¿Nos va a comer el tigre? – Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

Por lo menos la mitad de las conversaciones, chats y emisiones de noticias de cualquier tipo se centran hoy en el Covid-19. ¿Qué es, qué no es y qué podría ser o no ser?

Es un virus bastante contagioso, poco letal, originado en Wuhan, China, donde por costumbre comen murciélagos y otros bichos que transmiten enfermedades. En términos objetivos todavía no es una pandemia, si bien la OMS la declaró como tal. Los optimistas esperamos que en los próximos dos años —lo máximo que dura una por el estilo de esta—, si los infectados sobrepasan 10 millones en el mundo —una cifra casi segura—, ojalá no se llegue a 100 millones y, desde luego, nunca a 1.000 millones, el 13 % de la humanidad. Esto para no mencionar el inefable 60 % que pronosticó, sin ruborizarse, Angela Merkel. ¿Qué demonios ganamos diciendo que nos va a comer el tigre?

Dependiendo de la cantidad de casos, cada sistema nacional de salud se vería copado y en crisis, aunque idealmente podría pasar lo contrario. ¿Por qué? Porque la gripa y la influenza se contagian de igual forma que el Covid-19, así que si se tiene éxito en frenar la segunda, las primeras también disminuirán mucho. Propongo colocar una cámara en los servicios de urgencias de clínicas y hospitales y mirar por el lente en mayo, julio y septiembre de este año. Ahí sabremos qué pasó y qué no pasó.

Me late que al Covid-19 se está aplicando algo semejante al principio de precaución: como no sabemos mucho qué va a pasar ni a qué ritmo se va a propagar la enfermedad, mejor aplicar medidas drásticas. Es lo que acaba de hacer el presidente Duque en Colombia, pues más o menos cerró el país durante el siguiente mes. Sí, hacer más lenta la expansión de la enfermedad vuelve manejables sus aspectos sanitarios. Lo que no es tan seguro es que al levantar las medidas después, la contención no se salga de madre.

Pasando a los enfermos, hablemos un poco de los mercados, que andan con neumonía. Se reflejan en ellos riesgos claros a corto plazo, aunque ninguno nuevo a largo plazo. ¿Cómo puede algo así, manejable (habrá muertos, pero no tantos más que de costumbre), desfondar las bolsas de valores? Tal parece que el mundo se va a acabar. ¿La razón? Que somos una especie paranoide. Otro cantar es que haya sectores muy afectados —el turismo, los eventos con público, las aerolíneas—. Les compete a los gobiernos tomar medidas de emergencia económica u otras parecidas para ayudar a los afectados y evitar las quiebras.

Los índices de mortalidad, un dato clave, se calculan sobre los casos reportados. Si los no reportados son muchos, según se dice por ahí, eso significaría que la tasa de mortalidad es bastante menor a la estimada. En fin, quiero ser claro, la epidemia de Covid-19 es muy seria y hay que cuidarse y cuidar a la gente, si bien la percepción está siendo dramáticamente distorsionada. Tiene que haber más de una razón para eso. Duro decirlo, pero estando tanto dinero en juego, no se puede esperar ecuanimidad de los poderosos cuando se refieren al coronavirus. Las mentiras y exageraciones abundan.

De todos modos, el camino está clarísimo: hay que mirar a aquellos países que tienen éxito en parar el Covid-19 —viene a cuento Corea del Sur, un país democrático— y adelantar políticas lo más parecidas a las que ellos adelantan. De resto, ir viendo lo que pasa y reaccionar con calma y sindéresis. Porque no estamos ante ningún final del mundo.

 

 

 

 

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