Por qué Irene Montero quiere ser como Cristina Fernández de Kirchner - Ana Alonso

Por qué Irene Montero quiere ser como Cristina Fernández de Kirchner – Ana Alonso

Publicado en: El Independiente

Por: Ana Alonso

«Quien inventó el espejo envenenó el alma humana». Fernando Pessoa reflejaba así cómo la imagen que vemos y a la que aspiramos nos delata. Irene Montero (Madrid, 1988), ministra de Igualdad en el gobierno de España, pareja de Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos, y Cristina Fernández de Kirchner (Tolosa, Argentina, 1953), ex presidenta argentina, viuda del presidente Néstor Kirchner, son dos líderes de distintas generaciones, pero con vocación de poder, elocuencia y que recurren a la estrategia de la polarización gracias a las grietas en sus sociedades. CFK ha llegado a lo más alto, y ahí quiere estar Irene Montero.

En una entrevista en Radio La Pizarra, del pasado 20 de abril, Irene Montero declaraba que «el ejemplo de Argentina nos demuestra que sí se pueden construir alternativas y formas de organización social que no dejen a nadie atrás. Es un gobierno valiente que se pone del lado de la gente». Habla de la Argentina que preside Alberto Fernández junto a la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), desde las elecciones del 28 de octubre de 2019.

Cuando le preguntan por CFK, Irene dice: «Es una enorme mujer y una grandísima política. Argentina tiene mucha suerte de tenerla allá».

Para Podemos Argentina es un ejemplo que parte de 2001, cuando al otro lado del Atlántico hacen frente a la crisis. En Argentina gritaron entonces: «Que se vayan todos». En España fue el 15-M, por los estertores de la crisis de 2008. El grito era: «No nos representan». De ahí al gobierno en un tiempo récord. Y Argentina como referente.

Es un referente en el que la pobreza ronda el 40% y donde el proceso de chavización de la política va in crescendo. Así lo reflejan las denuncias de los medios de comunicación sobre la campaña de hostigamiento que sufren los periodistas.

Irene Montero no oculta su admiración por CFK, como no lo hace su pareja, el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, quien contó como jefe de gabinete con Pablo Gentili, que justo volvió con Alberto Fernández tras ganar las elecciones presidenciales el año pasado. Iglesias emuló un lema de la campaña de CFK en 2017 («Vuelve», decía) cuando se incorporó de la baja de paternidad en marzo de 2019.

Las dos también tienen en común que en su vida imbrican lo personal y lo político. «Pertenecen a la tradición argentina de matrimonios políticos», señala Norma Morandini. Cristina Fernández fue primera dama, o «primera ciudadana», como le gustaba señalar a ella, y luego presidenta. Ahora es vicepresidenta, y mueve muchos entre bambalinas.

Irene Montero fue jefa del grupo parlamentario de Podemos cuando su pareja era líder del partido y ahora los dos forman parte del gobierno de Pedro Sánchez: Irene como ministra de Igualdad y Pablo Iglesias como vicepresidente segundo, responsable de Derechos Sociales y Agenda 2030. En España otro ejemplo de pareja en política fue el del ex presidente del gobierno José María Aznar, del Partido Popular, y su esposa, Ana Botella, que fue alcaldesa de Madrid, cuando él ya se había retirado del primer plano.

Concepción del poder

La ministra española y la vicepresidenta argentina comparten una concepción del poder. «Es una idea plebiscitaria. Como la gente me votó, puedo hacer lo que quiera. No hablan de la ciudadanía, sino de la gente y la patria. Irene Montero no puede llevarla a fondo porque está en un contexto democrático, en Europa, y con instituciones que funcionan», afirma la periodista y ex senadora Norma Morandini. A su juicio, CFK es «la primera caudillo con faldas: una líder populista alejada de la concepción de dirigente ciudadana, de una líder como Angela Merkel».

Según Martin Szulman, consultor en Ideograma, hay similitud en la forma de construir el poder. «Montero viene de una izquierda que se transforma y deja de ser tradicional (Juventudes Comunistas) para contener un conjunto de demandas sociales dispersas. CFK viene del peronismo, uno de los populismos más clásicos de Latinoamérica».

También coinciden en que «el Estado lo resuelve todo, desprecian el mercado», según Morandini, y se apropian de una fractura, en el caso de España la generada por la guerra civil, en el argentino, por el peronismo («la grieta», en palabras de Lanata) para polarizar. O eres franquista o antifranquista: o eres peronista, o antiperonista.

Es el otro el que tiene la culpa. Y si no estás conmigo, si no eres feminista, según mis postulados, o de izquierdas, eres un fascista irredento. Si no eres peronista, eres antipatriota. Si no eres cristinista, actúas contra Argentina. «Suelen decir que si no los apoyas haces el juego a los neoliberales o a la extrema derecha… Y yo pregunto: ¿Cuándo vamos a hacer el juego a la democracia», apunta la ex senadora.

