Opinión y Cifras del 21N – Ismael Pérez Vigil

Publicado en: Blog personal

Por: Ismael Pérez Vigil

Nadie puede estar sorprendido por los resultados del 21N; sucedió lo previsto y que mucha gente anticipó, es decir: que habría una baja participación; que los resultados favorecerían al gobierno; que la oposición mantendría, si acaso numéricamente, las gobernaciones que había ganado en 2017, debido a la dispersión del voto opositor, etc. El mapa del país obviamente se pintó de rojo y las fallas en el proceso que se han venido señalando por años, se repitieron, con la única diferencia −a nuestro favor− que ahora hay un testigo adicional, la Unión Europea y para algo puede servir.

El régimen, desde que se dio cuenta −hace ya casi una década− que viene perdiendo el apoyo popular, está siendo exitoso en su estrategia de mantener el poder por la fuerza y ganar elecciones, ya no con los votos de sus seguidores, sino persiguiendo y dividiendo a la oposición y restándole valor y significación al voto, estimulando la abstención; y ha contado para eso con una buena cantidad de grupos y “personalidades” opositoras, algunos que solo quieren pescar en rio revuelto, sin hacer el trabajo político correspondiente.

A pesar de algunos dirigentes políticos −cuyos videos circularon profusamente− y sus asesores, yo me voy a dedicar, después de analizar los resultados del 21N y algunas reacciones frente a estos resultados, a analizar los demonizados y satanizados temas de la “dispersión del voto” y la “falta de participación”, por decir más elegantemente que analizaré la abstención y la falta de unidad y sus consecuencias para el futuro de la oposición democrática.

Por lo complejo del tema y porque no tiene sentido de oportunidad dividirlo en dos partes, para facilitar su lectura lo he dividido en puntos que, teniendo un mismo hilo conductor, pueden ser considerados independientemente.

  1. Reacciones a los resultados.

Lo más sorprendente no es que el mapa del país se pintara de rojo, ni que resaltaran una vez más las fallas en el proceso que se han venido señalando por años, ni que se arremetiera contra los partidos de oposición por participar y por los resultados; lo sorpresivo han sido algunas reacciones frente a esos resultados de la jornada del 21N.

En primer lugar, destaco extrañado la inusitada importancia que se le ha dado a un proceso, local y regional, en el que no estaba en juego el poder del país y en donde la oposición democrática venía de casi cinco años llamando a la abstención. Significa que, digan lo que digan los más agoreros, un proceso electoral es un acontecimiento político relevante y por eso vemos que hoy, tirios y troyanos, los que llamábamos a votar —e insólitamente, los que no— hablamos de un antes y después del 21N.

Otra reacción insólita son los que quieren soportar su análisis del proceso inflando cifras, dándole a algunas de ellas más importancia de la que tienen o haciendo sumas disparatadas, sumando hoy lo que no sumaron ayer y que más bien restaron. A esto me referiré más tarde, en profundidad.

Pero, los más insólitos son los que quieren “ganar” con la abstención y lanzan cifras de la misma, que van desde el 70 al 87%, sin ninguna base o dato que compruebe su afirmación; y lo más curioso es que su base de cálculo es: adivinar lo que no se vio; no vieron gente en las colas, no vieron gente en los centros, es decir, lo que “vieron” es lo que no estaba allí: “vieron abstención”, “vieron gente que no fue a votar”, vieron lo que no existe y su única base, “empírica”, de confirmación ,es que desconocen o no creen en las cifras del CNE, “que todos sabemos que miente”, dicen, pero sin aportar ninguna otra fuente de datos.

Otro hecho significativo, que llama la atención, es el cambio en el sentido de la “polarización” política. La política venezolana ya no solamente se divide en chavistas y antichavistas, régimen autoritario o dictatorial y opositores a ese régimen; sino que ahora se divide también entre opositores “negacionistas del voto” y sus enconados enemigos, la “falsa oposición”. Y está soterrada −o abierta− pelea es tanto más cruenta que la otra, pues todos sabemos que no hay peor cuña que la del mismo palo. Pero dejemos hasta aquí esta larga introducción y este tema, al que inevitablemente volveremos en alguna próxima ocasión.

  1. Los resultados y algunas cifras.

Aclaro de una vez que las cifras que utilizaré son las del “diabólico” CNE, extraídas por mí de su página Web, no porque no crea que no es “diabólico” o porque les tenga mucha fe, sino porque no hay otras y los que las rechazan no han podido mostrar ninguna otra fuente, confiable o no.

