Memorias del subsuelo – Carlos Raúl Hernández

Por: Carlos Raúl Hernández

Se debe exorcizar el demonio del rencor y hacer un esfuerzoCarlos Raúl épico en las confrontaciones que vienen

El triunvirato de Maduro dirige un colapso económico equivalente al que vivió Latinoamérica durante la «década perdida», los negros años ochenta. Multiplica su gravedad el cinismo, el desparpajo con que observan cómo las arenas movedizas se tragan al país, solo ocupados en la cacería abominable a López y Machado. Lo que ocurre en Venezuela es por mil razones un anacronismo injustificable y, sordera o deliberación, no corrigen el rumbo. Los ochenta fueron la década del naufragio del colectivismo y el estatismo en todos los rincones del planeta, desde la URSS hasta EEUU y en todos los casos la caída se debió a una súper estatización de la economía, que inexplicablemente emprendió Chávez. Al lado de sus dotes maquiavélicas, su enorme capacidad para trapisondear, hacer el mal, montar emboscadas y talar lo bueno, su nulidad como estadista hoy termina de despedazar una nación moderna desde ultratumba.

Folklórico compuesto de Idi Amín y los Tres Chiflados se recordará como una catástrofe natural, un terremoto, un tsunami y no se puede predecir el tamaño de la tragedia de su legado, pero será escalofriante si se observa el «círculo del poder» que lo siguió. Dignos hijos de su padre, es imposible conseguir un equipo peor dotado para construir -menos aún recuperar-, entre otras porque los carcome un odio patológico contra los demás, particularmente contra quienes los alertan. En Brasil, México y Argentina el hito fue la declaración de moratoria de los pagos de la deuda externa, con subsecuentes hiperdevaluaciones. Por obra de De la Rúa, Argentina vuelve a caer más adelante, esa vez en el «corralito» que impidió el acceso a las cuentas bancarias. ¿Qué pasará aquí?

Locademia de asesores

En Perú, Bolivia y otros países, la hiperinflación evaporó la moneda y en todas partes se dieron modalidades mixtas con los diabólicos componentes: devaluación, fuga de divisas, pobreza, inflación y tragedias sociales. El FMI operaba como la Cruz Roja, pero la caterva de irresponsables -como hoy en España- culpaba de los daños a los bomberos y no a los incendiarios. En el mundo entero esta concepción estaba aniquilada pero Chávez desbarata la apertura y reinicia una economía de controles autoritarios. Cualquier persona informada lamenta lo que vive Grecia desde hace varios años, pero eso no será nada comparado con la obra del triunvirato en Venezuela. Por eso es necesario mantener la imagen de que existe una oposición sensata, apta, con los conocimientos y la serenidad para recuperar la paz política y social, y que no continuará la siembra del caos.

Organismos internacionales y gobiernos, especialmente de la región, no deben tener la idea errada de un país de desesperanza, sin futuro, en el que dos manadas de trogloditas quieren resolver las cosas a palos, como Siria. Los asesores de la salida deberían hacer un balance de su gestión sin autocomplacencia y evaluar cuánto contribuyeron sus consejos a la suerte de un grupo de valiosos dirigentes a los que tenían el compromiso hipocrático de ayudar. El triunvirato aprovecha el caos en las fuerzas opositoras para desgraciar dos importantes líderes, que en vez de protección recibieron de sus asesores fuertes inyecciones de irresponsabilidad. Se debe exorcizar el demonio del rencor y hacer un esfuerzo épico en las confrontaciones que vienen, entre ellas la de 2015. El triunvirato está débil por su desastre, pero no derrotado. El aumento acumulado de los precios durante la revolución es de 963%, de los más altos en un mundo en el que la inflación es un mal recuerdo y prueba esencial de la incapacidad de los gobiernos.

Misterios dolorosos

La deuda externa de Venezuela que en 1998 era de $39 mil 900 millones, en 2013 llega a $104 mil 481 millones, un aumento de 162%, sin explicación racional porque en el mismo período se produjo una explosión de ingresos, que pasaron de $11 por barril a $106 por barril, cerca de 3 billones de dólares (3 millones de millones). Pdvsa es solo nominalmente propiedad del Estado venezolano pues su deuda es una hipoteca, al pasar de apenas $6 mil millones en 1998 a 40 mil millones, un incremento de 467%, mientras el número de empleados saltó de 40 mil a 200 mil, es decir, 200%, para colmo con un descenso de la producción de 3 millones 300 mil barriles diarios a 2 millones 200 b/d, 27% menos. Pdvsa llegó a ser la primera empresa mundial en productividad y calificación profesional, y hoy su productividad por trabajador cae -27%.

¿No sabe el triunvirato que revolucionarios curtidos, exguerrilleros, excomunistas, torturados y encarcelados entonces, gobiernan conforme el sentido común, que hasta Raúl Castro hace crecer la economía y fomenta la entrada de capitales? Hoy el país entero reclama los cambios del librito y ya no tendrán a los necios de entonces socavando «el neoliberalismo» y los «tecnócratas sin corazón». ¿Por qué arrastran todo a la cuneta, incluso su propio partido, para crear un marasmo de anarquía impredecible con medidas inconexas, torpes, en medio del coro de acusaciones canallas y falsas contra todo el mundo? ¿Entienden que arrastran Venezuela a ser un Estado fallido? El personaje de Dostoievski, un burócrata sin nombre, dice en Memorias del subsuelo: «creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele»

@CarlosRaulHer

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