Los ángeles caídos – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Protegidos, hasta ahora, por un tupido manto de inmundomk9HMijk_400x400 (2) contubernio y de nauseabunda impunidad, operaron a placer en lo que consideraron su país de propiedad, su coto de caza. Hicieron de las suyas en todos los espacios, al abrigo de los mismos que juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes. Fueron mucho más allá que todos los ladrones que habíamos visto en gobiernos anteriores. No se contentaron con afanar; destruyeron todo a su paso. Usaron excusas trajeadas de amor y de justicia social. Para que se viera bonito. Perfumaron sus trajines con esencias para intentar que no se notara el hedor de sus marramuncias. Involucraron en sus fechorías a funcionarios de alto y bajo rango, para hacerlos cómplices a los que eventualmente poder extorsionar. Convirtieron a una Venezuela muy emproblemada en un país de cloacas.
Comienza el largo proceso de la caída de los ángeles. Son acaudalados pero, acaso por ello, se confiaron más de lo que la prudencia de cualquier ladrón inteligente aconseja. Y así comenzaron a errar, a permitir que se notaran sus trapisondas. La soberbia se juntó con el exhibicionismo y abrió las puertas a vigilantes. Caen primero los sobrinísimos. Un jurado los halla culpables de graves delitos. Nada menos que relacionados con narcotráfico.  La sentencia se dictará en marzo de 2017. La norma establece muchos años de prisión. Quizás la tía cambie el viaje a  NY para pasearse por la elegante y costosa 5ta. avenida por hacer la línea en Rikers.
La Asamblea Nacional investiga. A nuestra máxima industria nacional. De allí se llevaron el santo y la limosna. Y no contentos con eso, dejaron el reguero. De gigante de la industria petrolera mundial la convirtieron en una empresa endeudada hasta los tuétanos, con una burocracia monstruosa, con la productividad hecha faralaes, carente de los talentos competitivos que otrora la distinguieron. La creatividad y la competitividad, como la meritocracia, pasaron a ser malas palabras en el glosario de la estatal petrolera. Como la oportunidad la pintan calva, varios empresarios nacionales y extranjeros, escogidos a dedo, se precipitan a invertir cuantiosos montos. Los contratos, que no pasaron por el escrutinio de la Asamblea Nacional, ofrecen garantías a los inversionistas.
El investigado mayor, que no el único, dado que huele zaperoco, honró al país con una visita. Para hacer ronda de medios. Ningún periodista de los seleccionados se atrevió a hacer preguntas gruesas, punzopenetrantes. Le dejaron cantar sus mentiras y la verdad fue, una vez más, la principal víctima junto con los millones de venezolanos vivos o por nacer a quienes nos esquilmaron una fortuna inimaginable por nuestros cándidos cerebros. Como defensa, el hombre anuncia que acudirá al Ministerio Público para proceder en contra del «muchachito ese». Lo dice supurando rabia de la astringente, como cuando se mastica un níspero verde. Y en las entrevistas «controladas» suelta su retahíla de babiecadas ñangaroides, sin que se le arrugue el costosísimo traje de alta costura que pagamos nosotros, los zoquetes venezolanos. Se llena la boca hablando de los programas sociales, como si nada, como si todavía no estuviera inundado el aire y se nos asqueara el alma por la vulgaridad de Pudreval. Su furia no se debe a que fuera investigado; la irritación se la produce el que un muchachito, un diputado rookie, lo exponga y deje en tamaño ridículo, frente a sus pares e impares. Un pequeño mortal ha osado retar a un gran ángel de la revolución.
Comienzan a caer. Será largo y tortuoso el camino. Serán años de curucutear en millones de documentos guardados en gavetas y descubrir vagabunderías sin fin, mientras ingerimos toneladas de anís estrellado para controlar los vómitos. Los querubines forrados en dólares, euros y lingotes de oro agencian sus refugios. Países hay que los recibirán. Y los protegerán. A cambio de buen estipendio. Ah, paradoja, que hasta eso lo pagaremos nosotros.
Respire, amigo lector, que ahora es cuando nos falta senda por recorrer para llegar a la Venezuela decente a la que tenemos derecho constitucional.
@solmorillob

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