Entre cobardes y rumberos – Leonardo Padrón

Publicado en CaraotaDigital

Por: Leonardo Padrón

Todo está muy enredado. La incertidumbre nos acompaña a todas_OIy8-Y4_400x400 partes como una sombra nerviosa. Eso que llaman serenidad es solo una vieja nostalgia. La perplejidad se nos ha convertido en un evento cotidiano que estrena nuevas capas todos los días. La crisis que estamos viviendo posee varios nombres, amerita clasificaciones, sufre de exceso de tramas. A este panorama se le agregan escándalos sangrientos como la masacre de Tumeremo. Y quizás lo más indignante es que el gobierno tiene una sola forma de reaccionar ante las muchas calamidades que nos rodean: huyendo.

La desafortunada declaración del gobernador Rangel Gómez negando de entrada el asesinato en masa de 17 mineros del estado Bolívar es una verdadera ofensa a los familiares de las víctimas, a la comunidad que gobierna y al país en general. Esa fue su primera reacción ante la noticia: huirle a la verdad. Tanto así, que ya estamos iniciando la segunda quincena de marzo y el gobernador aún no se ha dignado a presentarse en el sitio de los acontecimientos. Ausentarse es otra forma de huir. Cuando Diosdado Cabello, ese otro presidente en ejercicio, declara que la oposición ha convertido la tragedia en show mediático también está huyendo. Cuando Maduro se encadena en televisión para reciclar los cartelitos de #ObamaDerogaElDecretoYa le está huyendo a la colosal crisis que azota al país. Cuando Aristóbulo Istúriz le endosa la culpa del dólar negro, la inflación y el desabastecimiento a una página web llamada Dólar Today está huyéndole a la crucial responsabilidad que posee el gobierno en el desastre que hoy somos. Y, en esta situación fangosa que nos ocupa, tener el poder y huirle a la verdad, disimularla, escamotearla, es sencillamente cobardía. Hay momentos en la vida en que se debe tener el coraje de verse al espejo y asumir la responsabilidad de tus errores. Pero, según parece, en Miraflores están prohibidos los espejos.

Es asombroso. Resulta que la revolución no es culpable de nada. Ellos son puros, perfectos, inmaculados. Casi santos. Gente de conducta irreprochable. Siempre hay un otro. Uno que no pertenece al club. Alguien de intenciones aviesas y satánicas dispuesto a mancillar el triunfo de la revolución. La lista es infinita: el imperio, Uribe, Ramos Allup, los medios de comunicación, la derecha maltrecha, Dólar Today, Rajoy, el eje del mal, la CIA, la iguana, el “monstruo de Ramo Verde”, los humoristas, JJ.Rendón, los caricaturistas, los tuiteros, los guarimberos de Miami. En fin, ya la lista produce un larguísimo bostezo. Por eso, decidieron renovarla. Luego de una minuciosa pesquisa apareció otro gran villano: el rentismo petrolero. 17 años después se dan cuenta de algo que durante décadas venían advirtiendo los analistas más calificados. Pero como bien lo apuntó Chúo Torrealba hace poco, los revolucionarios en vez de hacerle caso a Uslar Pietri y sembrar el petróleo, en un alarde de originalidad “se rumbearon el petróleo”.

Vamos a estar claros, aquí todos los gobiernos se han rumbeado el petróleo. Todos han chapoteado en el oro negro sin escrúpulos, sin conciencia, sin visión de futuro. Pero lo que han hecho Hugo Chávez, su triste heredero y sus acólitos de camisa roja con esa involuntaria riqueza que nos fue otorgada ha sido pavoroso. No dudaron en invitar al festín a sus amigos de la cuadra. Cuba y Nicaragua fueron los primeros en lanzarse de cabeza a la piscina de nuestros dólares, mientras Evo Morales y los Kirchner se apuraban en ponerse los trajes de baño. La cola de invitados se hizo inacabable. Chávez hizo el rol del típico anfitrión millonario que no escatima champaña, ni langosta, ni mariachis y donde cada invitado entraba y salía a cada rato con un cotillón de dólares extravagante y monumental.

Y aquí estamos, el resto del país, treinta millones de personas deambulando por los restos de una fiesta a la que no fuimos invitados, padeciendo la resaca que ellos no tienen, buscando entre los escombros de la bacanal lo que quede de comida, descubriendo que ya casi ni luz eléctrica hay, asombrándonos con las tres gotas de agua que quedan en el tanque, y viendo –con alarma- cómo el pillaje sigue saqueando el saldo restante. Mientras esto ocurre, ellos siguen huyéndole a la realidad, disfrazándola, y endosándole la responsabilidad del desfalco y la ruina a los que, sin pausa, han denunciado el escándalo en el que se convirtió esa orgía de corrupción, dinero y sangre llamada la revolución socialista del siglo XXI.

Leonardo Padrón

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