Un vecino tenebroso – Andrés Hoyos

Publicado en: El Espectador

Por: Andrés Hoyos

Andrés Hoyos

Colombia tiene desde 1998 un vecino tenebroso: Venezuela. Hablo del gobierno, no de la pobre gente de ese país que se ha venido en masa hacia este lado de la frontera. Y vaya que consideré otros adjetivos. Citemos tan solo los que comienzan con a: abominable, abusivo, abyecto, de mal agüero, alevoso, arbitrario, artero, atarván, atravesado, avieso.

Durante su cruce por la frontera entre Colombia y Venezuela en febrero de este año, a Juan Guaidó le tomaron unas fotos problemáticas con dos delincuentes de los Rastrojos, uno de ellos pistola al cinto, sobre las cuales no ha sabido dar explicaciones convincentes. Lamentable. Esto, sin embargo, no nos puede inducir a confusiones. Tanto o más mafiosos que los Rastrojos son Maduro, Cabello y el régimen, incluido el Cartel de los Soles, conformado por generales y coroneles de la FANB. La gente, al criticar los desatinos ocasionales de Guaidó, no puede olvidar esto ni por un momento.

Me cuenta una buena amiga que ha estado en Venezuela para escribir un libro que el deterioro allá está llegando a lo inverosímil. Ya no es solo que no haya comida ni medicinas, salvo para los validos del régimen o para quienes tienen dólares, sino que las calles de una ciudad como Maracaibo están repletas de basura y se ven ratas por todas partes. Tarde o temprano llegarán unas epidemias medievales. ¡En pleno siglo XXI en el país con mayores de reservas de petróleo del mundo! Aquí habría que volver a la lista de adjetivos, ahora con d: dañado, degenerado, delictivo, demoniaco, depravado, desalmado, desastroso, desgraciado, desleal, despiadado, despreciable, detestable, diabólico.

A uno no le cabe ninguna duda de que Maduro caerá, lo que no se sabe es cuándo. Convengamos en que las dictaduras no son eternas, aunque algunas sí han durado mucho. Basta con citar a Franco, a los Castro, a Trujillo, a Mugabe y a tantos otros patanes que pasaron décadas y décadas torturando a sus respectivos países. El chavismo empezó siendo popular y ancló su arbitrariedad en la manipulación de unos triunfos electorales reales bajo Chávez, pero a partir de 2013 se torció del todo hacia la dictadura con Maduro. ¿Por qué ha durado el chavismo en el poder lo que ha durado? Porque los recursos les alcanzaron para saquear el país, al tiempo que sobornaban a la gente con regalos considerables. Es el clásico esquema populista llevado al extremo. Lo que tal vez no estaba en los planes de nadie era la colosal ineptitud de la boliburocracia, que ha secado prácticamente la totalidad de las fuentes de recursos. Hoy apenas queda un chorrito de petróleo y una cantidad de cocaína y de minería, sobre todo en manos de militares. Son fuentes de lejos insuficientes para sostener la dictadura. Dicho de otro modo, sin recursos el régimen se está agotando.

Seguirles la pista a los ires y venires del despelote venezolano es medio inútil, aparte de que produce mareo. Que si Bolton, que si Trump, que si hay una falsa oposición —la hay y acaba de asomar la cabeza—, que si vienen elecciones de algún tipo —vienen, pero bien podrían ser una gran trampa—, etcétera. Eso sí, cada día que pasa se hace más difícil la futura recuperación de Venezuela. Por fortuna, el chavismo más temprano que tarde será borrado del mapa. No creo que en el futuro la gente les vuelva a comer cuento nunca.

Lea también: «Presidencialitis«, de Andrés Hoyos

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