La Asamblea no es cuestión de cuentas matemáticas sino de cálculo político – Pedro Pablo Peñaloza

Por: Pedro Pablo Peñaloza

  En un país donde se irrespeta hasta la ley de gravedad, muchos analizan las elecciones del 6 de diciembre aPPP3 través del lente de la Constitución y las normas. En caso de ganar las elecciones, ¿la oposición sabrá ejercer esa mayoría? He allí el desafío. Por el chavismo que nadie se preocupe, ellos saben hacer oposición

  Con la Constitución en una mano y las encuestas en otra, los expertos sacan cuentas. ¿Qué puede hacer la oposición si obtiene 86 diputados? ¿Y si son 101? ¿Y si son 112? No se sabe, pero lo cierto es que en estos cinco años pudo haber hecho mucho más con los 67 que consiguió en 2010. No es un tema de matemática ni de leyes. Es algo más complicado. Es política y venezolana. La Unidad retornó a la Asamblea Nacional repitiendo una y otra vez que representaba la mayoría del voto popular. ¿Y qué hizo para defender esa posición? Mucho antes de que se impusiera la hegemonía comunicacional del Gobierno, la fracción opositora se fue diluyendo, sus voces se apagaron. El chavismo no convocaba a plenaria, desactivaba las comisiones permanentes, desvalijaba el Parlamento. En definitiva, seguía un plan bien pensado y diseñado para anular la Cámara. ¿La oposición se rebeló como un bloque monolítico contra los atropellos del oficialismo? Legalmente, en un país sin legalidad, poco podía hacer. Políticamente, al menos ha podido intentarlo. A la Unidad no solo le faltaron diputados. También careció de un proyecto y un mensaje claros.

  En un Parlamento normal, los diputados acuden a su lugar de trabajo con leyes y códigos. A la Asamblea Nacional de Venezuela, tienen que ir con el cuchillo entre los dientes. Nadie dijo que sería fácil. No se trata solo de que violentaron el principio de la inmunidad parlamentaria. Es que le reventaron un micrófono a Williams Dávila en la cabeza, le pusieron un ojo morado a Julio Borges y le fracturaron la nariz a María Corina Machado. Así es la democracia bolivariana. ¡Vibrante! Pero, acaso, ¿alguien esperaba que fuera distinto? Un legislador del PSUV es comprensivo. “Hay estados del país en los que si te pones muy creativo con las denuncias, te pegan un tiro y nadie sabe quién fue”, reconoce. Algunos diputados de la oposición pasaron cinco años condicionados por enfrentar procesos judiciales y amenazas de cárcel. Otros soñaban con ser gobernadores o alcaldes. Un par nunca fue. El desafío exigía mucho coraje, pero aún más organización y solidez. Claridad de objetivos. La bancada de la Unidad jamás pudo ponerse de acuerdo para designar a un jefe. Prefirieron una conducción “rotativa”. O como decía un veterano de la Cámara: “esto es como la promoción de Sears, un jefe por nueve días”. Luego, salió la “movida parlamentaria”, lo que en la práctica suponía una división entre “movidos” y achantados. Demasiadas ventajas para un adversario que siempre actuó como una aplanadora.

  Mejor no contar los pollos antes de nacer y buscar los huevos, que ahora escasean. Primero, la oposición debe ganar la mayoría de la Asamblea, tarea nada sencilla. Alcanzada esa meta, tiene que ver qué hace con esa mayoría. Sacar un diputado más que el chavismo, podría representar para la oposición un triunfo heroico y desencadenar un terremoto político en el país. Pero todo dependerá de la reacción de la Unidad. Cómo responderá cuando tenga la pelota en la mano. Los líderes de la oposición buscan transmitir confianza. Juran que mantendrán la unidad, firman un acuerdo para coordinar el futuro Parlamento. El tiempo dirá. Algo sí está claro: ni siquiera el hecho de conquistar los dos tercios de la Cámara les garantiza absolutamente nada. Advierte un viejo dirigente: “si el chavismo es irresponsable ganando, cómo será perdiendo”. Ese es el cálculo político. Donde dos más dos nunca son cuatro.

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