Por supuesto no voy a marear a nadie con cifras −entre otras cosas porque no han sido publicadas todas− pero es necesario citar algunas, para ejemplificar y mostrar las cosas que llaman la atención. Las cifras que utilizo son las publicadas en la página Web hasta el día miércoles 24/11, que no representan el 100%, que faltan algunas, como por ejemplo las de gobernadores del estado Barinas, por lo que utilice para completar el total en ese estado, las cifras de “voto lista” por Asamblea Legislativa, que estimo muy similares a las de gobernadores.

Dicho lo anterior, lo ocurrido no me parece un mal resultado para la oposición democrática −y cuando hablo de oposición democrática me refiero a la representada por la MUD, con la cual me identifico− pues conservó el mismo número de gobernaciones; entre ellas se mantuvo Nueva Esparta y aunque se perdió en Táchira y Mérida, recuperamos Zulia y se le quitó Cojedes al chavismo; y de confirmarse las tendencias, se le arrebatará también Barinas. Pero, tal cual ocurrió en 2017, cuando nos robaron el estado Bolívar, tal parece que ese fue ahora el caso del estado Apure.

Además de esos primeros datos generales, tampoco se pueden dejar de ver algunos signos y hechos significativos; por ejemplo:

1) ¿Cómo ignorar que el chavismo sigue perdiendo apoyo popular, expresado también en votos?; en esta jornada, lo significativo no es que perdiera más de un millón de votos, con respecto a la elección de gobernadores de 2017, lo significativo es que en 2017 esos votos representaban el 32% del padrón electoral y en 2021 solo representan el 18,8%. Y con respecto a otras elecciones recientes, también hay una caída en la votación, aunque algo más leve, de 12 puntos con respecto a 2018 y 2 puntos con respecto a 2020, hace menos de un año.

2) ¿Cómo negar que en algunos de sus estados emblemáticos al chavismo le fue muy mal?; no solo perdió Zulia, Cojedes y Barinas −y Apure, aunque lo arrebaten−, sino que ganó, pero por la división de la oposición o la ayuda de la presencia de candidatos de la Alianza Democrática en Anzoátegui, Bolívar, Lara, Mérida, Miranda y Táchira; y aunque ganó cómodo en el Distrito Capital, Carabobo y Aragua, no logró arrastrar a su gente a votar, pues la abstención en esos estados estuvo rondando el 72%, en promedio;

3) Y aunque algunos se empeñen en desconocerlo, ¿Cómo negar que 59 es mayor —y en este caso, mejor— que 27?; sin duda que es mejor que la oposición, representada en la MUD, haya pasado de 27 alcaldías en 2017 a 59, en esta elección. (Lástima que no recuperamos la del Municipio Sucre, de Miranda, con Andrés “Chola” Schloeter, pero allí quedó “sembrado”).

Destaco este último punto, de las alcaldías y concejos municipales, pues eso habla muy bien de la vitalidad de algunos grupos ciudadanos y partidos en el interior del país (que no en Caracas, pues en los municipios de Caracas, incluido Libertador, la abstención, como ya dije, paso del 72%; lo que pasa es que en esos municipios al chavismo también le fue mal o peor).

Desde luego, cabe la pregunta: ¿La oposición ganó alcaldías o el gobierno las perdió?; pero no creo que sea tan importante la respuesta, pues como he insistido en oportunidades anteriores, lo de las alcaldías y concejos municipales es muy importante, no solo por lo dicho en el párrafo anterior, sino también porque:

1) el mapa de Venezuela se podría, ahora que está de moda hacerlo, pintar de otro color si lo hacemos con el resultado de las alcaldías y concejos municipales,

2) los alcaldes y los concejales son el funcionario electo más próximo al elector y a su cotidianidad y problemas; y

3) las alcaldías presupuestariamente son menos vulnerables que las gobernaciones: no dependen del situado pues tienen ingresos propios por impuestos municipales, que no pasan por la Unidad del Tesoro; son más difíciles de controlar por el gobierno central; por eso el régimen a los alcaldes los acosa, los mete presos, los obliga a exiliarse, los destituyen improbando sus memorias y cuentas; de allí la importancia de disputar y ganar también los Concejos Municipales, que además, con pocos votos se logra.

  1. ¿Ganó la Abstención?

