Karina Sainz Borgo: “No creo en las literaturas nacionales” - Rafael Osío Cabrices

Cuba libre, ¿el nombre de un trago? – Karina Sainz Borgo

Publicado en: ABC Opinión

Por: Karina Sainz Borgo

Para ser intelectuales, a algunos les gustan bastante los dictadores o incluso las versiones menguadas de tal cosa como un autócrata. Hay sobrada evidencia al respecto. Fidel Castro tuvo sus incondicionales, los que lo apoyaron a pesar de cualquier desmán: el colombiano Gabriel García Márquez o el argentino Julio Cortázar. Pero hubo más: el filósofo Jean Paul Sartre y la escritora Simone de Beauvoir, que acudieron a la isla en pleno safari ideológico durante la década de los años sesenta, y como esa una variopinta feligresía.

Castro tuvo una corte de escritores e intelectuales que le rieron los chistes y le aceptaron los habanos, pero también una larga lista de aquellos a los que machacó y humilló: Guillermo Cabrera Infante,

Heberto Padilla, Reinaldo Arenas, Norberto Fuentes… Uno a uno los apartó y desterró, los condenó a morir lejos de su país, afiebrados por los monstruos que crecen en los corazones de los exiliados. Murieron mucho peor que Castro: lejos, convertidos a la fuerza en otros. El poeta Raúl Rivero hace unos días nomás.

Parece que ninguno de los exilados, represaliados o perseguidos vive para ver el fin de un régimen que goza de demasiada salud y buena prensa para todo el mal que ha hecho y todos los atropellos que ha perpetrado contra creadores e intelectuales desde que, en 1961, Guillermo Cabrera Infante protagonizara el primer y más amargo episodio de represión por criticar a la Revolución que él mismo había apoyado con su pluma.

El comunicado publicado recientemente en ‘Cuba Debate’ y que señaló como subversivas las protestas contra el régimen cubano son una prueba de la gangrena. El documento coordinado por Ignacio Ramonet y que fue firmado, entre otros, por Raúl Zurita, premio Nacional de Literatura, pone de manifiesto hasta qué punto la propaganda surte efecto, incluso ahora, cuando es mucho más sencillo desmontar determinados artefactos. Que Estados Unidos tenga toda la culpa de los males de la isla es un argumento que, aun cayéndose por su propio peso, muchos usan para justificar el régimen. ¡Si llevan más de medio siglo mandando! En todo ese tiempo han ejercido sistemáticamente un gobierno de control, aislamiento y represión ciudadana, incluso en tiempos de internet.

El movimiento opositor Archipiélago es la demostración de cómo la ausencia de libertades, incluso la de la más elemental elección, y la depauperación de los ciudadanos es más fuerte que cualquier clase de intimidación, por longeva que sea. Por eso resulta incomprensible la laxitud moral, el doble rasero, la obcecación estética o la pulsión autoritaria de quienes blanquean sátrapas, acaso porque no soportan que la realidad le lleve la contraria a sus propios dislates o, por qué no, a sus propios intereses. Para ellos una Cuba libre es sólo el nombre de un trago. Nada más.

 

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