Seisporocho, sampablera y sanseacabó – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad MorilloDigamos que las cosas ocurren en Venezuela a una velocidad mucho mayor que lo que tardamos en analizarlas y metabolizarlas. Digamos, para beneficio de la sensatez, que hacemos una pausa, que nos obsequiamos unos minutos para ponernos en los zapatos de unos y otros, de los que nos gustan y estamos dispuestos a apoyar y de esos a quienes adversamos y detestamos. Digamos que nos detenemos unos minutos y leemos y escuchamos sin precipitaciones y sin la desesperación y la presión de la reacción apresurada en la punta de la lengua o de los dedos.

En este mundo creemos y sentimos que nuestra opinión debe ser valorada y tomada en cuenta por el sencillo hecho de ser y estar.  Eso puede ser visto como un avance y de hecho lo es desde el punto de vista de la igualdad. Pero estamos caminando en terreno aún desconocido, aunque caigamos en la tentación de otorgar a todos los vehículos  existentes para expresar nuestros planteamientos  y para las tomas de decisiones igual peso y valor. Ese error pasa en Venezuela y en casi todo el planeta. Y es un lío, mayúsculo. Se ha generado un denso estado de confusión.
Uno puede ver que en una red social se discute airadamente un punto y caer en el error de concluir que la red es un espacio realmente representativo de la opinión pública como un todo y no apenas un patio donde convergen personas con intereses comunes. Hoy los especialistas en nuevos sistemas de comunicación se devanan los sesos intentando entender cómo funciona todo esto; buscan llegar a algunas mínimas conclusiones sobre el verdadero impacto que las redes tienen en las decisiones de las personas en lo que se refiere a selecciones políticas. Las redes son aún territorio en exploración.
Hubo elecciones de medio término en EEUU. Se elegía gobernadores en 22 estados, miembros del Senado y también miembros del Congreso. Ni  republicanos ni demócratas lograron lo que desearon y prospectaron. Más allá de los cantos de triunfo de lado y lado, sus estrategas analizan en qué fallaron. Intentan descubrir si en realidad las campañas por las redes son tan determinantes como ambos partidos supusieron, razón por la cual invirtieron en ellas enormes cantidades de recursos, abandonando otros modelos tradicionales de campaña. Se mecen los cabellos, fruncen el ceño.
A pesar del claro crecimiento de las redes en Venezuela (énfasis en Facebook, Twitter e Instagram), es pronto aún para que los estrategas políticos puedan afirmar que esas redes son el mejor medio para que el mensaje llegue a los públicos y, además, que sea «leído», atendido y metabolizado para que sea instrumento usado en la toma de decisiones. La tecnología permite saber (en tiempo real) si alguien recibió y «abrió» un mensaje (dos checks azules), no si la leyó. Podría pensarse incluso que si un tuit es «retuiteado» muchas veces es porque mucha gente lo leyó. Eso no es garantía que el mensaje llegue. Hay estudios que identifican que la gente rebota tuits sin leerlos simplemente porque sienten agrado o afinidad por quien se los ha enviado. Así, se puede armar una cadena comunicacional de fortaleza y eficiencia muy discutibles y que sea origen de confusión para el análisis.
