Juan Gabriel Vásquez: Trato de decirle al lector lo que ni el periodismo ni la historia pueden contar - Alejandro Hernández

Juan Gabriel Vásquez: Trato de decirle al lector lo que ni el periodismo ni la historia pueden contar – Alejandro Hernández

Afirma que intenta narrar la inserción de Colombia en los grandes eventos históricos del siglo XX y su obra así lo confirma, pues las novelas de Juan Gabriel Vásquez van mostrando la realidad de su país en conexión con los hitos que marcan el ritmo global valiéndose de su olfato periodístico, de la acuciosa investigación de los hechos y sus protagonistas, y del oficio de escritor que lo determina. Por eso le sigue de cerca el pulso al tema político y advierte que “de repente todo el mundo quiere ser de centro”.

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Alejandro Hernández

Su obra trasciende las fronteras de Colombia, su país natal, y le ha conferido un sitial de referencia en la literatura hispanoamericana. Además, viene creciendo el estudio de su narrativa, compuesta por novelas de gran notoriedad como El ruido de las cosas al caer (https://books.google.co.ve/books/about/El_ruido_de_las_cosas_al_caer_Premio_Alf.html? id=ptd4aGh99FUC&printsec=frontcover&source=kp_read_button&hl=es419&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false) (Premio Alfaguara 2011), sus cuentos y ensayos, lo que augura una proyección mayor de su trabajo en los próximos años. Juan Gabriel Vásquez, como periodista y escritor, continuamente da una mirada a la realidad y a las vivencias. Cree que la política siempre ha sido emocional, pero ahora lo es mucho más y eso, a su juicio, es muy grave, porque hace que la cooperación y la predicción sean imposibles. Dado lo que ocurre con las redes sociales, donde las mentiras y datos sin verificación alguna circulan para beneficio de algunos, propone una especie de nuevo contrato social, “en el que nos damos cuenta de que todos, en algún sentido, somos informadores y eso nos exige cierta responsabilidad”. Mientras que en materia literaria sostiene que los escritores colombianos que desarrollan su trabajo después de Gabriel García Márquez tienen una única ventaja sobre ese monstruo y es que “escribimos en un mundo donde ya escribió él”.

– ¿En qué ha cambiado, como escritor, desde “El ruido de las cosas al caer” hasta “Volver la vista atrás”?

– La novela es una obsesión que me ha acompañado desde “Los informantes”, que es del año 2004, pero que en “El ruido de las cosas al caer” toma una forma notablemente distinta, porque me atreví a lidiar con algo que yo no sabía que tenía dentro de mis pensamientos: el impacto del narcotráfico y el narcoterrorismo en mi generación. Esta novela recupera una serie de memorias de mi adolescencia y de los primeros años de mi adultez, para buscar cómo estos fenómenos tan conocidos marcaron las vidas privadas de varias generaciones de colombianos, pero en particular la mía. Por su parte, con “Volver la vista atrás” la idea era hacer lo mismo que hice con mis personajes de “El ruido de las cosas al caer”, pero con personas de carne y hueso, que existen en mi mundo, que son amigas mías, me refiero a Sergio Cabrera y su hermana Marianela. Eso para mí representó un reto nuevo y muchas dificultades, pero esencialmente lo que quería era explorar cómo los grandes movimientos de la historia, los hechos que salen en los noticieros y que acaban escribiéndose en los libros, marcan la vida privada, la manera de ser padre, hijo, amante y hermano de Sergio Cabrera.

“Vivimos una política firmemente instalada en el lado emocional de los votantes. Siempre la política ha sido emocional, pero ahora mucho más que nunca; y eso es muy grave, porque hace que la cooperación y la predicción sean imposibles”

Juan Gabriel Vásquez, periodista y escritor colombiano

– ¿Cómo fue escribir sobre una persona viva en su última novela, es decir, sobre Sergio Cabrera?

