Apuntes sobre la vergüenza – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Para los hispanohablantes de América, la palabra vergüenza esmk9HMijk_400x400 sinónimo de pena, aunque ella lleva implícito un guacal de dolor.

Eso, vergüenza, pena, y más aún, profundo dolor e ilimitada rabia, es lo que sentimos los venezolanos cuando vemos reflejado en reportajes y notas en los medios internacionales el patético estado en el que se encuentra nuestro pais.

La última daga clavada en nuestra tan adolorida humanidad es la portada de la reciente edición de la revista Time. No muestra la portada y el correspondiente reportaje absolutamente nada que no sepamos. Pero duele como si fuera un tizón en el alma. Avergüenza hacer portada de una de las revistas más connotadas del mundo no por un logro o éxito, sino por el desastre, resumido en un brevísimo titular: «Venezuela está muriendo».

A la no esquivable vergüenza y el dolor no posible de anestesiar, se suma la enorme rabia. Sí, rabia en su máxima escala. No ocurre en Venezuela nada distinto de lo que llevamos años advirtiendo. Ríos de saliva, de tinta, de fotografías y vídeos y cataratas de informes electrónicos despachados urbi et orbe han nutrido nuestra alerta, que por años fue arar en el desierto. Fuimos olímpicamente ignorados. No fuimos escuchados ni atendida nuestra advertencia, por mucho que contaban con un portafolio de indicios,  pruebas, evidencias, cifras. Los organismos internacionales, irresponsable y convenientemente hicieron oído sordo y ojo ciego. Igual hicieron las embajadas, los «headquarters» de las empresas transnacionales. Muchos nos hartamos de tratar con corresponsales extranjeros para quienes todo el asunto de lo que nos estaba pasando -y pasaría- no era más que un laboratorio de excentricidades de pasional país caribeño tercermundista. Una novelita de realismo mágico. Así, gobiernos, organizaciones internacionales, corporaciones y medios de peso global, en una actitud esquiva y displicente, se hicieron cómplices de este psicodrama, bajo la endeble excusa de la «soberanía», de la «auto determinación de los pueblos». La verdad que se agazapaba tras su conducta, quedaba de bulto en comentarios como el que una vez me apuntó con alta dosis de sarcasmo un corresponsal extranjero basado en Venezuela, «ustedes son exóticos y es improbable que salgan de su pobreza mientras los hombres se ahoguen en alcohol y las mujeres todo lo resuelvan entre sabanas». Huelga decir que hasta el día de hoy me arrepiento de no haber hecho lo que tocaba: darle una sonora bofetada. Me limité a responderle que su evaluación revelaba ignorancia supina.

La portada de Time se viralizó. Está en las redes. En todas. Mundialmente. Y a la desgracia cotidiana que padecemos los venezolanos cargamos encima además con un guacal de vergüenza y un portentoso container de rabia. ¿Ahora sí se reconoce lo que tanto y tanto advertimos, en todos los idiomas y en todas las formas? ¿Hasta dónde tenía que hundirse el país para que tantos «inteligentes» del mundo supieran leer que los síntomas revelaban una gravísima situación? ¿Cuántas y cuán profundas debían ser las violaciones constitucionales y de derechos humanos para que fueran suficientes para armar expedientes? «Venezuela está muriendo». No. Venezuela lleva largos años enferma de gravedad. ¿Y es ahora, con cifras en rojo en todos los órdenes, con las calles y caminos pintados de sangre, con un cementerio de industrias y comercios, con la gente deambulando por los basureros en procura de algo que comer y falleciendo porque no hay medicinas, es ahora cuando ustedes vienen a entenderlo? Caramba, por decir lo menos.

Quizás, la vergüenza no es sólo nuestra. Otros también cargan con ella, aunque no lo reconozcan. Quizás ahora  muchos abran archivos buscando esos informes que les fueron entregados, que fueron arrumados y nunca leyeron.

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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Un comentario

  1. Dolorosa realidad. Todo tiene su final.
    Mediante el buen Dios para nosotros esa tragedia la vamos a superar muy pronto.

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