoria excepción de los enchufados -esa pestilente nueva clase social creada por la revolución bonita- este gobierno lo que ha democratizado es el caos. Es una fabrica de destrucción y de pobreza. De carencias y calamidades. Es una antigualla política con olor naftalina y lenguaje majadero.

El comentario de la gente en las calles, areperas, colas, farmacías, oficinas, mercados, autobuses, etc. es «se robaron todo». Pero la queja de la gente es obviada por el gobierno. Para los poderosos los venezolanos no somos sino una manada de invisibles. Ahí está la debilidad del oficialismo y la oportunidad de la oposición democrática.

Hay muchas razones para oponerse a este gobierno. Pero la dispersión juega en contra. Es función de los dirigentes políticos escoger un tema y exprimirlo. Sólo así se evitará la confusión de campañas contradictorias que son comunicación para el fabricante que nada le dice a los electores. Hay que hablarle a esos millones de invisibles.

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

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