Metástasis – Alberto Barrera Tyszka

Por: Alberto Barrera Tyszka

Quisiera escribir sobre otro tema pero no puedo. Lo he intentado yaVk8PW2VL_400x400Oliver S{anchez varias veces. Desde antier estoy en esto. Me levanto de la silla, doy vueltas, camino por el apartamento, preparo café, me asomo a la ventana, ojeo un libro: todo es inútil. Cuando regreso a la silla y me siento frente a la computadora, él sigue ahí, en silencio, mirándome. Y entonces no puedo dejar de sentir que la garganta se me llena de virutas, que tengo un grito atascado debajo del pulmón izquierdo, que hay una urgencia que cruje dentro de mis dedos. Ahora no existe otro tema. Si no escribo sobre Oliver Sánchez, me pudro.

No tengo mucho más que agregar a los varios y buenos textos que se han escrito sobre el caso. Pero me sigue resultando tan sorprendente como indignante el silencio oficial.  Ningún alto funcionario del oficialismo ha dicho algo. Por más que he buscado, tampoco he conseguido alguna declaración de algún representante de las instituciones. No se trata de una manipulación política de la enfermedad. Se trata de leer la Constitución y reconocer que, si Oliver Sánchez hubiera vivido en otro país, tal vez su vida hubiera tenido otro desenlace, o al menos no hubiera padecido un final traumático, debido a la falta de los medicamentos. Ya ha pasado antes. No es nuevo. En este país fallecen niños porque no hay Cardioxane o Lamotrigina.

La escasez también delata las prioridades del gobierno: aquí nunca falta el gas lacrimógeno.

La doble moral del oficialismo frente al tema de la enfermedad resulta muy irritante. La enfermedad de Chávez fue un tema patrio. Con ella, pretenden construir la épica de un hombre frente a la historia. Como paciente, Chávez gozó de todos los beneficios del Estado. Nacionales e internacionales. Para el resto de los venezolanos, la situación es totalmente diferente. La salud pública es otro adversario a vencer. A la hora de la enfermedad, el Estado se convierte en tu enemigo. No eres nadie. Ni siquiera te nombran. No existes.

Tampoco Nicolás Maduro ha tenido el valor, la responsabilidad, el respeto o la simple humanidad de hablar sobre lo ocurrido. De reconocer tan siquiera lo ocurrido. De nombrar aunque sea alguno de estos casos, de enfrentar a sus familias, de enfrentar su dolor. Lo único que nos ofreció fue la transmisión de un acto, realizado el 3 de mayo en el teatro de la Academia Militar, donde tan pomposa como etéreamente decretó “el inicio de una gran y nueva etapa en las áreas de Salud Integral y de la Salud Pública del país”. Es imposible saber con exactitud qué significa eso. Pero todos aplaudieron mucho.

Pasan los días y nada cambia, todo empeora. Al poder le importan las utopías, no la gente. Solo habla de grandes proyectos. Nunca habla de enfermos concretos. Y ese silencio es otra forma de violencia. Es la metástasis de la crueldad.

El oficialismo quiere pasar agachado. Quiere escapar de sí mismo por debajo de las muertes. Se empeña en distribuir, con igual ferocidad, armas y silencios. Desea que el rostro de Oliver Sánchez se desvanezca. Que nadie pueda verlo. Que el olvido lo devore lo antes posible. A él y a tantos otros como él. El gobierno ha decidido negarlos. Así como los ignoró durante sus vidas, también los ignora después de muertos. Son las víctimas de la pobreza y del abandono del Estado. Se mueren de revolución.

Primo Levi, escritor italiano que construyó una obra magistral a partir de su experiencia como prisionero en un campo de concentración, siempre estuvo alerta ante la negación de la realidad.  Pensaba que era el primer paso para repetir el horror. “Quien niega Auschwitz —dijo en una entrevista en 1982— es precisamente quien estaría dispuesto a volver a hacerlo”

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Un comentario

  1. Creo que llegó la hora de robarle un dicho al gobierno. Nosotros los ciudadanos debemos crear una Misión La Misión «OLIVER», que consistiría en fletar un avión cargarlo con los donativos de medicamentos que están prestos en el mundo a entregarnos y bajar en una gran marcha ( con propósito) a maiquetía a ver qué Guardia Nacional, qué Interventor de Aduana o qué Gobierno déspota se atreve a frenar a una multitud acompañando a sus enfermos en busca de salud.

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