Jean Maninat

Halcones en alpargatas – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Como era de esperarse, una vez entrada la “cuestión venezolana” en aguas geopolíticas surgirían los émulos criollos de los halcones que actualmente dominan la escena de la ornitología política norteamericana. Y como requiere el canon, nuestros halcones son altisonantes, tajantes, fieros, rectos, indomables a la hora de detectar  comunistas y filocomunistas debajo de las piedras o entre el enmarañado follaje tropical. Ya han desvelado el camuflaje del compañero de ruta Biden.

Es más que comprensible el interés suscitado por el acontecer político en los Estados Unidos, históricamente hemos gravitado como país a su alrededor y desde el fatal advenimiento del socialismo del siglo XXI nuestra dependencia ha sido aún mayor gracias a la demonización o beatificación a la que es sometida la todavía primera potencia mundial. Hemos vivido bajo su sombra entre la admiración de los demócratas y el odio de los revolucionarios. Nunca indiferentes.

Pero ese brote de patriotismo norteamericano con ADN venezolano sin haber pasado al menos por Open English resulta un poco extraño, por no decir bochornoso en aras de la convivencia ciudadana. Uno puede suponer que se tienen muy valederas razones para apoyar al candidato republicano y su plataforma -argumentos van y vienen- y hay una estimable porción de la ciudadanía norteamericana que lo apoya, y está en su derecho.

Pero hacerlo bajo el insubstancial argumento de que de repetir en el cargo el actual presidente norteamericano nos haría el mandado en Venezuela (cuando su principal adelantado en el tema ya ha dicho que corresponde a los venezolanos resolver sus problemas) es reincidir en la cesión pueril de responsabilidad para gestionar nuestros propios asuntos y atizar de nuevo expectativas que solo conducen a mayor desmayo y desilusión en la gente todavía atenta a la política, tanto en la diáspora como en el país.

Seguir alimentado esa cesión de responsabilidad bajo especiosos argumentos ha contribuido al rebrote de antipolítica que socava la voluntad de cambio en Venezuela. Aparcada la vía electoral a la espera de mejores condiciones sanitarias y electorales, desfallecidos los ánimos de tomar la calle -salvo para buscar gasolina-, con una dirección política discordante y apocada, la gente no ve otro camino que sobrevivir como bien se pueda.

Esa entrega de la responsabilidad ha sido una gran aliada de la nomenclatura gobernante. No solo desde el aspecto propagandístico, también ha mermado la credibilidad opositora en sectores alertas frente a cualquier intento de intervención foránea en los asuntos de un país. El desencanto de la Unión Europea es un secreto a voces que muchos prefieren desatender, sin leer entre líneas las declaraciones de su Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrel.

El sarampión de trumpismo con reina pepeada  que azota el sur del Sunshine State es más que comprensible dada la radiante efervescencia tropical que lo caracteriza. Es tierra fértil para las exageraciones (y se los dice alguien con más de cincuenta años de orgulloso pedigrí miamero). Pero la verdad es que nuestros halcones en alpargatas parecen figurantes coleados en show ajeno. ¡Alabao asere se pasaron, reclaman en la sagüesera!

 

 

 

 

Lea también: «Clonar a Merkel«, de Jean Maninat

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes