Los que nunca se rindieron – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Todos hemos conocido a alguien a quien le aplica aquello de «pasómk9HMijk_400x400 por la universidad, pero la universidad no pasó por él». Algo similar le ocurre al presidente Maduro. Nueve años pasó por la Cancillería, pero la Cancillería no pasó por él. La torpeza en su reacción al anuncio del Secretario General de la OEA es, por decir lo menos, insólita. Amén de las vulgaridades espetadas a leco herido en un tarifado templete, está la sandez de suponer que con aspavientos puede cambiar el viento. Sí, el viento internacional ha cambiado. Tanto como el nacional. Si Maduro alguna vez engañó a algunos, o muchos, ya su palabra no vale ni tres cuartillos. Nadie le cree. Nada. Ni el Padre Nuestro rezado de rodillas frente a la Virgen de Coromoto. Es un cantante que dobla con «play back».

Me pregunto dónde está Chaderton, a quien imagino entendiendo la gravedad de la situación del gobierno venezolano frente al escrutinio internacional. Porque Chaderton es astuto y  zamarro pero, sobre todo, un hombre que habiendo gozado de las mieles de haber sido discípulo de Calvani, aprendió las artes de la diplomacia de altura, aunque luego se haya rebajado al albañal. Imagino entonces que Chaderton no ha sido consultado y que la diplomacia venezolana, tan venida a menos, depende de la ignorancia que en tan compleja materia ofrece la canciller venezolana, quien del juego de las relaciones internacionales sabe tanto como yo de física cuántica.

A Maduro le toca enfrentar las maduras. No puede burlarlas. El país, sumido en el colapso, se le enfrenta. Se le pone de pie y en su cara le canta las cuarenta. Fuera de las fronteras, los vecinos de cuadra le dan la espalda. Y cruzando el océano, hasta los mantenidos del español Podemos le sacan la alfombra.  La cancillería colombiana habla sin ambages de la necesidad de un referéndum revocatorio este mismo año. Los paraguayos reviran en Unasur por el comportamiento reprobable de Samper. Mercosur se apresta al regaño. El viento cambió y Maduro lo tiene en contra. Esta crisis la podría enfrentar si tan solo tuviera dos cosas: dinero y carisma. Pero las arcas están agónicas y el presidente desconoce las artes de las seducción. Maduro no tiene enemigos; acumula desprecios. Es un hombre de metro noventa a quien el país y el mundo mira por encima del hombro. Ha quedado al descubierto su falta de  liderazgo, sus falacias y su carencia de los mínimos conocimientos y destrezas para una posición que requiere de un estadista y no de un gritón destemplado. Maduro fracasa, estrepitosamente, y nada puede hacer ya para disimularlo frente a un pueblo que ha despertado a una dolorosa realidad generada por años de truculencias delincuenciales.

Empero, la solución no está a la vuelta de la esquina. Falta aún transitar un campo minado de bombas quiebra patas. A pesar de la presión nacional e internacional, estos barbáricos que tomaron a Venezuela por asalto no entregarán el coroto así nomás. El poder para ellos no es apenas un medio para magnatizarse más de lo que ya han logrado hacer; es ya un atroz vicio, la adicción a una droga por la que son capaces de cualquier cosa, léase bien, cualquier cosa.

Tenemos que ser muy perspicaces y prudentes, y saber leer con tino e inteligencia la situación.  Ver el árbol y el bosque. Tiene un gigantesco peso político el que el Secretario General de la OEA haya puesto en negro sobre blanco los puntos que definen y dibujan la crisis en Venezuela. Lo escrito, escrito está. Y con sello de una OEA «remaste rizada». En ese documento de 132 páginas (que invito a leer) el régimen ha quedado desnudo. Ya nada se puede esconder. No hay mentira que pueda colarse ni telaraña que pueda tejerse. Como en una telenovela de hace muchos años en la que la trama se resuelve cuando al fin «don Rafael habló», las denuncias que por años hemos hecho han sido escuchadas. Claro, Almagro es, como decimos las mujeres venezolanas, otra cosa. No es un descastado vendido a la mejor oferta, como lo fue Insulza cuando ocupó tan relevante cargo. No es ladino y doble cara, como Gaviria, sobre cuya conciencia pesará por siempre el pecado de haber condenado a Venezuela a años de iniquidad. Almagro se la está jugando. Investigó, escuchó y actuó. Se negó a ser complaciente cómplice, por mucho que quisieron amordazarlo.

No voy a maquillar el futuro. El camino es largo y sinuoso. Y no saldremos de él ni pronto ni indemnes. No hay milagros. La activación de la Carta Democrática no llenará los anaqueles y expendios farmacéuticos, no frenará la inflación, no hará que la inseguridad desaparezca como por arte de magia, no hará que parezcan los dólares que se esfumaron de las reservas internacionales. Los tiempos del derecho no son los tiempos de las carencias. Pero ahora, con la comunidad internacional atenta a la verdad tantas veces mancillada y con un pueblo que finalmente despertó, se ha salvado la esperanza.  Adentro y afuera ya se sabe -y no se oculta- que Venezuela está en emergencia y necesita terapia intensiva. Las gentes de mi edad no veremos el resurgir de Venezuela. El daño es demasiado grande y las heridas no se restañarán fácilmente. Pero las próximas generaciones nos respetaran y dirán que fuimos los que nunca se rindieron. Políticos, periodistas, académicos, profesionales, trabajadores, maestros, empresarios,Vs luchadores sociales, dirigentes comunitarios, amas de casa, comerciantes, estudiantes, gentes del común, venezolanos que nunca se dieron por vencidos ante un gobierno formado por traficantes de la miseria. Eso dirán las páginas de la historia que estamos escribiendo. Esa la historia que aprenderán los venezolanos del mañana. Que hubo unos venezolanos que hicieron lo que tenían que hacer.

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

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