Soledad Morillo Belloso

El undécimo mandamiento – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso 

El perro da muchas vueltas antes de echarse. Los estudiosos de los asuntos caninos no han logrado aún explicar el porqué de tal comportamiento.

Las cosas ocurren no necesariamente cuando uno quiere, sino cuando toca. Y aunque el costo del retraso sea alto, pues la tardanza no debe ser el argumento para abortar lo que hay que hacer.

Llega con absurda demora el anuncio de la reactivación del espacio de lucha política democrática.  Pero llega. Llega también con demora la nueva etapa de la «negociación». Pero llega.

Fácil no será. No hay que rellenar el discurso con versos  almibarados y menos que menos con citas grandilocuentes o parrafadas en latín, griego o sumerio. Esto que viene no es un bolero romántico de esos que se baila en un ladrillito. Tampoco es un paseo en globo una hermosa mañana primaveral. No. Lo que viene es duro y rudo y tomará tiempo. Hay, por de pronto, unos capítulos en el futuro inmediato. Y hay que dejar que los que  dirigen la carrera lo hagan. Se llama delegación de trabajo.

Algunas cosas hay que exigir. Que los que estén a cargo se hagan cargo. Que los mirones de palo, sean pues de palo. Que los managers de tribuna se queden ahí, en la tribuna. Que los pensantes, piensen y los brutos se tomen vacaciones. Que los lectores de cartas del Tarot, las runas, la borra del café y las bolas de cristal guarden por esta vez sus lápices pronosticadores. Calladitos se ven más bonitos.

Las primarias no son la única solución, pero parados donde estamos hoy, es una solución viable y posible. Son un paso adelante, pues decidir realizarlas es una decisión. Y ya eso es  mucho. Hay la responsabilidad de los políticos y también de los ciudadanos de hacer todo lo necesario para evitar que las primarias se conviertan en la hora  loca de las vanidades. Los aspirantes harán bien en poner su egos en remojo y en no andar escuchando consejos de gentecita con cartel  con intereses ocultos. La masa no está para bollos. Lo saben ellos.

Si las reuniones de negociación logran aunque solo sea unos acuerdos mínimos, una tregua, ya eso es ganancia. No se puede construir en medio de la trifulca. Y aunque las pantallas aguanten todo, los micrófonos aguanten todo, las páginas aguanten todo, la gente, los millones de a pie, tienen la piel con quemaduras graves. Y ya los ungüentos de sábila no alcanzan para el alivio de los dolores.

El undécimo mandamiento es no estorbar. Y el que no suma, resta. El que no multiplica, divide.

 

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