– Fue terriblemente difícil, un proceso largo, fueron siete años de conversaciones con Sergio. Y fue muy complejo por varias razones, la primera, era la posibilidad, que siempre existió, de que mi novela no le gustara; y eso es aterrador para un novelista. La segunda, ya mucho más seria, era la posibilidad de hacer daño. Desde el principio me puse la regla, casi hipocrática, de no hacer daño, y por eso hice un acuerdo con Sergio, en el cual yo escribiría como si él estuviera muerto, o como si fuera ficticio; sintiendo, y llevando a la práctica, una total libertad de contar lo que quisiera, como yo quisiera. Por eso el libro es una novela y no otra cosa, porque usé la imaginación para meterme en las emociones, la moralidad y las convicciones de estos personajes; e interpretarlos a mi manera. El acuerdo era que yo haría todo eso y luego le daría el manuscrito a él para que lo vetara, lo censurara y cambiara lo que considerara. Para mi gran satisfacción nada de eso pasó, Sergio no sólo no cambió nada, sino que ver su propia vida en un texto, le sugirió nuevas memorias, recuerdos y revelaciones. Él se enteró de cosas que no sabía de su hermana y su familia.

– ¿Por qué su obra siempre tiene un guiño hacia la historia y el periodismo?

– Lo tomo como un elogio, porque son oficios que respeto y admiro. Además, he entendido con el tiempo que los dos oficios están en todos mis libros, no solo en el sentido al que apuntas, sino en el método también. Todos mis libros parten de una vivencia de alguien que conozco o de algo que me pasa; y ahí comienzo un proceso absolutamente periodístico, un trabajo de investigación y entrevistas que hago solo para mí. Eso hice con Sergio Cabrera y a su hermana Marianela, para escribir “Volver la vista atrás”; pero también lo hice con un hombre que tenía los huesos de Jorge Eliecer Gaitán y Rafael Uribe Uribe, guardados en su casa. A esa persona la entrevisté y de ahí sale “La forma de las ruinas”. A una mujer alemana-judía que llegó a Colombia en el1938 la consulté sobre su vida aquí durante la Segunda Guerra, y de ahí publiqué “Los informantes”. Siempre hay ese encuentro esencialmente periodístico. Cuando tengo eso y ya me he apasionado por un episodio, ahí comienzo un trabajo de historiador: voy a las bibliotecas, a los archivos a hacer investigación de documentos, etcétera; y ese es un asunto historiográfico. Cuando eso termina, es cuando entra el novelista a tratar de utilizar todos estos insumos, para contarle al lector lo que ni la historia, ni el periodismo, pueden contar. Para mí eso es una novela.

“Siempre hay ese encuentro esencialmente periodístico. Cuando tengo eso y ya me he apasionado por un episodio, ahí comienzo un trabajo de historiador”

Juan Gabriel Vásquez, periodista y escritor colombiano

 

– ¿A qué atribuye que una historia, que podría considerarse local, como “Volver la vista atrás”, haya tenido tanto éxito y reconocimiento fuera de Colombia?

– Es que no es tan local como parece, por supuesto que es una historia de colombianos y que una tercera parte de la novela ocurre en Colombia, en la selva; pero a mí lo que me ha obsesionado siempre, es encontrar esa conversación que tiene mi país con el mundo. En “Los informantes” era la Segunda Guerra Mundial, que parecía que ocurría solo en Europa, pero eso tuvo consecuencias aquí. En “El ruido de las cosas al caer” viene una mujer norteamericana que hace parte de los Cuerpos de Paz que estuvieron acá en los años ‘60 y, a través de ella, se cuenta un diálogo permanente que hay entre Colombia y Estados Unidos alrededor del tema de la droga. Yo he tratado de contar la inserción de mi país en los grandes eventos históricos del siglo XX. Esta teoría del efecto mariposa, que dice que el aleteo de una mariposa en un lado del mundo puede causar un tsunami en el otro lado, me interesa muchísimo. En “Volver la vista atrás” es lo mismo, quise analizar cómo fue que la revolución China y la Guerra Civil española tuvieron consecuencias en Colombia; cómo es que esas corrientes, que llamamos históricas, atravesaron generaciones, continentes y se metieron aquí, en nuestras vidas privadas. Eso fue lo que le ocurrió a Sergio Cabrera y su familia.

– Usted ha sido un defensor del Proceso de Paz entre las FARC y el Estado colombiano, ¿cuál es su balance cinco años después de haberse firmado la paz?

– Bueno, es un balance muy agridulce. Pienso que se han perdido muchas oportunidades, creo que la aplicación de los acuerdos por parte del gobierno de Iván Duque ha sido ambigua en el mejor de los casos; y claramente hipócrita en el peor. Recordemos que este último gobierno llegó al poder montado en el descontento o el escepticismo de los colombianos frente al Acuerdo de Paz; situación que propició y cultivó, principalmente, Álvaro Uribe y su partido, que con mentiras y distorsiones produjo que se perdiera el plebiscito. Una mentira organizada desde una campaña de posverdad.

– Hace una referencia a la pérdida de ese plebiscito en “Volver la vista atrás”…

– Claro, es que la novela sale de un momento de crisis por el que pasa Sergio Cabrera cuando tiene 66 años y está en Colombia. Resulta que en los mismos días muere su padre, Fausto Cabrera; se separa de su mujer por una crisis personal y encima de todo el país vota no al plebiscito, echando por tierra la oportunidad de terminar con una guerra de 60 años que había causado, hasta ese momento, ocho millones de víctimas. Nosotros, los que defendíamos la idea del acuerdo, sufrimos intensamente esa derrota, pero no solo porque el país no haya sido capaz de darle una oportunidad a unos acuerdos serios y extraordinariamente generosos, sino porque, además, se dejó influenciar por una campaña de mentiras y engaños deliberados. Esa decisión a mí me multiplica las preocupaciones por el momento que estamos viviendo y por el futuro cercano.

“La idea de que la mentira y el engaño son aceptables cuando nos benefician políticamente, es algo que está muy instalado en la conciencia de las ciudadanías contemporáneas”

Juan Gabriel Vásquez, periodista y escritor colombiano

 

– Esta campaña que describe se basó en la polarización, ¿cómo vencer el extremismo político en Colombia?

– Lo que pasa ahora, con la presidencial en puertas, es que ya no podemos hablar de un país políticamente polarizado; es decir, sí está polarizado alrededor de los acuerdos de paz, porque el uribismo sigue alimentando esos enfrentamientos; pero cuando sales de ese campo, lo que yo veo es una cantidad de gente tratando de ser de centro. De repente todo el mundo quiere ser de centro, hasta Gustavo Petro, que está acercándose misteriosamente a gente que no tiene credenciales de izquierda y que representan todo lo opuesto a lo que la izquierda, según la entiendo yo, debería estar buscando.

– El presidente Iván Duque también dice que es de centro…

– Todos quieren. La derecha a la que no le da miedo coquetear con los extremismos, quiere ser de centro; la izquierda que hace alianza con líderes evangélicos, homofóbicos y antiabortistas, también. Entonces uno no entiende muy bien qué es lo que está pasando.

– ¿Cuál es su visión sobre las redes sociales y el impacto de estas en las comunicaciones, la información y la cotidianidad de la gente?

– Las redes sociales crean una especie de realidad individual, para cada persona, por eso el time line de cada individuo es alimentado con una cierta versión de la realidad que defiere mínimamente lo que él piensa; pero que es radicalmente distinta a la del vecino que es su contradictor u oponente político. Eso rompe cualquier posibilidad de cooperación en una sociedad. Cuando eso pasa es absolutamente impredecible el comportamiento político de un colectivo, no hay negociación posible, no hay dialogo; y, más bien, lo que prima es la característica principal del populismo: las emociones. Ya tener los datos de tu lado, los hechos y las verdades fácticas, no tiene importancia; lo que importa son las emociones. Vivimos una política firmemente instalada en el lado emocional de los votantes. Siempre la política ha sido emocional, pero ahora mucho más que nunca; y eso es muy grave, porque hace que la cooperación y la predicción sean imposibles.

