Diosdado y los escuálidos – Alberto Barrera Tyszka

Por: Alberto Barrera Tyszka

“Si la locura tiene un lugar en la vida, también lo tiene en laVk8PW2VL_400x400 (2) historia”, afirma J.M Coetzee antes de proponer su análisis sobre las razones y las motivaciones que fundaron y trataron de legitimar el apartheid en su país. Crear y justificar, de manera abierta, un sistema de segregación es una forma de delirio.  Nosotros no estamos tan lejos de esa experiencia. Es lo que hace Diosdado Cabello cuando se para en una tarima frente a una multitud y vocifera, promoviendo la discriminación y la violencia como si fueran valores positivos, como si fueran ideales libertarios. No hace política. Solo impulsa la exclusión. Convierte el desvarío en una experiencia colectiva.

El Primer Vicepresidente del PSUV anda en una campaña particular, recorriendo el país, repartiendo amenazas, distribuyendo miedos.  Su propuesta es simple y directa: quiere que el pueblo se convierta en un ejército de sapos y soplones, en una fuerza de perseguidores ideológicos que denuncien a cualquier ciudadano que no sea rojo.  Declara que ya el oficialismo también ha empezado con esa faena de limpieza. Es –según señala– una “operación nacional”.  Y asegura que ya se han encontrado “más de 4000” funcionarios públicos que cometieron el delito de ejercer su derecho y, criminalmente, se atrevieron a firmar para pedir la activación del Referendo Revocatorio.  Se trata de una gran cruzada general en contra de la Constitución y en contra de la libertad.  Se trata de un atentado en contra de los derechos universales del hombre. Cada vez más, el Plan de la Patria se concentra en una sola palabra: represión.

La locura tiene su propia lógica. El diputado Cabello anuncia el inicio de la nueva temporada de caza de empleados públicos. Promete rastrear a los herejes, ubicar y acorralar a los impíos. No podrán esconderse. Cabello repite que deben ser despedidos. Más aún: afirma que si sus jefes se niegan a botarlos, entonces sus jefes también deben irse. Y desea aplicar el mismo método con los empresarios. Cabello cree que el chavismo es una raza pura. Cabello habla como si el PSUV fuera el Ku Klux Klan.

Y no deja de ser un poco sorprendente que su partido guarde silencio. Que ni siquiera se levante alguna voz, con cierta autonomía, con algún gramo de inquietud crítica, a sugerir aunque sea que un planteamiento de ese tipo no es libertario, que es más bien profundamente retrógrado, anti democrático, que es indefendible e impresentable. No. Nadie dice nada. Para el oficialismo, también hay un fascismo malo y un fascismo bueno. La lógica de la locura supone que, a veces, el apartheid es necesario.

Cualquiera que desee registrar de cerca este fenómeno, solo tiene que sintonizar todos los miércoles en la noche el canal más importante de nuestra televisión pública. Ahí, casi siempre, este delirio se organiza como un show. Es un extraño festival que muestra casi todas las conductas y prácticas que cualquier gobierno, medianamente honesto, quisiera eliminar. Probablemente, “Con el mazo dando” sea el programa más reaccionario de todo nuestro continente. Es otra representación insólita del extravío que trata de imponerse como el orden natural de nuestros días. Un animador que empuña un mazo lleno de púas y habla de justicia y de paz.

Diosdado anda promoviendo la cacería de escuálidos. Pero solo logra hundirse más en la incoherencia. Todavía no se ha dado cuenta de que las cosas cambian. Venezuela es otra. Escuálidos son los diputados del Gran Polo Patriótico en la Asamblea Nacional. Escuálidos son los seguidores de Maduro en los barrios populares. Escuálido es el porcentaje de aprobación que tiene el gobierno. Escuálida es la credibilidad del CNE y de Tibisay Lucena…Todo es parte de la misma confusión. Ya ni siquiera pueden usar las palabras que antes usaban. Hasta el lenguaje se les está volteando. Ellos son ahora esa minoría desesperada por imponerse, por mantenerse en el poder.

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