Odisea – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Salimos de Margarita. El ferry sale con retraso, pero sale. Llegamosmk9HMijk_400x400 a Pto. La Cruz. Da lástima ver una ciudad que no es ni remedo de lo esplendorosa que fue. Pasando Boca de Uchire, cae la tarde. Estamos en un descampado. En el medio de la nada. Al carro se le enciende una luz y comienza a hacer un ruido horrendo. Consigo un lugar donde pararnos. Se hace de noche. Minutos después se detiene un carro con dos muchachos. Me aterrorizo. Sólo pienso lo peor. Resultan ser unos evangélicos. Amables. Pero sigo en terror. El carro ha botado todo el aceite aunque no se ha recalentado. Cuesta creer en los buenos samaritanos. Pero lo son. Se ofrecen a devolverse a la alcabala que hemos dejado varios kilómetros atrás a buscar una grúa. Se pone oscuro. No hay electricidad en la zona. Suena el celular. Los evangélicos consiguieron una grúa. Esta llega minutos después. Ya el pánico me invade. Montan el carro en la grúa. El procedimiento dura unos diez minutos. En la oscuridad, estamos indefensos. A seguir, cinco horas de viaje. Dos paradas en alcabalas. Hay que engrasarle la mano a los GNB para que nos dejen pasar, a pesar que tenemos todos los papeles en orden. La matraca es de 500 bolos. 500 bolos cuesta el honor de la divisa. Dios, hasta ahí nos hemos devaluado. Seguimos. Venezuela está oscura. No hay luz. Buena parte del camino ocurre cayendo en huecos. La mayor fortuna petrolera de nuestra historia no dio para tener una autopista expresa total desde la zona petrolera hasta Caracas. Es tan incoherente que el cerebro no lo puede procesar. Llegamos a Caracas. En tinieblas. Es una ciudad sin vida, le han robado el alma. En la autopista la grúa se queda sin gasolina. Logramos transferir de mi carro.  Pero el miedo me puede. Llamo al 911 y a Polibaruta; le digo que por favor pasen a cuidarnos, a resguardarnos. Lo hacen.
Arrancamos. Uso palancas. Lo detesto pero lo hago. El presidente del Concejo Municipal de El Hatillo es mi pana del alma. Arregla que la grúa deje el carro en Asopar, donde hay una unidad de PoliHatillo. La grúa cuesta 80 mil bolos. No hay cómo calcular el costo de oportunidad. Mi hermana y cuñado nos esperan en Asopar. Llegamos a su casa. Hogar, baño, comida, protección, amor. El carro amaneció en Asopar. Con batería y cauchos. Otra grua. Para llevar el carro al taller. Rogar que haya los repuestos. Y que la reparación no nos arruine. Pero mañana es la Primera Comunión de mi primera sobrina nieta. Nieta de mi difunta hermana Milagros. Y eso no tiene precio. Creo que fue precisamente mi hermana Mila quien desde el cielo nos protegió. El país desde horas en una grúa se ve como realmente está. Destruido. Golpeado. Olvidado. Desenamorado. Pero eso no lo ven desde los cómodos Palacios donde simplemente odian al pueblo.

Soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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