Por qué Venezuela está en las calles – Luis Carlos Díaz

Por: Luis Carlos Díaz

Luis Carlos Díaz

Vengo del futuro y no hago spoilers. Sólo sé que nos necesitamos allá la mayor cantidad posible de nosotros para trabajar. Así que este es un acuerdo: haremos lo posible por permanecer y sobrevivir al chavismo, ¿vale?

Quiero contarte algo del pasado reciente y lo que estamos viviendo hoy:

– La presión internacional contra Nicolás Maduro estaba más o menos anunciada, aunque poca gente le había hecho caso. La creación de una Asamblea Nacional Constituyente de forma ilegal, que fue desconocida por el mundo, no le permitió a Maduro seguir inventándose más endeudamientos sin rendir cuentas al verdadero parlamento. Posteriormente la persecución y exilio de líderes políticos opositores fortaleció su capacidad de lobby afuera, con argumentos de mayor peso, que lograron concretar un cerco de desconocimiento internacional tras el fraude del 20 de mayo de 2018, que ni siquiera llegó a elección presidencial. Así que desde entonces sólo bastaba que se proclamara presidente de forma irregular… pero sucedieron más cosas.

– La emergencia humanitaria sólo se ha agravado con cada semana que pasa. Vivir la economía venezolana bajo las reglas del socialismo es estar condenado a morir cada día. Por eso la gente huye por las fronteras y le toca las puertas a países que jamás imaginaron recibir tal cantidad de migrantes. No es sólo hambre lo que han provocado las políticas de Hugo Chávez, seguidas por Maduro, es también un contingente de niños sin vacunas y brotes de epidemias que estaban controladas u olvidadas desde hacía años. Eso explica la fiereza del Grupo de Lima, aún con sus cambios de gobierno, para mantener el marcaje contra la revolución. Se excluye a México por razones de nueva complicidad ideológica, no me queda duda.

Así que ese mapa de tres actores desconociendo a Maduro estaba trabajado desde hacía tiempo por las propias acciones y abusos de los revolucionarios: EEUU, la Unión Europea y el Grupo de Lima iban a actuar de forma más o menos sincronizada y coherente… esperando un escenario interno que estaba más que diagnosticado:

1. Una oposición disminuida, encarcelada, exiliada o desaparecida. Fragmentada en sus egos y cuentas pequeñas. Víctima de sus conflictos y miserias. Con una asamblea nacional sin presupuesto, irrelevante y cerrada en el corto plazo.

2. Con un pueblo aplastado, temeroso de recibir más balas y recoger más muertos. Sin capacidad de informarse en tiempo real para coordinar acciones, sin liderazgos ni capacidad de acción. Una mayoría dispersa, sin articulaciones para sus múltiples conflictos, asfixiada por la cotidianidad y condenada a resolver hasta lo más básico. Era la resignación al aguante, a sobrevivir o migrar.

Era así, no lo niegues.

Con ese cuadro arrancábamos 2019.

Al menos hasta el 5 de enero la mayoría de los venezolanos no sabía quién era Guaidó ni qué iba a hacer. Hasta pocos días después nadie sabía que iba a ser parte del misterio divino compartido: ¿Por qué lo soltó el Sebin si lo normal es que apresen a cualquiera?

Tampoco estaba en la cuenta de nadie que cosas tan impopulares hasta ese momento como asambleas de calle y protestas en las aceras se podrían convertir en fenómenos de masas absolutamente impresionantes. Son emoción hecho multitud.

Eso, quiero que lo sepas, no estaba en el cálculo de nadie. Porque en este país no pasa nada… hasta que de pronto pasan cosas. Y si pasan cosas, no es porque los gringos digan algo, aunque es importante lo que dicen; ni porque el parlamento europeo ha sido firme, que también es fundamental; ni porque el Grupo de Lima rechaza chantajes, que lo necesitamos. Pasan cosas porque estamos en el centro de esto, tenemos una historia creíble qué contar y tenemos el control de la narrativa desde hace un par de semanas a pesar de las amenazas y la censura. Pero sobre todo porque estamos planteándonos recuperar la democracia y se nos llena la boca hablando del futuro en libertad, con planes y esperanzas.

Las expectativas en estos casos pueden ser un riesgo, pero no hay vida posible ni sueños despiertos si no se cultivan esas expectativas.

Después de 800 detenidos, incluidos más de 70 niños y adolescentes, 50 asesinados por Maduro y quienes le apoyan, la presión en su contra mantiene el ímpetu porque esto se tiene que acabar y sentimos que necesitamos llegar al otro lado.

Porque tenemos todo por hacer.

Y eso es bueno.

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