El violín, un arma letal.

El hombre y sus inventos. Hace miles de años se cansó de arrastrar objetos y decidió inventar la rueda. ¡Qué maravilla! Esta no tardó en darle paso al carro, y este no solo sirvió para transportar bienes sino también armas. Armas que, obviamente, también eran inventos humanos. Así, en su caminar por la historia y el planeta, el hombre ha inventado maravillas para el bien y maravillas nefastas para el mal. Pero las unas no se confunden con la otras.

Una cosa son los instrumentos para matar y destruir y otra los que son para crear y producir belleza. Una pistola nada tiene que ver con una guitarra. Aunque el trombón tiene un cañón no escupe balas y tampoco mata. A diferencia de la granada o la lacrimógena, el violín es frágil e inofensivo. Eso, por supuesto, en el mundo asumido como “normal”; el que respeta y sigue el devenir lógico y dialéctico del paso del hombre sobre el planeta.

Pero hay otros mundos –anormales, quizá- donde nada se respeta y las cosas no son como deberían ser. Nuestro país, lamentablemente, tiene rato ya arrojado en uno de esos despeñaderos de la historia. Aquí las cosas se confunden. Son lo que no deberían ser. Aquí, por ejemplo, una cosa tan frágil, inofensiva y hermosa como un violín, es tomada como un arma letal y muy peligrosa. Solo así puede explicarse lo sucedido con el músico Willy Arteaga.

Arteaga, violinista de oficio, no ha dejado de salir a las calles en estos días de lacrimógenas y cruenta violencia represiva. Como tantos, como todos, ha salido para dejar constancia de su desacuerdo con el país que vivimos, con el gobierno que nos mal gobierna y condena. Sale armado con su violín. A los Guardias Nacionales los enfrenta y les toca joropos, el Pajarillo y el Alma Llanera. Temas, se entiende, profundamente subversivos.

Tal afrenta y agresión fue demasiado para la sensibilidmentad de la Guardia que, incontenible, herida en su honor, le arrebató el violín al peligroso terrorista musical y se lo destruyó. Añicos sordos y justicieros en defensa de la patria.

A eso han llegado las fuerzas represivas del régimen, al colmo de la brutalidad, el sinsentido y la salvajada. De allí las cifras espantosas que ayer diese de manera oficial la Fiscal General de la República, Luis Ortega Díaz. En 55 días de protestas, 57 fallecidos. De ellos, 52 civiles y apenas 3 funcionarios. 1000 lesionados, 771 civiles y 229 funcionarios. El Ministerio Público ha iniciado 1475 investigaciones, 1329 por delitos contra personas y 150 por daños a la propiedad. Hay 19 efectivos de seguridad imputados por violación de derechos humanos. Emitió 18 órdenes de captura contra funcionarios policiales y militares que están por ejecutarse. 2815 detenidos y 1240 aun sin libertad, teniendo órdenes de excarcelación. Ah, y a Pernalete lo mató una lacrimógena disparada a quemarropa contra su pecho, no una bala rara como argumentó el gobierno por boca del general Reverol.

Por eso, Luisa Ortega es, ahora, una traidora. Eso para el régimen. Para el país es apenas una ventana que empieza a abrirse y por la cual puede entrar una brisa fresca, distinta. Quizá la suave música de un violín.

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