Intentemos explicar – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Soledad Morillo Belloso

El meollo de todo este  asunto de la movida en Casa Amarilla es el deseo de estos «individuos» (oportunistas de oficio) de romper con la polarización para apropiarse (a juro) de un espacio que haga que una tercera vía (minoritaria) los haga poderosos por necesitados por cualquiera de los bandos. Y en medio de la precariedad/fortaleza de Maduro y Cía, eso no les viene mal. Es la vieja conseja del «divide y vencerás».

Estos «individuos» se socorren por supuesto del trillado (tan aburrido, tan almidonado, tan con olor a naftalina) concepto del «fiel de la balanza»,  cuando en realidad lo que promueven no es sino el imperio de la mediocridad. Es conseguir que unas minorías manden en los hechos aunque en los números no tengan cómo. Pura aritmética.

Entendamos bien (que no es fácil). Si aquí hay unas elecciones parlamentarias sin hacer todos los cambios indispensables y apenas haciendo algunos remiendos, pues estos individuos acabarán sacando suficientes diputados como para convertirse en esa minoría necesaria para aprobaciones de asuntos gordos; tendrán unos votos que se moverán para dónde les convenga. Si no se hacen los cambios profundos que son imperativos, de nada servirá que en teoría la oposición tenga el favor de millones de electores, si millones no pueden votar en la práctica. Si , por ejemplo, los millones de venezolanos que han migrado y se encuentran hoy en un abanico de países – muchos de ellos en condición migratoria irregular en donde estan – no pueden votar, porque no se instrumente un moderno sistema que haga que votar sea pelar mandarinas, pues entonces solo votarán los que puedan. Y eso es dejar por fuera a las mayorías , asegurando así que prive el deseo de las minorías. De allí que ahora Maduro y Cía  por un lado y los individuos filibusteros por otro, cacareen tanto lo de las minorías. No por buenos, sino por oportunismo. Es la viveza en acción.

Mosca. Cuidado  La jugaíta de «chucutismo político» no les salió tan bien como ellos creen pero no tan mal como algunos equivocadamente piensan. El filibusterismo es peligroso. La democracia, para ponerlo en palabras poco académicas pero comprensibles (pido perdón a tantos profesores que se empeñaron en enseñarme pero yo soy la traductora para las gentes de a pie),  es el gobierno de las mayorías con respeto a las minorías, no las minorías poniéndole la pata encima a las mayorías. A partir de la pérdida del favor popular, el régimen dejó de ser oclocrático, término muy rimbombante que define el gobierno de la muchedumbre, que era lo de Chávez. Maduro  es tremendamente impopular y no le importa. Es un «ocupa» de la Poltrona de Miraflores. Está ahí por cuatrerismo. No le interesa tener mayoría en una elección. Quiere conservar el poder y control de las instituciones del estado. Y picar la AN en tres toletes le garantiza eso. De allí su contentura con ese merequetén que montaron en Casa Amarilla. Estos individuos, estos caimanes sin dientes, quieren apostarse en la boca del caño para morder lo que pase.  No buscan tener el poder. Eso supondría responsabilidad y trabajo, dos cosas que  ni hablar del peluquín. Buscan estar en el poder, hacerse necesarios para los «hunos» y los otros y así sentarse a rascarse la barriga de uno a otro lado, mientras disfrutan de comodidades y prebendas. Y lo hacen vendiendo el patético concepto de «lo perfecto es enemigo de lo bueno». Es decir, la mediocridad.

Hace unos días, Felipe Mújica dijo que la AN ideal es una en la que un pedazo esté en manos de lo que hoy es gobierno, otro pedazo en manos de lo que hoy es oposición y un tercer pedazo «libre de ataduras» en manos de «gente como nosotros». Lo escuché y recordé a 

Teodoro diciéndome que Mujica era un desprestigio para la especie humana. 

Si los individuos del pacto de Casa Amarilla triunfan en su estrategia, el resultado está de anteojito. Será un «que todo cambie para que todo siga igual». Igual es seguir en el desastre, en la pelazón. Mientras los miembros del clan Casa Amarilla campaneaban güisquicitos en un restaurante (bajo la excusa de celebrar el día del periodista, como si los periodistas tuviésemos algo que celebrar), 6.1% de venezolanos reportan que solo comen una vez al día y 65.2% apenas dos. Los filibusteros de Casa Amarilla garantizan que eso siga igual o vaya pa’ peor. 

Lea también: «Nunca, jamás«, de Soledad Morillo Belloso

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