La abstención promedio en procesos de elección de gobernadores, que son las cifras que yo he analizado en varias ocasiones (la más reciente la pueden ver en https://bit.ly/2Z6hq6P), es del 46%; la de este proceso fue el 58%, es decir, 12 puntos más alta. De manera que esta abstención, aunque no ha sido la más alta de la historia, pues la de la Asamblea Nacional del 2020 fue del 69,5%, sí ha sido la más alta para procesos de elección de gobernadores y eso no se puede desconocer. Pero antes de precipitarse a responder afirmativamente a la pregunta, hagamos una reflexión un tanto más profunda, a partir de algunas cifras.

Si a los emigrantes de la llamada “diáspora” (que son más del 17% del Registro Electoral), les sumamos los “desplazados”, es decir, los que se mudaron o movilizaron hacia Caracas o hacia grandes ciudades del país −que algunos dicen que son más de millón y medio− abandonando su lugar de origen, en busca de trabajo o calidad en servicios básicos, y que no hicieron cambio de domicilio en el registro electoral y menos regresaron a votar, por problemas de movilidad, gasolina, etc. y a esa cifra le agregamos el tema pandemia, comunicaciones, etc., que desmotivó a muchos de ir a votar, nos vamos a encontrar con que esos 12 puntos de incremento de la abstención se diluyen por completo y regresamos a que el nivel real de abstención de este proceso se asemeja más al “endémico” o “histórico” de procesos electorales en el país que es del 36%, en promedio. Se entiende que para quienes apoyaron la opción de la abstención sea muy importante demostrar su éxito, pero no luce que haya sido un gran “triunfo”.

Pero, eso no es lo más significativo de la “abstención”; la verdadera discusión, la importante, es: ¿Quién va a “reclamar” ese triunfo?, ¿Los indiferentes que nunca votan?; ¿Los llamados “radicales”, que no organizaron nada al respecto?; ¿Los decepcionados del “votar para qué, si eso está arreglado” ?; ¿Los indignados de: “dictadura no sale con votos” ?; ¿Los decepcionados, viudas y huérfanos del chavismo? Ese “triunfo”, verdaderamente pírrico, probablemente tiene muchos padres, pero ninguno lo va a reclamar seriamente. Lo cual no le resta impacto y gravedad, como veremos.

  1. La Unidad.

Entremos en el espinoso tema. Pasando de la tentación de responsabilizar a la MUD por todos los males del país −o de exculparla de todos− me parece importante insistir en lo que todos sabemos: Sí, se ve muy mal la situación de la oposición democrática y no dimos un buen espectáculo en materia de unidad, de selección de candidatos, de tomar decisiones a tiempo, etc.

La abstención fue alta para ambas partes, pero los abstencionistas del chavismo no votan por la oposición, se abstienen; luego, fueron los abstencionistas de la oposición los que dejaron de votar por ella y los números son claros. Aunque a algunos no les guste hacer estas mezclas de división/abstención, en varios casos fueron determinantes. Veamos algunos ejemplos:

1) En el estado Táchira, Laidy Gómez perdió por menos de 4 mil votos y el hecho objetivo es que la dispersión del voto opositor jugó un papel. Sin entrar en la discusión de asignar culpas y responsabilidades en este caso, dado que Laidy Gómez fue electa en 2017 con la tarjeta de la MUD, la considero opositora y sumados sus votos con los del candidato de la MUD, esa cifra supera con creces la del candidato oficialista, por más del 15%; y está el también hecho objetivo que la abstención fue del 61%.

2) Otro caso interesante es el del estado Bolívar; aunque la abstención allí también jugó un papel, pues fue del 63%, lo cierto es que tuvimos además tres candidatos que podemos considerar opositores: uno, el de la MUD, otro (De Grazia) por varios partidos más y un tercero (Hernández) por otros partidos considerados también opositores; con los votos de estos tres en un solo candidato se hubiera ganado un estado emblemático, no solo por el oro, los minerales, las derruidas empresas básicas; sino también porque −no lo olvidemos− en 2017 allí se le robó el triunfo a Andrés Velásquez, quien −paradójicamente− en esta ocasión, junto a su partido, la CausaR, llamó a la abstención.

3) En donde la abstención bajó del 60% y se presentó un único candidato, sólido, sin disputas internas significativas, como en Zulia, la oposición ganó; y el caso más significativo fue Cojedes, con la abstención más baja del país, 46%, la oposición ganó con una sólida diferencia de más del 10%, y con un candidato “veterano”. Por cierto, tres de los candidatos ganadores −Galíndez, Rodríguez y Rosales− son “veteranos”, ¿Tiene esto algún significado para los que denigran de los líderes y de los partidos? Tema para reflexionar.

