Incompetencia histórica- Carlos Raúl Hernández

Publicado en El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Foto Cortesía: El Universal

Los que prometieron Referéndum Revocatorio y luego “elecciones generales”, anunciaron que Maduro se iba y que no habría Constituyente. Los que crearon la fórmula perfecta de la imbecilidad: 350, referéndum popular, trancón de 72 horas, hora cero, marcha a Miraflores  y golpe democrático, en vez de dar una explicación del desastre, de sus fatales errores que se pagaron con vidas inocentes, ahora acusan de traición a los que mantienen la estrategia democrática, pacífica, electoral, constitucional, acordada hace tiempo. Después de dos años de fracasos, equivocaciones, errores estentóreos y demostraciones de incompetencia extrema, un grupo decidió acabar la Unidad que funcionó con éxito hasta 2016 y había alcanzado tercera base. El acto teatral de romper desde el Zulia, es esperable de quienes quieren crear un escándalo mayor para encubrir su dramático y penoso fracaso.

Derrocharon en dos años la fortuna electoral creada por el sacrificio de la gente que les dio la victoria en diciembre de 2015. Hicieron lo del improvisado que se gana un loto y al tiempo lo descubren mendigo en la calle. No estaban preparados para el triunfo, no tenían lo que hay que tener para hacer el trabajo y murieron de incompetencia. La algarabía desde Maracaibo quiere callar con gritos uno de los fracasos más asombrosos de la historia venezolana, rica en ellos.  Cómo logró Venezuela destruir su condición de país modelo en Latinoamérica, por su modernidad y desarrollo democrático, santuario de los que huían de las terribles dictaduras militares? Cuando algún charlatán lo empuña como arma contundente, y arroja, con el ceño fruncido y la voz engolada “es que el venezolano es…”, lo normal es que uno tenga la pulsión de salir corriendo.

Lo que nunca dijo Francis
Viene el chorro de sociología ingenua propio del diálogo de coctail, la conversación chatarra de los encuentros sociales (“¿qué crees que va pasar aquí?..”). Pero lo que sí parece un rasgo del carácter nacional –que se observa también en algunos otros países– es la incapacidad para el esfuerzo solidario y la construcción de instituciones. Lo que podríamos llamar incompetencia histórica de nuestras elites dirigentes en las diversas ramas de la acción social. Francis Fukuyama, quien, por cierto, nunca dijo que con la caída del comunismo pasábamos a una sociedad sin conflictos, en Trust, un monumental libro, explica cómo el desarrollo es un vector de sociedades capaces de crear redes de solidaridad. Venezuela es de los muchos países ineptos para mantener un esfuerzo combinado, consensual y competitivo y así construir beneficios para todos.

Más bien se observa, para sustento de la hipótesis del autor, la carencia de un tejido importante de organizaciones sociales. Es por eso que solo se le rinde culto casi exclusivamente a un caudillo militar alocado y megalómano del siglo XIX cuyo romo pensamiento contribuye a explicar la fragilidad de las bases sobre las que se fundó la república y por qué se dividió la Gran Colombia. Mucho lo hemos dicho: los únicos 40 años de vida decente en Venezuela los proporcionó el puntofijismo. Antes y después no hay más que violencia y cárceles, entre otras por la incapacidad de los grupos dirigentes para crear otra cosa. Esos 15 minutos de paz los tuvimos porque Rómulo Betancourt, con su infinita capacidad estratégica y táctica, logró imponerse sobre los grupos de poder políticos, sociales, culturales y económicos que lo calificaban de negro, cursi, enano y desde comunista hasta agente de la CIA.

Elites devoradoras
Les pegó la democracia por el pecho, acabó con las insurrecciones de izquierda y de derecha. Murió y dejó la conducción del país al único ciudadano con mayor inteligencia política que él, Gonzalo Barrios, y las instituciones no sobrevivieron a la muerte de este último. Nuevamente las elites fracasadas se lanzaron como lobos al cuello de las instituciones, destrozaron los partidos, desacreditaron la democracia. Empresarios, intelectuales, gerentes de medios, militares, sindicalistas, decidieron acabar con lo existente, buscar nuevos caminos, y se enfebrecieron con Caldera, el primer retroceso al pasado, el desmontaje de la reforma económica, la hostilidad a los cambios políticos y la descentralización, para ver posteriormente pegarse, equivocadas desde siempre y para siempre, y aclamar al galáctico, otro caudillo militar, atolondrado, revolucionario, muy parecido al del siglo anterior.

Decidieron, como ha sido su sino desde la Independencia, destruirlo todo para reconstruirlo, “refundar la república”, como tanto se repetía en declaraciones ilustradas. Elites sociales y políticas más decentes y aptas no serían capaces de hacer semejante locura. Ahora los culpables de la reciente tragedia acusan a otros por no seguir sus delirantes disertaciones, su clavado al vacío. De traición tendrían que examinarse quienes lanzaron muchachos a las calles en una guerra con la Guardia Nacional de la que salieron  130 hogares de luto, y sin mediar el menor arrepentimiento, sin lavarse las manos llamaron a votar por los candidatos a gobernadores. Aterra tanta capacidad para fingir y tanta incapacidad para dirigir, pero ambas nos ayudan a entender porqué pasó lo que pasó. La oposición tendrá que reconstruirse con los gobernadores y alcaldes electos y ojalá de allí surjan algunos que demuestren condiciones.

@CarlosRaulHer 

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