“Nuestra lengua literaria y nuestra tradición novelística fueron enriquecidas por García Márquez. Yo creo que la única ventaja que tenemos sobre ese monstruo es que nosotros escribimos en un mundo donde ya escribió él”

Juan Gabriel Vásquez, periodista y escritor colombiano

 

-¿Pero unas ideas bien expresadas y comunicadas no hacen un contrapeso importante a esa emocionalidad irracional que usted describe?

-Yo soy muy pesimista con eso. Lo que ha demostrado la política internacional desde 2016 es que eso que dices no lo respalda la realidad. La elección de Donald Trump, el Brexit, lo que ha pasado con Viktor Orbán en Hungría, la inmensa capacidad que ha tenido Vladimir Putin para inmiscuirse y distorsionar la vida política de países tan remotos como el nuestro o como el tuyo son ejemplos incuestionables. Y eso sucede porque los ciudadanos hemos faltado, en los últimos años, a ciertas responsabilidades relacionadas con información. Compartimos noticias falsas sin comprobar su origen, ni veracidad; y muchas veces hasta lo hacemos a propósito, porque juegan a favor de nuestro campo. Entonces, la idea de que la mentira y el engaño son aceptables cuando nos benefician políticamente, es algo que está muy instalado en la conciencia de las ciudadanías contemporáneas. En la contienda presidencial colombiana veo campañas comunicacionales que juegan con el miedo y con nuestras incertidumbres; cadenas de WhatsApp que cuentan mentiras. Creo que esto exige de parte de los ciudadanos una especie de nuevo contrato social en el que nos damos cuenta de que todos, en algún sentido, somos informadores y eso nos exige cierta responsabilidad.

– Ese es un tema para una próxima novela…

– Pero claro y lo sabe todo el mundo. Ya hay muchas series en Netflix sobre esto

– ¿Cómo ve el panorama literario de Colombia?, ¿el peso de Gabriel García Márquez sigue estando tan presente en el mundo literario?

– Yo creo que García Márquez se ha convertido en gran clásico que no amenaza a nadie; y que más bien ha abierto puertas y ventanas en la casa de la literatura colombiana que llevan solamente a cosas buenas. Yo he dicho muchas veces que a mi generación le tocó un poco distinto, porque recibía constantemente las exigencias de lectores en otras partes de Latinoamérica, pero sobre todo en Europa y en Estados Unidos, para que abordáramos el realismo mágico y a esa manera de ver el mundo que sale de las novelas de García Márquez. Pienso que los escritores colombianos que vienen después de mí tienen una tradición enriquecida por el hecho de que “Cien años de soledad” haya pasado por ahí y “Crónica de una muerte anunciada” y “El otoño del patriarca” y “El amor en los tiempos del cólera”. Nuestra lengua literaria y nuestra tradición novelística fueron enriquecidas por García Márquez. Yo creo que la única ventaja que tenemos sobre ese monstruo es que nosotros escribimos en un mundo donde ya escribió él. “Cien años de soledad” es la novela más influyente del siglo XX en lengua española; y en todos los continentes hay escritores que declaran que no habrían podido hacer su obra, sino la hubieran leído. Eso es enorme, es para nosotros un privilegio; quien lo sienta como una losa, como una sombra o como un problema, está mal encaminado.

– ¿Cómo está su amigo Mario Vargas Llosa?

– A Vargas Llosa yo no lo veo con frecuencia, pero a mí me asombra su salud y su energía. Él ha publicado, a sus 80 años, novelas como “Tiempos recios”, que ya quisieran publicar escritores de veinte. Yo le deseo una larga vida. Para mí, Mario, fue una figura muy importante en mi juventud, por su manera de asumir el oficio literario, una manera que pasaba por la consagración total, por la disciplina, por el esfuerzo, por el rechazo de todo lo que interfiriera con la vocación. Para mí ese fue un ejemplo fundamental.

 

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