«Pero la generación de Irene Montero no conoció la dictadura. Son las primeras generaciones que viven en liberad y no honran ese privilegio. Me sorprende que la democracia no sea un valor para ellos», añade Morandini.

La polarización llega a Podemos a través de las lecturas de Ernesto Laclau. Hay que tener un enemigo para tener poder. «Al kirchnerismo le ha servido. Tuvieron la habilidad de tomar un tema sensible como los derechos humanos y se apropiaron de esa bandera. Nunca habían tenido que ver con los derechos humanos. Su defensa era universal. Pero los kirchneristas se apropian del mensaje y de sus portavoces, que se convierten en defensores a ultranza de los gobiernos kirchneristas», señala la autora de La mala bestia, que llegó a ser candidata a vicepresidente en 2011.

Dos hermanos de Norma Morandini, Néstor y Cristina, llamados como los Kirchner, fueron arrojados al mar en tiempos de la dictadura. Su madre, Rosa Huespe de Morandini, era una Madre de Pañuelo Blanco.

«Se ve, se siente» a la president/a

El feminismo para Irene Montero, ministra de Igualdad, es un eje sobre el que pivota su discurso. En el caso de CFK es algo más tangencial, pero en ciertos momentos recurre a la tarjeta feminista.

«Irene Montero pone desde el minuto cero el feminismo en la centralidad de su discurso. CFK es una dirigente de carrera y a ella ese discurso le llega más tarde. En campaña, en la noche electoral, cuando gana en 2007, le empezaron a cantar: ‘Se ve, se siente, Cristina presidente’ y ella corrigió a la militancia: ‘Presidenta, acostúmbrense’», rememora Szulman, sociólogo, formado en la Universidad de Buenos Aires.

Sin embargo, CFK no apoya el aborto, y nunca ha dado visibilidad a mujeres en su entorno.

Añade Szulman que también que coinciden en que son «dos mujeres en espacios bastante masculizados. El peronismo lo es, salvo Evita. Irene Montero como portavoz pero con mayoría de hombres».

Szulman advierte también una transformación estética en CFK, a partir de 2005, cuando rompe con una estética de los 90, y en el caso de Irene evolucionaría de la estética hippy a un acercamiento al canon más tradicional.

En las antípodas ideológicas de las dos estaría aparentemente Cayetana Álvarez de Toledo, la portavoz parlamentaria del Partido Popular. Sin embargo, Francisco Sánchez, director del Instituto de Iberoamérica, considera que es Cayetana quien es peronista. «Tiene una visión maniquea. Todo aquel que no piense como ella es antiespañol. Eso es CFK al cien por cien. Se ha socializado en un contexto con una división profunda, peronistas, antiperonistas. No hay espacio de pluralidad».

CFK, única en su género

Cristina Fernández de Kirchner es un modelo muy argentino, si bien resulta más cercano a Podemos que otros en Latinoamérica. «CFK les queda más cerca, es de clase media, de gran urbe, está en contacto con procesos populares de revolución. Ahí se sienten más cómodos que con otros referencia en América», señala Szulman.

Sin embargo, cree este consultor de origen argentino que CFK «tiene un carisma muy particular». Está relacionado y favorecido con el personalismo en el liderazgo argentino, y con la personalidad arrolladora de CFK.

«En Argentina hay cristinistas. CFK ha polarizado a medida que el mito va creciendo. Crece más con el gobierno de Macri, cuando el nivel de vida se deteriora. Aquí me cuesta imaginarme un irenismo. Primero, aún es joven, y sobre todo, veo el escenario español polarizado más por bloques y en ese bloque no domina Podemos ni Irene Montero», apunta Martin Szulman.

De esa liturgia cristinista escribe Norma Morandini en La mala bestia. «La confesión más transparente sobre la concepción totalitaria de poder confunde Estado con Gobierno. Cristina es Argentina».

En ese camino CFK tiene claro que lo único que importa es conservar el poder. «Monopolizar la construcción de esa propaganda-ideología a través de los medios de comunicación y con la juventud como destinataria», escribe la autora.

Esta concepción se traslada en una visión de los medios de comunicación como los culpables, si no comulgan con lo que defienden ellas. «No creen en la libertad de prensa y la sustituyen por propaganda», concluye Morandini.

CFK creó ese nuevo liderazgo. Primero su espejo era Evita, pero rompió el espejo para convertirse en CFK. Más allá de Evita y de Néstor. «Irene Montero está construyendo su liderazgo y su espacio. Tiene futuro en términos políticos y de recorrido. Es joven. CFK ya tiene asignado su lugar en la Historia. Genera amores y odios. Polariza. Irene aún no», remarca Szulman.

A la edad que tiene ahora Irene Montero, 32 años, CFK aún andaba de pleitos como abogada vinculada al sector inmobiliario en Santa Cruz, al igual que Néstor que fue quien dio los primeros pasos en la política local. Ahora las carreras políticas son supersónicas.

 

 

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