Mari Montes

La única que no fue miss, era yo – Mari Montes

Por: Mari Montes

La experiencia de Altamira Ted Women 2021 me sirvió para retroceder en el tiempo y encontrar momentos y situaciones que fueron determinantes para mí, como este sabio consejo que me dio Gonzalo López-Silvero cuando le pregunté cómo le parecía mi idea de estar en el béisbol, justo antes de comenzar con “Por la goma”.

—El fanático del béisbol sabe mucho y le interesa saber más. No te conformes con lo que todo el mundo publica, estudia, pregunta y escucha a los que saben. Si no entiendes, vuelve a preguntar, actualízate. Ten presente que este deporte es dominado por hombres, lo juegan hombres y son muy pocas las mujeres que han podido mantenerse. Si yo me equivoco, es porque soy humano, pero cuando tú te equivoques, dirán que es porque eres mujer; es como cuando un hombre va manejando y comete una infracción. Lo hace porque es un abusador; pero si es una mujer, lo primero que le oyes decir a un hombre es «¡tenía que ser una mujer!».

También me recomendó ir vestida al estadio de manera que no hubiera ningún malentendido y tratara a todos con el respeto que esperaba recibir. Eso fue hace 28 años, cuando había pocas mujeres trabajando en el béisbol. Como hombre de televisión y papá de dos ejecutivas muy preparadas, también en la industria de la TV en Estados Unidos, Gonzalo conocía el machismo y me advertía lo que podría enfrentar. Siempre me gusta recordarlo. Fue un consejo que me ha servido hasta hoy.

Mi charla comenzó con la experiencia de la noche en que me abuchearon 18 mil personas, porque esa fue mi bienvenida al béisbol. Pero hubo otros momentos, como el que voy a contarles.

En 1995, casi en paralelo con mi trabajo como anunciadora de los Leones del Caracas, María Elena Lavaud y Norberto Mazza me invitaron a conducir el espacio deportivo semanal que se transmitía los fines de semana en Globovisión, canal que apenas comenzaba. Una experiencia enriquecedora que me permitió dar cobertura a otros deportes como el fútbol, tenis, golf y rugby, además del béisbol. El espacio terminó en 1997, después del nacimiento de mi hijo mayor, Daniel, así que me quedé con el programa de radio y el micro “Por la goma” que se transmitía en Radio Capital 710 y en Capital FM 104.5.

En 1999, César Miguel Rondón me invitó a acompañarle a escribir el documental Galarraga, béisbol, puro béisbol. Fue el año en que el “Gran Gato” fue diagnosticado de cáncer y perdió toda la temporada. Después de eso, Floralicia Anzola, productora ejecutiva del programa Flash, conducido por el animador Gilberto Correa, que se veía por Televen de lunes a viernes en horario estelar, me incorporó para que llevara un segmento de entrevistas de béisbol.

Todo iba muy bien. Seguía como anunciadora de los Leones y con el programa de radio consolidado y con buenos patrocinadores. Flash cumplió su ciclo en un par de años en los que gané experiencia y aprendizaje, al estar con uno de los mejores animadores de la historia de la televisión venezolana y la disciplina de Floralicia. Fue un honor inmenso. A los meses me convocaron a un casting para un programa de deportes. El día de la cita fui a la peluquería y mi amigo diseñador Diego Montenegro me dio un traje de lino verde pastel, bellísimo.

Cuando llegué a la sala de espera, antes de pasar a maquillaje, me encontré con cinco muchachas. Una había sido Miss Venezuela y las otras finalistas. Trabajaban como modelos. Guapas y altas, muy altas, altísimas, más altas con tacones de diez centímetros. Nunca en mi vida me había sentido tan bajita, mínima. Mido 1.63 y jamás me acostumbré a usar zapatos altos, así que mis tacones eran insignificantes, tal como me sentía.

Era obvio que no estaban buscando alguien de mi perfil, así que hice mi prueba lo mejor que pude. Se trataba de leer en cámara varias informaciones de eventos deportivos. Según el director, que había sido mi compañero en el canal, lo hice muy bien, pero eso no fue consuelo para mí, no era su decisión. Aunque tenía 33 años, además de pequeña, me sentí vieja, anciana, ante la juventud de las otras aspirantes, recién salidas del concurso.

¿Qué quería en verdad? ¿Estar en la televisión o en el béisbol?

Me hice esa pregunta manejando hacia la casa, sintiéndome muy mal porque sabía que no me iban a llamar. No quería que mi permanencia en el béisbol dependiera de las decisiones de unos ejecutivos y ejecutivas de televisión que tienen esos criterios de selección que yo no iba a cambiar. Hay una exigencia de imagen para estar frente a una cámara, pero claramente no aplican ese mismo criterio con los hombres y también sabía que irremediablemente iba a envejecer.

Me propuse entonces que mi trabajo no dependiera ni de mi apariencia, ni de mi juventud, sino de mis conocimientos. Yo no quería estar en el béisbol un ratico, y el tiempo no se puede detener.

Decidí dedicarme a escribir. Eso me hizo comprometerme con el conocimiento del juego. Para escribir es obligatorio leer, profundizar, estudiar a los actores, sus historias, investigar. Así descubrí que había mucho más, que el béisbol es mucho más.

Desde entonces me imagino llegando al terreno con un montón de años, disfrutando como disfruto hoy, escribiendo del béisbol que ven mis ojos y buscando episodios y protagonistas del pasado para dar dimensión a lo que hacen estos jugadores que brillan ahora, y llevarlo a mis lectores.

Espero no usar bastón, pero si hace falta que lo use dentro de muchos años, me verán con el bastón en los terrenos y palcos de las Grandes Ligas, escribiendo mientras escucho los batazos.

Por lo pronto ya llevo las canas, agradecida por cada mal rato que se convirtió en una motivación para seguir.

 

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