Acaba de ocurrir una sesión en nuestro parlamento en la que había puntos realmente importantes en la agenda de debate. Asuntos claves: el rechazo al nombramiento inconstitucional de Amoroso como Contralor General de la República, la invalidación del presupuesto nacional 2019 (presentado por el Ejecutivo Nacional y aprobado inconstitucionalmente por la también inconstitucional ANC), el rechazo a la persecución al diputado Freddy Guevara (asilado en la Embajada de Chile en Caracas), el repudio a los terribles hechos en Amazonas (militares muertos y heridos) y a la reacción del Ministro de la Defensa. Las decisiones de la AN sobre estos temas tienen repercusiones de mucho peso nacional e internacionalmente. Y fueron aprobados por unanimidad de sus miembros. En una sesión tan crucial, empero, flotaba en el ambiente el deseo de varios de sus miembros de aprobar el declarar a Zapatero (huelga aclarar quién es el personaje) como persona non grata. Las posiciones se calentaron entre quienes presentaron tal declaración como algo indispensable (aunque bien supieran que no tiene ninguna consecuencia real pues Zapatero no es representante del gobierno español ni de ninguna organización), los que argumentaron que ello no es competencia del Poder Legislativo (argumento verdadero pero endeble) y una diputada, Delsa Solorzano, cuya posición fue estimar que aquello no era importante en medio de la severa crisis que atraviesa el país al tiempo que apuntó que se otorgaba a Zapartero un sitial que no merecía. Luego de astringentes discursos, se votó y aprobó finalmente una declaración de Zapatero como persona no aceptable como mediador, lo cual ya ocurría en los hechos sin necesidad alguna de declaración formal del parlamento. Pero el seisporocho tuvo dos costos altos y lamentables. Los puntos de agenda verdaderamente importantes pasaron al silencio noticioso y, grave, se hizo evidente y notoria la división de la oposición en un momento en que el país sólo pide una cosa: unidad. Sentado en la poltrona de Miraflores, Maduro se restregó las manos con gran satisfacción.
El seisporocho brincó entonces a otro ring de boxeo: las redes, especialmente Twitter, donde se armó una sampablera. De debate de posiciones se pasó a un arrebato de pasiones. En Twitter no parece haber reglas, de nada. Ni de la más elemental cortesía (las palabrotas abundan) ni para el sobrio intercambio de ideas. Es una competencia a ver quién es más ingenioso en un juego de palabras, quién insulta más grueso. La argumentación no parece caber en la brevedad de los caracteres. Importa más convertirse en tendencia. En medio de todo esto, yo hacía varias cosas a la vez, revisaba textos y análisis de otros, analizaba a mi vez la situación país y los giros de otras informaciones, escribía. De a ratos entraba en Twitter y encontraba que la sampablera subía de tono y volumen. Pero la vida se impone y hube de salir a hacer diligencias impostergables. 3 mercados, 2 farmacias, panadería, verdulería, banco. Nadie hablaba de Zapatero. Sí de Andrés y Américo, la luz, la «hiper», la basura, el «no hay», la migración, la quiebra, Albán,Lorent, los militares muertos en Amazonas. ¿Será que lo esencial es invisible a los ojos de Twitter?
De regreso, entré de nuevo en Twitter. La sampablera era un zafarrancho de combate; había escalado a ofensas de todo tipo, color, olor y sabor. Imaginé a McLuhan analizando la situación. ¿La aldea global es Twitter? ¿O Twitter es un gigantesco juego de una realidad virtual paralela?
Seguí trabajando. Noticias irrumpían en la escena. Nacionales y extranjeras. Requesens. Un lío en gestación en la Universidad de Carabobo. Cifras que aterran sobre el aumento y prolongación de la hiperinflación. Pronóstico de cierre de más empresas. No hay cómo alimentar a los niños en las escuelas. Aumenta la cifra de contagiados de malaria. La crisis eléctrica es tal que se avecina un colapso general.
Vuelvo a Twitter. Me encuentro que en esa realidad paralela sigue omnipresente el «issue Zapatero». Los insultos entre bandos se han convertido en acusaciones; hay frases amenazantes. Circulan listas. Linchamientos en proceso.
Pregunto: ¿quién va a ponerle coto a la insensatez? ¿Quién va a ponerse los lentes para ver la realidad? ¿Quién va a salirse de esa hoguera de egocentrismo e inutilidades, va a liderar a la sociedad desesperada y no sólo a gritonear consignas en plazas reales o virtuales? ¿Quién va a tener la inteligencia, el aplomo y la valentía de decir un sanseacabó? ¿Quién?
@solmorillob

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