Falsos dilemas – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

¿Robar o no robar? ¿Mentir o no mentir? ¿Producir o importar? ¿Trabajar o vivir de las rentas? ¿Patriotismo oimages (2) Republicanismo? ¿Generosidad o limosna? ¿Gratis o regalado? Cientos de dilemas. Miles de ellos. De todo olor, color y sabor. Inútiles. Idiotas. Perversos. Nocivos. Profundamente tercermundistas.
Somos una nación plagada de falsos dilemas. De leyendas. De mitos. Nos creemos ricos. No lo somos. Nos creemos desarrollados. No lo somos. Nos creemos víctimas inocentes. Somos víctimas de nuestra propia torpeza. De nuestra mitomanía. No nos gusta ver la realidad. Si uno dice algo doloroso, automáticamente saltan cientos a acusarnos de derrotistas, de depresivos, de pesimistas.

Pocas palabras han sido tan prostituidas en Venezuela como el vocablo «esperanza». Nos permite escabullirnos de nuestra cuota parte de responsabilidad. Nos la pasamos esperando. Esperando que llueva o deje de llover. Que suba el precio internacional del petróleo. Que la mata dé buenos aguacates, mientras nos sentamos a ver si el gallo puso.
Claro que tenemos un país físicamente fantástico. Pero que no explota ni sus potencialidades ni sus talentos. Cada quien se ocupa de lo suyo. Y lo que haga el gobierno, éste o cualquiera, nos suena a más de lo mismo. Pero no hacemos nada para que deje de hacer lo mismo. Nos hemos persuadido que alguien tiene que hacer el cambio. Y vemos todas las dinámicas sociales como gallina que mira sal. No somos derrotistas pero sí exhibimos una altísimo grado de resignación. Nos dejamos pisotear. Así nomás. Hacemos mansamente colas para cualquier cosa. Nos acostumbramos al «no hay». Claro, nos quejamos. Pero de tres o cuatro gritos y mil tuits no pasamos.

A lo peor a lo que nos hemos habituado es a la indecencia. En la ética y la estética. En el ser y el hacer. En nuestras propias narices nos roban y ya ni nos asombramos. Nos resbala por la pendiente de la indiferencia. El gobierno nos miente con descaro, lo detectamos, lo sabemos, y, sin embargo, no hay sanción moral ni qué decir de la ausencia de sanción judicial. Por supuesto que hay pitas y pintas que expresan claramente el rechazo. Luego ese disgusto nos lo guardamos en el bolsillo roto por la inflación. El país está sembrado de fábricas cerradas, de comercios vacíos de mercancías y el «hecho en Venezuela» es hoy una frase de nuestra biblia histórica. El trabajo mejor remunerado en nuestro país es hoy el bachaqueo, con un rendimiento con muchos ceros superior al salario mínimo legal. En disciplina económica, el bachaqueo no es sino arbitraje, pero el problema está en que como tal el bachaqueo no agrega valor al producto. Es el mismo arroz, la misma leche, o harina, o papel toilette, pero haciendo una menor cola y pagando diez veces su precio regulado.

Ahora el tema es Guyana. Es la nueva moda. Alguien seguramente compone una gaita que será número 1 en el hit parade. Con el acuerdo con Irán más petróleo entrará al mercado, con lo cual nuestro petróleo valdrá menos. Ese tema cuenta con el silencio del gobierno. Pero, eso sí, vino Piedad Córdoba con turbante de lustre a darnos lecciones de respeto a los derechos humanos.
Adelante con los falsos dilemas. Adelante con el gatopardo. Sale el tren del progreso y seguimos sin montarnos.

soledadmorillobelloso@gmail.com

@solmorillob

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Un comentario

  1. Magistral, mi querida Sol; como no dejan de estar tus escritos. Cátedra de sociología. ¿Por qué entonces este discurso no está en boca de sociólogos; mejor, maestros; mejor, padres de familia? En definitiva: ¿por qué este discurso no está en boca de los políticos?, de los que construyen; ¿será que no los hay?

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