Un asunto de vida o vida – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Ahora que las cosas parecen haberse esclarecido en el campo opositor con laJean Maninat atinada designación de Jesús «Chúo» Torrealba como secretario ejecutivo de la MUD, cuando luce blindado el acuerdo de acatar -una vez decididos mayoritariamente- los lineamientos de acción unitaria, cabe esperar que no habrán más madrugonazos, ni inspiraciones divinas, ni destinos personales manifiestos, que alteren el rumbo general anunciado por Torrealba en sus declaraciones desde que fue ungido para coordinar la MUD. Si algo le aporta Chúo a la Mesa, aparte del oído atento al clamor real de los sectores populares, es una pizca de sentido común -el que se había extraviado en los primeros meses del año- para retomar la sindéresis, bajarse del caballo encabritado de las poses histriónicas y dedicarse de una vez por todas a hacer el trabajo poco glamoroso, pero indispensable, de conquistar voluntades más allá de los convencidos de la necesidad de un cambio.

El ministro de Comunas y Movimientos Sociales y vicepresidente para el Desarrollo Territorial, Elías Jaua, sentenció en estos días que en Venezuela «las elecciones no son una alternancia, sino un problema de vida o muerte el Gobierno no puede alternar el poder con la burguesía». Más allá de la manía escabrosa -tan a gusto del fascismo- de evocar permanentemente la muerte, es evidente que los altos jerarcas del Gobierno tienen claro que las próximas elecciones parlamentarias serán determinantes para la continuación de su empeño en destruir el país. Y no solo lo tienen claro, ya todos sus voceros, cada uno a su manera, han declarado la urgencia que tiene para ellos torpedear la celebración de dichos comicios.

Podemos estar seguros que como en el pasado pondrán toda la maquinaria del Estado al servicio de impedir que el creciente malestar que se traspira en las aceras del país y comienza a expresarse en las encuestas explote en la urnas. Todos los vaticinios de instituciones serias y expertos indican que el año que viene la situación económica se degradará aún más, con un Gobierno que ya no cuenta con la elástica caja chica de antes y que ha demostrado que no tiene los recursos técnicos, ni la comprensión suficiente, para atajar el vendaval que se le viene encima. Pero si se nos permite el desliz marxista, las «condiciones objetivas» no son suficientes para alterar las «condiciones subjetivas». El pueblo, ese complicado ovillo de intereses diversos y contrapuestos, puede seguir llevando a cuestas las calamidades, y convertirlas en mercancías de contrabando fronterizo o cualquier otro invento del  ingenio para subsistir que florece, cuando la libertad económica se asfixia en las manos de unos burócratas conscientes o inconscientes de sus actos. Basta con mirar lo sucedido en Cuba.

Liliana Hernández hizo recientemente un llamado a recuperar el tiempo político perdido en lo que va del año. El resultado que arroja la evaluación de lo logrado no es precisamente favorable para el campo opositor y no hay autohipnosis, ni voz engolada, ni voluntarismo posible que mitigue esta constatación.

Convendría hacer un esfuerzo y focalizarse en un objetivo central y esquivar la pretensión de responder, en lo inmediato, a todo lo que está por resolver. El objetivo más apremiante es forzar un proceso eleccionario transparente, donde se le ponga coto a la injerencia y el abuso de poder gubernamental. La lucha por unas elecciones libres de injerencia gubernamental es la lucha política del momento. (Además podría incorporar a los gobiernos de la región que no tendrían cómo oponerse a una solicitud de apoyo en ese sentido). Para que la insatisfacción social encuentre un cauce democrático y político para expresarse, se requiere darle un objetivo concreto y no un caleidoscopio de propósitos por más justos que sean. Transformar el desafecto social que empieza a manifestarse con fuerza en afecto político por la opción del cambio democrático, es lo que está en juego en las parlamentarias del año entrante. Esa es la vía democrática que está al alcance de la mano. El Gobierno lo sabe y por eso le teme. Para la oposición es un asunto de vida o vida.

 

@jeanmaninat

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