Los tres errores de Maduro: Retirar el billete 100, designar a Tareck El Aissami como vicepresidente y anular las competencias de la Asamblea Nacional

Publicado en konzapata

Por: Pedro Benitez

Del pasado mes de diciembre a esta parte Maduro ha cometido tres errores seguidos: En dos de tres se tuvo que echar para atrás. La segunda decisión cada día que pasa le pesa más. El resultado es que aunque sobre la Asamblea pesa la figura de desacato y el TSJ no ha anulado sus recientes sentencias, hoy Nicolás Maduro está más débil que la semana pasada y no tiene más dólares.

Algunos historiadores de la Segunda Guerra Mundial intentaron explicar la absurda decisión de Japón y Alemania de declararle la guerra a Estados Unidos (cuando todavía no habían derrotado a la Unión Soviética) con la teoría del “mal de la victoria”. Luego de una serie de triunfos militares se consideraban invencibles. Cualquier cosa que hicieran les tenía que salir bien. Ya sabemos cómo terminó esa historia.

 

Tal vez esa teoría se pueda aplicar al presidente Nicolás Maduro. Terminó el 2016 como el vencedor. Sobre el hambre, la muerte y la miseria de millones de venezolanos, pero despachando en el Palacio de Miraflores que es lo que le importa. Luego de desmovilizar a la Oposición en la calle, frustrar el Referéndum Revocatorio y con los resultados del diálogo, parece obvio que una sensación embriagadora de poder se apoderó de él. No es el primer gobernante a quien le ocurre algo así. Le pasó a Hugo Chávez, pues luego de su abrumadora victoria en diciembre 2006 intentó dar un nuevo giro de tuerca a su proyecto autocrático y se estrelló en el 2007.

 

Maduro intentó demostrar en diciembre que podía “gobernar la economía” (esas fueron sus palabras) doblegando a la especulación, al dólar paralelo y a una página web; así que atendiendo los consejos para nada pertinentes de su asesor en la materia, Alfredo Serrano Mancilla, ordenó sacar de circulación los billetes de 100 bolívares. El resultado fue una conmoción nacional, protestas en distintos puntos del país, el diciembre arruinado para los venezolanos, y el estado Bolívar casi totalmente arrasado por los saqueos y el pillaje. Maduro tuvo que retroceder ante las consecuencias de su propia ineptitud.

 

Si el relato de lo ocurrido con el billete de 100 bolívares (no lo han podido sacar de circulación) se le parece al amigo lector con lo que acaba de acontecer con el TSJ, la Asamblea y la Fiscal, no es por casualidad.

 

Maduro está colisionando contra la realidad económica, contra la realidad internacional y con la realidad dentro del propio bloque de poder (civil y militar) que le sostiene, que ha enviado una señal (a quien quiera leerlo) de no incondicionalidad.

 

La segunda y tercera decisión van de la mano. La designación de Tareck El Aissami como su Vicepresidente fue un desafió a las sanciones que las autoridades norteamericanas que investigan a éste por sus cuestionadas vinculaciones y, de paso, cerrar el camino a la para nada ocultas aspiraciones presidenciales de Diosdado Cabello, y del mismo ex gobernador de Aragua.

 

No perdamos nunca de vista que Maduro no sólo quiere culminar el período presidencial, además aspira a la reelección cuando quiera que sea que se realicen esas elecciones.

 

¿Cuánto estarán pesando los señalamientos contra funcionarios como El Aissami, en la sorprendente determinación que sobre la crisis venezolana están exhibiendo en la OEA gobiernos que como los de México y Chile, que hasta hace nada era indiferentes?

En esas tres decisiones hubo un común denominador, el intento de Nicolás Maduro de fortalecer su posición dentro del propio bloque de poder chavista. Las tres decisiones le han salido mal porque simple y llanamente ha calculado mal sus fuerzas.

 

Con la decisión del TSJ desafió a la OEA para demostrar que aquí manda él, y lo que consigo fue poner en evidencia las grietas de sus bases de sustentación interna.

 

También necesita urgentemente financiamiento externo, por la vía de más endeudamiento, la entrega de participaciones en empresas mixtas con PDVSA, de campos petroleros o del Arco Minero. Lo que sea. Pero fuera de Venezuela nadie quiere hacer tratos si eso no lo aprueba la Asamblea Nacional a la que mantiene en desacato.

 

El resultado es que aunque sobre la Asamblea pesa la figura de desacato y el TSJ no ha anulado sus recientes sentencias, hoy Nicolás Maduro está más débil que la semana pasada y no tiene más dólares.

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