Pero también hay que decir que, como contrapartida a eso, no cualquier análisis es aceptable. Por ejemplo, por allí andan rodando cifras y mapas pintarrajeados de diversos colores, con base en la suma −un tanto disparatada, en mi criterio− de algunas cifras, en donde se agrupan como si fueran lo mismo, todos los votos que no obtuvo el chavismo.

Creo que esos cálculos no son acertados y, además, es válido lo que algunos critican, de haberse realizado con posterioridad al proceso, ¿Por qué no los hicieron antes?, se preguntan. Pero, además, no es realista plantearse esa “unidad”. No dudo de la buena intención de muchos al hacerlo, pero hay otros casos en los que se nota una agenda política −todos la tenemos− por detrás de esa aritmética y más bien creo que, en el fondo, para muchos, es una nueva forma −y ni tan nueva− de atacar a la MUD, FAVL, Plataforma Unitaria o como se quiera llamar. Me explico.

¿Alguien puede creer que era realista plantearse, por ejemplo, en Anzoátegui, un candidato único opositor con la denominada Alianza Democrática, cuyo candidato era José Brito, olvidando todo lo que éste dijo y se dijo de él, tras su expulsión de Primero Justicia?

Sí, probablemente es válido, como ejercicio, sumar, por un lado, todos los votos del Gran Polo Patriótico y por el otro, todos los votos de la MUD con todos los demás, pero solo para ver el tamaño potencial del electorado a unificar y conquistar. Como ejercicio, está bien y como excusa para criticar a la dirigencia opositora de la MUD, también; pero, no es realista rasgarse las vestiduras con un “qué hubiera pasado si…” como algunos pretenden.

  1. La MUD y el 21N.

Ciertamente los resultados del 21N reflejan una situación crítica, muy grave, e inocultable, de la dirigencia política opositora y los partidos que forman la MUD, el FAVL y la Plataforma Unitaria, sin excepción, que ameritarían un “relevo” de la dirigencia política en estas organizaciones y en el país.

Se habla de nuevas fuerzas políticas que habrían surgido de este proceso, con base en las cuales se podría dar este “relevo” y comparan los datos de este proceso entre la MUD y, por ejemplo, la llamada “Alianza Democrática” (Alianza, en adelante), conformada por los partidos que fueron confiscados por el régimen a la oposición y entregados por el TSJ a algunos disidentes y expulsados de esos partidos.

Me temo que estamos subestimando a la MUD o sobre estimando a la Alianza y otros grupos, como por ejemplo Fuerza Vecinal (FV), el partido que apoyó a David Uzcategui en Miranda, que hoy es partido nacional. Veamos estos datos:

La Alianza en efecto superó a la MUD en nueve estados: Anzoátegui, Aragua, Delta Amacuro, Guárico, Lara, Mérida, Miranda, Nueva Esparta y Táchira; pero, quizás deberíamos excluir a Miranda, por las razones conocidas de la renuncia de Carlos Ocariz y su no sustitución por David Uzcategui en la tarjeta de la MUD, porque si tomamos los votos para Asamblea Legislativa en Miranda, que nos permiten analizar la fuerza específica de cada organización política, la MUD supera a la Alianza, pero es superada por Fuerza Vecinal (Uzcategui); a mí eso me hace sospechar que los “votantes MUD”, votaron entubados por Uzcategui en Miranda, tras el retiro de Carlos Ocariz como candidato de la MUD y la fuerte campaña de FV por “entubar” el voto en ese estado; pero esto es solo una especulación, no tengo manera de probarlo.

Por otra parte, la supuesta fortaleza de FV en Miranda queda algo en entredicho con la altísima abstención en los municipios caraqueños, 72% en promedio; de manera que Uzcategui con FV −y a pesar de los evidentes y cuantiosos recursos invertidos en la campaña− no logró arrastrar muchos votos en lo que se supone era su bastión principal. Y a nivel nacional el grupo de Uzcategui obtuvo 386 mil votos, por casi 2 millones de la MUD.

