Mujeres desorientadas – Carlos Raúl Hernández

Por: Carlos Raúl Hernández

Venezuela está muy lejos de ser una sociedad de mujeres quecarlos raul caminan como zombis.

El presidente de una de las encuestadoras oficiosas, declaró que Venezuela es una mujer desorientada que necesita un hombre fuerte, consistente, con la carga subliminal de esta palabra en el contexto. La afirmación da mucha risa, no solo por ser un prejuicio decimonónico, sino por ver a alguien lanzarse voluntariamente para que lo despedacen las fieras, hacerse el harakiri sin que se lo pidan. La posición sicológica de entrega es hacer sentir padrote al poderoso. En algunas especies los machos débiles en la manada levantan la colita ante el macho alfa como prueba de sumisión. Cualquier estudio histórico, social o actuarial de Venezuela o el planeta, revela una vieja verdad siempre sabida y siempre ocultada, pero de persistente develación: las mujeres suelen ser más duras, decididas e implacables que los varones en las decisiones y responsabilidades. Que no lo sepan quienes estudian la opinión pública es inexcusable. Durante 500 años el mundo se ha estremecido ante el El príncipe de Maquiavelo.

Y resulta que los personajes históricos que más se asemejan a este complejo arquetipo son precisamente mujeres. Cleopatra, Isabel de Castilla, Isabel I de Inglaterra, y Cristina de Suecia, tan maquiavélica ella que escribió escandalizadas críticas a la obra, pero era su manual de cabecera para gobernar. El marxismo explica la historia como una secuencia interminable de explotación y rebelión e introduce al pensamiento social el odio, no como hipótesis, sino como metodología: la lucha de clases. Pero la verdadera clase dominada ha sido el sexo femenino, fustigado durante cuarenta mil años en el principio más primario y brutal: superioridad física y violencia doméstica. Posiblemente el señor encuestador tanto tiempo sumergido entre retortas y humaredas en su laboratorio de alquimia electoral, perdió contacto con ellas y no se enteró que a pesar de todo eso, las mujeres se impusieron.

Entra por los ojos

Venezuela está muy lejos de ser una sociedad de mujeres que caminan como zombis, cegadas, con las extremidades abiertas, y todo el mundo sabe que la mayoría de los hogares son matriarcales. Precisamente la inocencia interrumpida y el abandono a su suerte las hace deslomarse desde niñas con cargas mayores que los varones, para dar de comer a sus hijos. Como notable diferencia, no faltan al trabajo y no incumplen los horarios. Pero los prejuicios suenan hasta en las mejores familias. El vecino Aristóteles, que no se caracterizó por valorarlas positivamente, decía que el enamoramiento era producto de una infección. La hembra deja a su paso una mínimas gotitas de sangre, que entran por los ojos del varón, siguen por sus venas y van hasta el hegemonikón, ubicado en el miocardio. A partir de allí se riega la peste al resto del cuerpo y el sujeto es caso perdido.

A los médicos de la antigüedad como Galeno, y mil años más tarde Averroes, les alarmaba la entrada por los ojos del fantasma femenino. Por eso en la Edad Media se les consideró dotadas de muchas artes oscuras por las que merecían destruirlas, un peligro para las instituciones, entre otras porque se acostaban nada menos que con el maligno y contaban con su poder. El enamoramiento se consideraba una enfermedad, llamada hereo, causada por ellas mediante hechicería. Los síntomas de los enfermos eran «omisión del sueño… la comida. Todo el cuerpo se debilita… inestabilidad emotiva, pulso desordenado y manía por deambular… si (los pacientes) no se tratan, se convierten en unos maniáticos y mueren». La etapa final del tratamiento era restregarle al enfermo en la cara un trapo con menstruación y hacerlo gritar «¡ella es una maldición de la naturaleza!».

Peor que la Gestapo

Según comprobó el Alto Mando Aliado en la II guerra, las mujeres cumplían las tareas clandestinas prácticamente sin ausencias, y frecuentemente morían en las salas de tortura antes de delatar, a diferencia de los agentes varones mucho más liberales al respecto. Dos mujeres Lily Sergeyev y Josefina de la Fuente participaron en el comando secreto de la operación doble cruz, dirigida por Juan Pujol (Garbo), cuyo fin era la bicoca de infiltrar la Gestapo y engañar al alto mando alemán sobre el desembarco a Normandía. La australiana Nancy Wake, líder clandestina de cientos de agentes de la resistencia francesa y responsable de la muerte de muchísimos nazis, declaró que lo único que lamentaba de ese período «es no haber matado más», como uno de los bastardos sin gloria. La conocían como «el ratón blanco» por su capacidad para escabullirse. Nada de «ni con el pétalo de una rosa» de la cursilería.

Peor si una idea tan pueril y parroquial como eso de las desorientadas se usa de metáfora sobre el país. Lo dijo Goebbels con insistencia y antes que él lo defendieron sicólogos sociales y sociólogos autoritarios. Las masas son hembras y cuando gritan es que están en celo. Hace años se hizo un estudio para averiguar cómo los venezolanos que representaban al país, cómo lo describirían, con qué imagen lo asociaban y una mayoría dijo verlo como una mujer morena de pelo negro lacio, atractiva pero grave, en los treinta años. Pero en ninguna parte de aquel trabajo, realizado con mucha seriedad por un equipo multidisciplinario, se decía de una mujer morena desorientada por falta de un padrote.

@carlosraulher

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