Otro ejemplo; en Nueva Esparta, el mayor contingente de votos a Morel Rodríguez, el gobernador electo, lo aportaron las tarjetas de FV y la de AD (Bernabé); entre ambos partidos, repartidos a partes casi iguales, está el 63% de los votos de Rodríguez. Por otro lado, la tarjeta de la MUD le aportó a Alfredo Díaz, una cantidad superior de votos que los aportados, por separado, por FV y AD (Bernabé) a Morel Rodríguez. De manera que, también en Nueva Esparta, a pesar del triunfo de Morel Rodríguez en una tarjeta diferente, el balance como fuerza partidista principal se inclina también hacia la MUD.

Por otra parte, a nivel nacional, si evaluamos la distribución partidista del total de los votos por gobernadores, notaremos que la inmensa mayoría votó en la tarjeta de la MUD, incluso en el Zulia; allí de los 593 mil votos de Rosales, 511 mil estaban en la tarjeta de la MUD, 28 mil en la tarjeta de El Lapiz y 24 mil en la de Un Nuevo Tiempo, el partido de Rosales; por lo tanto, creo que podemos tomar como votos MUD el 85-90% de los votos depositados por los gobernadores.

A nivel global, la MUD supera en más de 500 mil votos a la Alianza y en más de 1.5 millones de votos a cualquier otro grupo, que para el nivel de participación en este proceso son muchos votos. De manera que, aunque hay un manifiesto interés político de algunos grupos o personas por subestimar o desacreditar a la MUD −al G4, al Frente Amplio, a la Plataforma Unitaria, incluso al gobierno interino−, de acuerdo con los electores que concurrieron al proceso el 21N, creo que la MUD sigue siendo la primera fuerza política de la oposición. Claro, nos podemos dar topetazos con las cifras, pero están allí.

  1. Cierre y Conclusiones.

Es cierto que en buena medida el régimen tiene una alta responsabilidad en los resultados de este proceso, por su campaña constante, durante varios años, por descalificar el voto y por dividir a la oposición. Pero la dirigencia opositora tiene también su responsabilidad por sus decisiones tardías y errores y sobre todo, por no haber tenido la capacidad de movilizar masivamente al país para que apoyara el proceso electoral, sus candidatos y propuestas.

No se trata de responsabilizar o exculpar a la MUD por lo ocurrido y mucho menos de culpar al pueblo por su falta de participación o por dispersar el voto. Pero tampoco podemos recurrir al sentimental y demagógico argumento que “al pueblo, pobrecito, lo tratan de culpar por lo ocurrido”. El pueblo sí se equivoca, y mucho. El pueblo latinoamericano tiene muchos años apoyando al populismo que lo ha arruinado y específicamente, el pueblo venezolano tiene 22 años equivocándose al apoyar a este régimen de oprobio que ha destruido al país. De lo que se trata, sin culpar o excusar, es de encontrar una ruta y una propuesta que movilice al pueblo para corregir ese error.

De todas maneras, es innegable que hay un cuestionamiento a la dirigencia política −al cual me sumo− que no puede ser ignorado y algunos asoman, no solo un declive, sino la necesidad de una renovación total de esa dirigencia y la forma de tomar las decisiones, incluso la manera de organizarse y de participar en los procesos electorales o de diálogo.

Además de que se cosecha lo que se siembra, los errores se pagan; y un error muy importante es haber tomado muy tarde −a regañadientes algunos y abiertamente negados otros− la decisión de participar en este proceso electoral. Y ni hablar los que cometieron el error de no retirarse a tiempo y dejar para última hora las decisiones, como fue el bochornoso caso del estado Miranda, el cual solo menciono y no voy a entrar a analizar.

Hay muchas cosas que están quedando fuera y habrá que irlas abordando poco a poco, pero voy concluyendo este análisis. Desde luego también algunos seguirán diciendo que la oposición solo obtuvo “lo que el gobierno le dejó” y que “no vale la pena perder tiempo participando en procesos electorales amañados”; con los que dicen esto, ni siquiera vale la pena discutir, no hay nada que hacer; pero, ya sabemos que nadie va a venir de afuera a liberarnos, a sacarnos las patas del barro, o hacemos nosotros lo que podamos por quebrar este régimen y hacer que los que lo apoyan, dejen de apoyarlo, o el último en salir que apague la luz.

Mientras, el deslinde tiene que seguirse profundizando. Siendo sinceros, veo pocas posibilidades de acuerdo entre los “negacionistas del voto” y los que defienden la vía electoral; o entre quienes solo plantean una salida de fuerza, interna o internacional, y los que creen en la vía institucional, mientras los primeros, sigan considerando a los segundos como traidores, vendidos, tarifados o cohabitantes con el régimen. Hay mensajes que inevitablemente dividen.

 

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